Arriba Perú

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El llanto de un crack derrotado, tres no-goles gritados a todo pulmón por la barra peruana y un impecable final, con cinco cañonazos. Dos horas que tuvieron en vilo a todo el Perú, el sábado pasado.

Perú-urugay

Más allá del análisis deportivo, igual como ocurrió en el mundial de Rusia, lo rescatable de este evento es la cohesión patriótica que el fútbol consigue generar.

Ver a un estadio entero, en la lejana Rusia, entonar a todo pulmón el segundo himno, «Contigo Perú», tuvo un efecto sanador; y ahora, ver al equipo de jugadores haciendo lo mismo en el camerino, tiene que servirnos de algo.

Porque durante largo tiempo los peruanos vivimos, efectivamente, oprimidos por nuestra propia autoestima; por las tragedias que han marcado nuestra historia, desde que Atahualpa, aquel orgulloso e imponente guerrero muriera bajo un infame cogote, pese a que había logrado reunir una habitación entera de oro y plata que enriqueció a los futuros opresores de su raza.

Y de pronto, hemos levantado la cerviz; y este cambio en el sentimiento de sentirse orgullosamente peruano, no tiene vuelta atrás. No ha sido solo el deporte, claro, sino muchas otras cosas: desde el rescate de nuestra historia, la gastronomía, la juventud emprendedora que hoy recorre el mundo, con la frente altiva. Los logros internacionales de los peruanos, en diversos campos, no paran de suceder. El pasaporte guinda es ahora un privilegio, pues a diferencia de otros latinoamericanos, nos abre casi todas las puertas del mundo. La bandera y el himno del Perú se lucen orgullosos en todos los confines del globo. Y a pesar de nuestros problemas como sociedad, los cambios se han iniciado, imperceptibles.

Ver los rostros peruanísimos de los jugadores, orgullosos de su origen, es un presagio. Un futuro brillante le espera al país, si nos dejamos guiar por ese sentimiento. Para eso servirá la noche del martes en Brasil, cuando esa sensación se reedite y todos gritemos a coro: como no te voy a querer, como no te voy a querer, si eres mi Perú querido, el país bendito que me vio nacer.

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