Javier Ísmodes Talavera, las ideas encendidas para la segunda vuelta

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Es su tercera postulación al Gobierno Regional de Arequipa y la segunda vez que pasa a la segunda vuelta. Pero en ningún caso tiene pensado repetir “piletazos” por anticipado. Su camino a la ansiada victoria incluye las rutas más alejadas de la región. Javier Ísmodes sabe que tiene una dura batalla de aquí a diciembre. Este es un acercamiento al personaje.

Semanas previas a la primera vuelta, Javier Ísmodes Talavera recorre incansablemente los pueblos y distritos más alejados de Arequipa para asegurarse el apoyo de los electores. Le alcanzó para quedar en segundo lugar, a poco más de 5 mil votos del tercero en disputa, Alfredo Zegarra. Pero unos 13 mil votos por debajo de Elmer Cáceres Llica, un riva duro de roer.

Con su esposa Jimena, el día de la votación en primera vuelta. Foto: Erick Rodríguez

Ísmodes no desea repetir lo sucedido hace cuatro años, cuando estuvo muy cerca de ser elegido gobernador regional. En aquella oportunidad, Yamila Osorio le ganó en las urnas gracias al voto de las provincias. Por tanto, hoy su estrategia política es incluirlos en su recorrido de campaña, sin descuidar la capital, a la que considera su bastión.

Más allá del candidato

Javier Ísmodes Talavera es muchas cosas: abogado litigante, docente universitario, empresario, esposo y padre de dos hijos. Quienes lo conocen consideran que es un hombre perseverante, inteligente y audaz para los negocios. Sin embargo, Ísmodes se califica como un emprendedor.

Muchos creen que el candidato proviene de una familia privilegiada, algo que él rechaza tajantemente. Según cuenta, nació en la casa de sus padres bajo la asistencia de una partera, porque no había dinero para el hospital. No oculta su orgullo por haber trabajado desde los 17 años para solventar sus estudios.

Es hijo de un visitador médico y de una sencilla ama de casa. Gran parte de su niñez y adolescencia la pasó bajo el cuidado de su familia materna, debido a que su padre se desentendió de él. Una gran influencia en su vida ha sido y sigue siendo su tío Javier Lizárraga, quien fue consejero regional en el gobierno de Juan Manuel Guillén.

Estudió la primaria en la escuela pública N° 40039, luego obtuvo una media beca para seguir la secundaria en el colegio San José. Posteriormente decidió formarse en Derecho y lo hizo en la Universidad Nacional de San Agustín, donde llegó a ser catedrático. Allí gozó siempre del padrinazgo de su tío Javier Lizárraga, aunque no le faltaron méritos para despegar por sí mismo. Tiene el grado de magister y está cursando un doctorado.

Con el símbolo del foquito, señal de que tiene las ideas encendidas.

El bicho de la política

Ísmodes tuvo afición por la política desde los 9 años, según recuerda. La inclinación partió de la lectura, pues tenía predilección por hojear revistas y diarios como Caretas, Monos y Monadas y El Diario Marka, de orientación izquierdista. “Leí un libro de historia actual del Perú de Mosca Azul Editores y ahí decidí que la política era parte mi vida”, confiesa. Sin embargo, su ingreso a este terreno se cumplió en la universidad al fundar el movimiento estudiantil Proyecto Académico Social (PASO). Por tres años consecutivos el grupo llegó a ganar la representación de los alumnos en el tercio estudiantil.

Tras hacerse un nombre como abogado y no poca fortuna, a partir del 2006 buscó hacerse un sitio en la política regional. Primero pretendió ser alcalde provincial y luego gobernador, en dos ocasiones. Esta es su tercera postulación al mismo cargo y está convencido que ha llegado su momento. El bajo nivel intelectual de sus contrincantes alienta la idea, pero nada es seguro en estas lides.

De sus anteriores participaciones, la más anecdótica es la de 2014, cuando se bañó de noche en la pileta de la Plaza de Armas creyendo que había ganado las elecciones. Consultado por ese episodio, Javier Ísmodes dice que se arrepiente de nada. “Es una experiencia más de vida”, se defiende. Además afirma que la idea no fue suya, sino que un simpatizante lo empujó tras la algarabía al conocer los primeros resultados.

En su afán por el máximo cargo, dejó atrás la relación que mantenía con la agrupación Arequipa Renace, de Alfredo Zegarra. Según se rumorea, el “compró” el movimiento al que hoy representa y, como es costumbre, es el único que manda en esa agrupación.

Su discurso se inclina hacia lo moderno y hace énfasis en el emprendimiento y la competitividad. Por eso eligió como símbolo del movimiento un foquito con la letra “I” que significa innovación.

LA PERSONALIDAD

Como es habitual, a Javier Ísmodes le ha llovido críticas de todo tipo durante la campaña. Una de ellas es promover la venta de unos terrenos en Majes Siguas a la empresa Open World a un precio excesivamente bajo. Ocurrió cuando era gerente de Comercio Exterior y Turismo durante la primera gestión del expresidente regional Juan Manuel Guillén Benavides (2007-2010). Su solvencia económica y su habilidad para los negocios hacen recelar a sus críticos sobre las ventajas que habría obtenido en esta transacción, aunque legalmente, no fue acusado de nada y la Contraloría terminó por avalar la venta.

Con la casaca verde de Arequipa Renace, cuando era aliado de Alfredo Zegarra.

Otra crítica recurrente es su trato con las personas. Quienes lo han tratado se quejan de su falta de empatía con la gente, además de ser más tecnócrata que político. Algunos trabajadores del Gobierno Regional lo recuerdan como un funcionario prepotente y autoritario. Un episodio, narrada por un periodista, ocurrido en la campaña anterior, lo describe como explosivo y agresivo.

Ísmodes Talavera intenta revertir esa idea en cada recorrido de campaña. Hoy va y estrecha la mano de los electores, come con ellos e incluso se pone a bailar, cada vez que lo invitan.

Esta vez, se dice a sí mismo, no se le escapará de las manos el sillón del Gobierno Regional, como hace 4 años. Su ambición es dejar huella en la política arequipeña. “Tengo un sueño y es hacer de Arequipa una región como una de las cinco mejores de Latinoamérica”. Y aunque algunos podrían verle un aire de Luther King, su ambición de convertirse en el Kennedy local, es todavía un anhelo.