El Plan de Desarrollo Metropolitano (PDM) vigente, tiene un largo y oscuro historial. Su antecedente es el Plan Director de la ciudad, aprobado en el año 2000, con vigencia hasta el 2015. Este documento, se supone, regularía el crecimiento urbano, la disposición territorial y la planificación racional de la ciudad. Con el crecimiento poblacional y las innumerables infracciones a ese plan, por parte del propio municipio provincial y los distritales, en el año 2014 ya urgía una nueva guía para la administración municipal.
Sin embargo, el documento en cuestión era de altísimo interés para los invasores, traficantes de terrenos, urbanizadores, dueños de predios rurales, entre otros. La protección a la campiña arequipeña y la dificultad para cambiar de uso muchos terrenos, hizo aumentar el valor de los predios urbanizables, generando lucrativos negocios en los municipios con este tipo de predios. En general, todos burlaron el plan Director y la reducción de la campiña no paró.
Por eso era importante aprobar un nuevo PDM. La gestión de Alfredo Zegarra encargó la elaboración de este documento a un arquitecto español que, según las malas lenguas, comenzó a cobrar a propietarios y asociaciones por demarcar sus terrenos como urbanizables. Al final, cobró un millón de soles al municipio y entregó un documento que arquitectos urbanistas calificaron de mamarracho…
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