Perú: escenarios electorales del conservadurismo hacia 2021 (I)

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Hace 10 años, todos los candidatos a las elecciones en Perú buscaban emular de alguna forma la campaña de Barack Obama, su discurso de ‘esperanza’ y de justicia social para con los pueblos pobres y postergados del país. Luego de la aburrida y mediocre campaña presidencial del 2016, pareciera que los diversos candidatos emergentes quisieran copiar a Donald Trump como modelo para ganarse las preferencias de los peruanos en las elecciones de 2021, año del Bicentenario de la Independencia de la República.

El conservadurismo en el Perú

Para entender la consolidación de la derecha como propuesta político-electoral en el Perú, debemos entender algunos hechos. En primer lugar, el paradigma que domina la economía peruana es el mismo que ha venido siendo implementado (con matices menores entre gobierno y gobierno) desde 1990. En su período de gobierno de 2011 y 2016, Ollanta Humala jamás generó algún tipo de cambio de paradigma en el manejo del Estado más allá del aumento de la inversión en algunos programas sociales, educación, salud y defensa, por lo que no puede considerársele como parte de la ‘ola bolivariana’ de gobiernos progresistas sudamericanos de la década pasada. Este paradigma, mezcla de economía de mercado, extractivismo primario-exportador y gasto público desarticulado, ha venido consolidando una distancia cada vez mayor entre el campo político y el campo económico, de tal manera que importa cada vez menos quién administra la cosa pública, frente a un estilo de gobernanza compuesto por diversas reglas (formales e informales) que se mantienen a pesar de que cambien los grupos políticos en el gobierno. Sobre esta ‘Gobernanza sin Gobierno’, Roger Merino, profesor de la Universidad del Pacífico (Lima), apunta:

“[…] la gobernanza se desarrolla bajo premisas intocables producto de un consenso implícito en las elites políticas y económicas. Se acepta la agenda de lucha contra la violencia sexual, cuotas de género y paridad salarial, pero se excluye de la discusión al matrimonio homosexual o la despenalización del aborto. Se acepta la necesidad de “inclusión” y “tolerancia” a los pueblos indígenas, pero se excluye su derecho a dar consentimiento y al territorio integral. Se aceptan los derechos de los consumidores y la sanción de prácticas anticompetitivas, pero es impensable, por ejemplo, replantear el sistema privado de pensiones o los tratados de libre comercio. Se aplauden los negocios con China y su partido comunista, pero al mismo tiempo se exige eliminar a cualquier grupo político que aparezca con el nombre “comunista”. Estas y muchas otras reglas son aceptadas por conservadores, liberales e incluso una gran parte de la izquierda, y definen los términos de lo político, de lo que puede ser discutido, de lo que puede ser implementado. Es por ello que, paradójicamente, el poder es ejercido en realidad por esta gobernanza que gobierna con cierta autonomía del gobierno formal, el cual carece de una visión propia de país y menos de una relación de representación con los sectores sociales. De este modo, instrumentos de política claves como el Plan Estratégico de Desarrollo Nacional son intranscendentes, al mismo tiempo que el Estado es incapaz de comprender a cabalidad la naturaleza de los conflictos sociales, así como el desarraigo de grandes sectores de la ciudadanía frente a los sueños de las élites, como ser parte de la OECD”[1].

Este hecho es importante para entender lo difusas que son las identidades políticas en el Perú de hoy, dándose lo que Tariq Alí denomina como ‘el extremo centro’: la democracia reducida a procesos o rituales de elección de individuos que llegados al gobierno implementan el mismo tipo de políticas públicas[2].

En segundo lugar, la emergencia de nuevos sectores conservadores en la política peruana es, en buena parte, debido a la consolidación de esas políticas de ‘extremo centro’, a lo que se suman algunas particularidades propias de la realidad peruana; como la incapacidad de la izquierda peruana para reconstruirse en torno a un liderazgo unificado luego del gobierno de Ollanta Humala y el surgimiento de tendencias xenófobas nunca antes vistas debido a la migración venezolana. Sin embargo, el hecho más relevante para el conservadurismo peruano actual es el fin del pacto entre élites económicas y fujimorismo, así como su posterior ruptura interna. Keiko Fujimori fue considerada como la única y verdadera guardiana del modelo económico peruano sólo hasta el año 2011, cuando fue derrotada en las elecciones generales. El extremo centro se consolidaría ya con Humala en el gobierno, mientras las élites observaban perplejas cómo éste abdicaba de todas y cada una de sus promesas de cambio casi sin dar ningún tipo de pelea, no sólo demostrando que el miedo al ‘castrochavismo’ que impulsaban desde sus medios de comunicación era una absoluta mentira, sino además creando la conciencia cínica en la población de que el modelo económico peruano era irreversible. Quizás por eso sea Perú uno de los pocos países del mundo en los que hay tendencias al alza en la bolsa de valores y de baja en el precio del dólar luego de la renuncia de un Presidente, como efectivamente ocurrió con Pedro Pablo Kuczynski en marzo del año pasado[3]. Obviamente, ¿qué importaba si el Presidente sustituto iba a ser Vizcarra, Aráoz, o que se convocaran nuevas elecciones; si lo que no pudo cambiar Ollanta ya no lo iba a cambiar nadie?

A la hegemonía total de la derecha en la política peruana, sólo podían sucederse fraccionamientos y nuevas divisiones internas, siempre dentro del consenso económico actual. Si para ganar las elecciones de 2016, Pedro Pablo Kuczynski se quiso mostrar como la alternativa ‘modernizadora’ al proyecto autoritario de Keiko Fujimori, a pesar que en esencia fueran casi lo mismo; es de esperarse que aparezcan nuevos clivajes con diversos sesgos, entre conservadores, neoliberales y autoritarios, como resultado del encarcelamiento de Keiko y de las renuncias al interior de su partido[4].

(*) Politólogo y Magíster en Políticas Públicas. Profesor de la Escuela de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad Católica de Santa María (Arequipa), Investigador Asociado del Instituto de Estudios Políticos Andinos (Lima) y coordinador para América Latina de la International Association for Political Science Students-IAPSS (Nijmegen, Holanda).


[1]  https://rumboeconomico.com/2016/11/01/poder-politico-en-el-peru-o-la-gobernanza-sin-gobierno-por-roger-merino/

[2] http://www.rtve.es/noticias/20151108/tariq-ali-contra-extremo-centro-democracia-esta-vacia-porque-votes-quien-votes-politicas-son-mismas/1249661.shtml

[3]      https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/martin-vizcarra-ppk-economia-pestaneo-diego-macera-noticia-508099

[4] De los 73 congresistas que Keiko Fujimori recibió en 2016, hoy sólo quedan 55. https://larepublica.pe/politica/1396896-siguen-renuncias-grupo-fuerza-popular-congreso