La vida en el monasterio

Cultural

El mayor conjunto arquitectónico colonial, cuya presencia ha caracterizado más de 400 años de historia de la ciudad de Arequipa, el Monasterio de Santa Catalina es una joya en sí misma. Con estas vistas,acompañamos un texto sobre la vida en el convento(*), que relata algunas estampas de las rutinas que albergaban estos muros centenarios allá por fines del siglo XVI.

El 1 de abril de 1791, Sor Paula Francisca del Tránsito y Barreda, entonces priora del monasterio, le dirige al obispo Chaves de la Rosa una carta en la que, entre otros asuntos, refiere la rutina practicada hasta entonces por las religiosas: “[…]tocándose a las cuatro y media de la mañana la matraca –narra la priora- íbamos al chorro con prontitud rezando un rosario y enseguida hacíamos las cuatro horas de prima, tercia, sexta y nona; a las cinco y media se tocaba la misa mayor a la que asistíamos; acabada ésta nos recogíamos a nuestras celdas para tomar el descanso necesario y las más de las veces nos quedábamos a rezar allí salmos penitenciales o conmemorando aniversarios y salterios, lo que nos obligaba por constitución, por alguna religiosa en caso de muerte. A las once y treinta nos tocaban a refectorio y después de fenecido, nos recogíamos nuevamente para descansar. A las dos de la tarde volvíamos al coro donde después de rezar vísperas y completas y un competente espacio de rosario mental, nos retirábamos nuevamente a tomar descanso. LLegada la hora de oración tocaban maitines y pasando al coro habíamos oración mental por espacio de una hora.Después se rezaba un rosario y terminado este se tocaba a refectorio y fenecido, del cual se tocaba a recojo […]”.

Con las debidas modificaciones producto de las sucesivas reformas conventuales, esta rutina ha signado y marca todavía la vida del monasterio. En sus inicios, las monjas decían, por ejemplo, asistir a misa dos veces por semana, obligación que pasó luego a ser diaria, como lo son también la comunión, la oración, el oficio divino (maitines, laúdes, prima, tercia,vísperas, completas, sexta y nona), media horas de meditación por la mañana y media por la tarde (que puede ser en parte suplido por el resto del rosario),además de las manualidades (que en tiempos más recientes han dejado de ser deberes cotidianos).

La confesión se hace una vez por semana y conduce a actos de penitencia, ejercicios de piedad, mortificaciones, privaciones y a la realización de algunas obras de utilidad común. Las religiosas tienen diez días al año de ejercicios espirituales, en cuaresma o adviento, y un día al mes de retiro espiritual. Hacen también algunas procesiones dentro del monasterio, en ciertas festividades como el Domingo de Ramos. En las horas de refectorio escuchan lecturas espirituales y en la comida se lee un capítulo de las Constituciones con excepción del viernes, en que se lee un capítulo de la Regla. Además de los días de ayuno que corresponde guardar a los fieles, las monjas deben observarlo todos los viernes del año y durante el tiempo de adviento y cuaresma. Cabe señalar también que solo pueden recibir la visita de sus familiares una vez al mes.

El monasterio alcanzó su mayor auge poblacional entre mediados del siglo XVII y fines del XVIII. Hacia 1795 sumaba cincuenta y tres monjas de velo negro, veintiocho de velo blanco, doce hermanas donadas, sesenta y dos seglares ocupadas en el servicio del convento y otras setenta, incluyendo esclavas, al servicio particular de las monjas. En 1908 tenía treinta religiosas; en la actualidad cuenta con veinte monjas profesas, cuatro novicias, una postulante y dos aspirantes.

(*) De “Santa Catalina.El Monasterio de Arequipa”, editado por Promociones Turísticas del Sur y Bienvenida Editores, en el año 2005. Págs. 85-86.