Tía María: no solo es problema de confianza

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Cualquier “mesa de diálogo” que se instale con el fin de que la empresa Southern o el gobierno peruano persuadan a la población de Tambo respecto de las conveniencias de Tía María, será harto insuficiente, por decir lo menos. Justo porque se trata sólo de eso: persuadir, seducir, no decir la verdad. Desde el momento en que tanto el gobierno como la empresa, ahora y siempre asociados en base al desesperado interés en sacar adelante como sea el proyecto, solo tienen ese único objetivo entre ceja y ceja, dirán y prometerán todo lo que se les ocurra para lograr sus objetivos: el oro y el moro, los cielos y la tierra, la chacra y el mar (que es lo que hace tan agradable y acogedor a ese entrañable valle de la costa arequipeña). 

¿Qué no dirán para lograr sus judaicos intereses y sus objetivos mezquinamente políticos? ¿Quién y cómo garantizarán que se cumplan esas promesas que llaman diálogo, más allá de las palabras?, ¿esperan que la población les crea porque sí? Después que el gobierno ha cometido la flagrante estupidez de aprobar la licencia de construcción a la empresa, dejando de lado completamente a los directamente afectados, y traer tropas policiacas al valle, para “dialogar”, habría que ser más estúpidos que él para creerle.

No es un problema exclusivo de la población tambeña, es un problema de todo el Perú.  Y este gobierno ha claudicado respecto de su papel esencial, que es el de representar al Estado peruano (el Estado somos todos, incluidos los tambeños) y el de mantener la neutralidad frente a los conflictos en el peor de los casos, y en el mejor: identificarse, en primer lugar, con los intereses de la población que en este momento representa a todo el Perú. Y no en lo que le conviene políticamente al gobierno y en lo que le conviene económicamente a la desconfiable empresa.    

Dialogar poor Tía María ya no garantiza nada. Si el gobierno se preocupara de la población y no solo de los dividendos económico políticos que pueda dar la contaminante explotación minera, buscaría y hallaría la manera de garantizar que no se producirán consecuencias negativas para la agricultura, que es el único medio de vida de la gente del valle: convocaría a un organismo como la UNOPS  de  Naciones Unidas, constituido por expertos en Impacto ambiental, que en oportunidad anterior hicieron 184 observaciones, 30 de ellas insalvables. Claro que al gobierno o a la empresa no les conviene la UNOPS, porque ese organismo, como toda institución y toda persona seria, tienen el horrible defecto de decir la verdad.

Cada vez que la empresa ha querido explicar las bondades de la explotación de Tía María se ha comportado como empresa: aplicando un programa de marketing, es decir una estrategia de imagen para parecer, no para ser. Pero el que es no necesita parecer. Si alguien es, no necesita asesor de imagen. Venden un producto. No les conviene la verdad, cuando aquí cabría explicar en palabras sencillas esas bondades a todo el país, si las hay. ¿Y cómo lo van a hacer sin necesidad de asesinar la agricultura y destruir el equilibrio ecológico del valle? Sus razones tendrían que convencernos por sí solas.

Tienen que garantizar que no habrá contaminación. Pero no con palabras, hay muy poquita fe, sino con actos que nos lleven al convencimiento que la salud del valle estará bien garantizada por el estado y la empresa, con hechos, con documentos, con garantías contantes y sonantes, permanentes y duraderas. No con palabras. En el más vergonzoso momento de nuestra historia, cuando autoridades poderosas y poderosos empresarios han convertido este país en un albañal, ¿van a pedirle al pueblo de Tambo que se derrita en lágrimas lleno de fe en nuestras sacrosantas autoridades y empresarios? 

Se nota que ni unos ni otros tienen las luces para comprender el problema y a este pueblo, y ponerse en sus zapatos como tendría que hacer todo peruano. Les importa un rábano. Por eso Chile no tiene Bambas, ni Congas, ni Tía María, como dice el doctor Javier Lizárraga. Porque es un estado que funciona, porque es un estado moderno y democrático. 

He pasado mi infancia en ese valle. Y por eso digo a boca llena que una de las torpezas de los aludidos es creer que los pobladores del valle son unos imbéciles. Es todo lo contrario. Han mantenido en ellos esas antiguas virtudes arequipeñas que en la ciudad están en vía de desaparición, si no han desaparecido ya.  Elvis Apaza, del Frente de Defensa del valle, por ejemplo, muy distinto al caudillo altiplánico a la moda, se expresa sobria y sensatamente: “No somos anti mineros. No es nuestro caso. Creemos que la minería se puede dar en zonas lejanas a la agricultura porque en el Valle de Tambo están chocando con nuestra fuente de trabajo…El valle es un lugar que da empleo a 20 mil personas. Hay estabilidad laboral, cualquiera puede vivir de la agricultura, no es necesario ser profesional o experto…La minería no va a respetarnos, eso se ve en varios lugares del Perú…El gobierno dice que va a traer millones al Perú, pero en realidad se benefician los grandes empresarios, los ministros y congresistas. Hay mineras en Cajamarca y Huancavelica que no han dejado nada…”       

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