Casi no hay historia de amor tormentoso que no haya comenzado o acabado en el verano, como las olas que nacen invencibles y vienen a morir, con inevitable melancolía, a la playa; aunque segundos antes estaban tronando. En Arequipa, cuyo sol se ha vuelto – según los expertos- dañino para los propios arequipeños, sus días de playa, son irremplazables.
Últimamente, a pesar de la basura, y demasiados borrachos, el litoral arequipeño sigue siendo el refugio de todo soñador/a, a donde vamos en busca de esos instantes atómicos de felicidad, como las pequeñísimas
gotas que humedecen la orilla al amanecer, en cantidades de millones, suavizan la minúscula roca convertida en dócil arena….
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