Sobre Tía María

Columnas>Columna de humo

El proyecto minero Tía María, como era de esperarse, ha generado un conflicto de imprevisibles proporciones. El debate sobre su legitimidad en realidad es la exhibición de posiciones obstinadas, que no se amparan, las más de las veces, en argumentos y razones, sino en el escarnio y la descalificación. Eso cabía esperar, pues se confrontan, por último, visiones sobre el país. (Y me confirman, de paso, un escepticismo ya incurable).

conflicto por Tía María

Mineros vs. antimineros; regionalistas vs, centralistas, derechistas vs. izquierdistas, productores vs. ambientalistas: los discursos son antagónicos y no se acepta matices. Y este antagonismo reproduce otros, dictados por el fanatismo (y, generalmente, la estupidez): modernos vs. subdesarrollados, pacifistas vs, violentistas, explotadores vs. terrucos, buenos vs. malos. Y así.

Mi izquierdismo más bien sentimental me persuadiría a tomar partido por quienes defienden la tierra -y todo aquello que suponga una convivencia menos saqueadora con ella- frente a un probable ecocidio. Y me impulsaría aún más los antecedentes contaminantes de Southern, que son groseramente delictivos. La desconfianza con esta empresa, a la luz de sus prácticas depredadoras, me parece plenamente justificada.

Por lo demás, jamás suscribiría las convicciones elementales (y muchas veces rapaces) de la Confiep, y sus portavoces políticos, y sus difusores amenazantes en la prensa y demás medios; más si esos discursos justifican la represión violenta, cueste lo que cueste, de la protesta. Existen, ciertamente, principios como los de legalidad y de autoridad inmiscuidos, y la legítima expectativa económica por la explotación de un recurso mineral al parecer abundante, pero ninguno de ellos puede imponerse con la muerte. Si existe el temor de los pobladores a que la actividad minera contamine el agua o envenene los cultivos (repito, plenamente justificado), pues mal, muy mal se ha hecho en estigmatizar y ridiculizar ese temor con expresiones de odiosa superioridad, de ciega incomprensión, de discriminación violenta. Como siempre, se prescindió del diálogo con los habitantes directa o indirectamente afectados, cuya opinión es siempre determinante.

Ese pensamiento de «qué importa un cholo más o uno menos frente al Capital que proporciona riqueza para todos» es más que nefasto: es históricamente criminal. 

Pero no quiero enrolarme tampoco en las filas de quienes están actualmente representados por toda una corte de pillos, oportunistas de todo pelaje, pendejerefes, politicastros de la peor ralea y delincuentes impunes. Esta nómina del asco se ha adueñado de la protesta -legítima-, la ha convertido en la ocasión propicia para promover sus figuras indeseables. (Muchos de estos sujetos, no debe olvidarse, tiene serias acusaciones de delitos que van desde los patrimoniales hasta los de ultraje sexual). Su presencia enturbia insoportablemente el clamor de los ciudadanos, lo degrada a pretexto perfecto para olvidar sus vilezas. Y que hablen de vacancia moral del ahora errático presidente Vizcarra es una indignante manera de burlarse de sus víctimas.
No se puede compartir ruta con estos indeseables.

Si la incredulidad con la empresa minera no se disipa (y la verdad existen motivos robustos para la desconfianza), y si a ese recelo se suman informes técnicos de varias entidades, incluso de la ONU, con cuestionamientos macizos al plan de explotación del recurso mineral, pues simplemente Tía María no va.

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