No es fácil ser solidario

Columnas>Trocha urbana

La posesión de los recursos de supervivencia siempre ha sido la principal causa de disputas en la historia del ser humano. Por ello, no es difícil entender cuán rápido se encienden los ánimos ante el fenómeno migratorio que, actualmente, experimenta Latinoamérica a raíz de la masiva migración venezolana.

Todos sienten amenazada la distribución de los escasos recursos que poseemos o, al menos, crece la sensación de que son escasos. Este es el tipo de situación que pone a prueba el supuesto espíritu cristiano que debería reinar en países que presumen de ser mayoritariamente católicos. Es decir que el egoísmo natural debería dar paso a la solidaridad y el desprendimiento hacia el prójimo. Pero, ya sabemos que, poco podemos esperar de etiquetas religiosas que socapan la violación de menores. Entonces, los preceptos cristianos se van por la borda y entra la xenofobia campante, con su manido discurso de: “no soy xenofóbico, pero…”

El Perú, la igual que Ecuador y Brasil están limitando el acceso de venezolanos a sus territorios. Las principales razones esgrimidas son: la competencia laboral con la mano de obra local y el ingreso de bandas delincuenciales. Si bien en ambos casos existe desinformación y tergiversación, no se puede negar que la presencia de migrantes representa ya un serio problema social. Lo que hace falta es que las autoridades tomen decisiones pensadas, no solo en el efecto inmediato, sino en la lección que damos a nuestros hijos respecto al país que somos: uno que prefiere dar la espalda a quien necesita ayuda.

Publicado en Correo Arequipa