Tras movida contra el Congreso, le toca jugar al presidente y podría ser Jaque Mate

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En el Perú, como en otras democracias, el juego político se disputa en dos tiempos: En el primero, los electores son convencidos, seducidos o engañados por los partidos y otros grupos políticos para que voten por sus candidatos, contando con la pésima educación y nulos hábitos de lectura de aquellos y el impacto de la propaganda directa e indirecta de los medios de comunicación en poder de ciertos grupos capitalistas, que son los que finalmente inducen el voto de los ciudadanos. Es el modo de acceder a la dirección del Estado de estos grupos. Los electores no son jurídicamente responsables por sus votos y casi todos ignoran que son ellos el origen del poder del Estado. En consecuencia, no llegan a darse cuenta de que los candidatos a los que prefieren se sirven de ellos para tratar de enriquecerse y adoptar medidas que, por lo general, los perjudican. En el segundo tiempo, el juego político se traslada al Congreso de la República, al Poder Ejecutivo, a las regiones y a las municipalidades, donde sólo intervienen los candidatos elegidos en el primer tiempo. Los electores no cuentan para nada, salvo cuando se acercan las próximas elecciones y los políticos comienzan de nuevo a coquetear con ellos.

congreso

Hace ya muchas décadas, la oligarquía capitalista blanca no se vale de partidos políticos propios. No tiene equipos de intelectuales aceptables por los electores, en muchos de los cuales arde un rescoldo de resistencia a lo que le hacen al país. Ha encontrado más ventajoso y práctico alquilarlos o financiarlos. Entraron en esta modalidad los partidos que gobernaron de 1980 a 1990 que hicieron lo que les decían, descoyuntaron la economía y recibieron una buena parte de sus ingresos de la corrupción.

Desde 1990 hasta hoy ha seguido el ciclo de los políticos aventureros, gracias a una legislación apropiada para auparlos. 

Entre 1990 y 2000 se hizo cargo del Poder Ejecutivo uno de ellos que completó la contrarrevolución capitalista, imponiendo totalmente el neoliberalismo, eliminó del Congreso a los grupos opuestos y los reemplazó por una mayoría de otros aventureros admitidos por electores seducidos, y hasta se dio el lujo de hacer aprobar una nueva Constitución a gusto del poder empresarial que lo había promovido. El Poder Judicial se alineó con él, y la corrupción se convirtió en una inconducta cuasi legal. 

Cuando este aventurero se desgastó irreversiblemente, la oligarquía capitalista depositó su apoyo en otro que, por sus caracteres raciales indios podía jalar el voto de la mayoría necesaria para elegirlo, y tuvo éxito. Al Congreso fueron otros aventureros. Luego se sabría que ese “cholito” había batido el récord de corrupción hasta ese momento.

En el siguiente período, la oligarquía capitalista prefirió a su antiguo peón, taimado, más experimentado y jefe absoluto de un equipo de expertos en corrupción, frente a otro aventurero que le resultaba sospechoso de populismo, pero que también recibía dinero de otros grupos. Como el caudal electoral de su hombre del noventa, ya condenado y preso, no era desdeñable, no dejó de invertir en él, por sí acaso. Y así pasaron seis años durante los cuales los dueños del dinero se enriquecieron más, utilizando sus piezas colocadas en las entidades estatales, adecuadamente lubricadas por la corrupción.

En las elecciones de 2011, la oligarquía capitalista jugó simultáneamente con varios aventureros de los cuales, en la segunda vuelta, se impuso uno, que había vestido el uniforme militar y exhibía las huellas de su conversión a marioneta del poder empresarial, frente al grupo liderado por la hija del que estaba preso. El aventurero ungido hizo lo que le dictaron sus patrocinadores, por supuesto, mientras la corrupción seguía expandiéndose como un incendio forestal.

En 2017, la hija del aventurero preso, poderosamente apuntalada por el poder del capital, entendió que se jugaba una fija y, en efecto, ganó en primera vuelta con casi el 40% de los votos y obtuvo 73 representantes al Congreso por una ley electoral que parecía haber sido hecha para favorecerla. En segundo lugar llegó otro aventurero, muy experimentado en los negocios y la política y financiado también por el gran capital, que, para sorpresa de aquella le ganó en la segunda vuelta por puesta de mano. La candidata de varios grupos de la llamada izquierda, promovida por el periódico de un grupo capitalista, llegó en tercer lugar en la primera vuelta, casi con el 19% de los votos. Muchos congresistas de los grupos que compitieron eran recién llegados a la política e insuficientes intelectualmente, y otros duchos en la maniobra y la retórica gaseosa. Una vez sentados en sus curules se sintieron importantes, más que por su función, por sus imaginadas dotes personales.

Y, de pronto, estalló el escándalo de la corrupción. La República de los aventureros estaba tan podrida que por toda parte saltaba la pus, como había denunciado González Prada hacía más de cien años, y, entonces, uno tras otro los ex presidentes de la República tuvieron que enfrentarse a fiscales y jueces que, felizmente, conservaban la moral al tope.

Al Presidente le descubrieron ciertas intervenciones ilegales con el Estado cuando fue primer ministro que le reportaron una buena cantidad de dólares. La hija del aventurero preso vio llegado el momento de la revancha y le bajó el pulgar, orden que se tradujo en una moción en el Congreso para vacarlo por inmoralidad. Este pedido no alcanzó, sin embargo, la mayoría requerida por la defección de su hermano, a cambio de un ilegal indulto a su padre conferido por el Presidente. Aun así, este no se salvó. Unos días después atraparon a varios de los suyos en un negociado de votos para impedir otro impeachment,y tuvo que renunciar.

Y, así llegó a la presidencia de la República el actual mandatario, siendo primer vicepresidente, “sin comelo ni bebelo”, un burgués de provincia que había sido gobernador de su región tras varios ensayos fallidos y para quien el poder empresarial parece ser la fuente celestial del poder. ¿Conocía las andanzas de su jefe? De haberse contentado con gobernar, pasando desapercibido, tal vez hubiese concluido el período de su antecesor sin pena ni gloria. La hija del aventurero preso lo empujó a un nuevo e inédito destino. Sintiéndose poderosa con su aplastante mayoría en el Congreso, aumentada por los cinco votos apristas que se le sometieron, dio la orden de hostilizarlo y vacarlo luego.

En el ínterin se descubrieron nuevos casos de corrupción, por la acción de un periodista y aguerridos fiscales y jueces empeñados en cumplir su deber.

Entonces, ya porque le aconsejaron, ya por decisión propia, el nuevo Presidente pasó a la ofensiva, y, en su mensaje a la Nación del 28 de julio de 2018, presentó una moción para modificar la Constitución en cuatro aspectos importantes, entre los cuales estaba la prohibición a los congresistas de ser relegidos inmediatamente, so pena —lo que se suponía— de disolver el Congreso. Y, aunque no se crea, los congresistas, esa mayoría de envalentonados aventureros, se desinfló y aprobó lo que se le pedía. Por coincidencia, en octubre de 2018, la Justicia envió a su jefa exterior a la cárcel por ciertas evidencias de haber recibido dinero ilegal, ella y su grupo. 

Acto seguido, en diciembre de 2018, el referéndum convocado para pronunciarse sobre las reformas propuestas por el Presidente, aprobó tres de ellas con una mayoría del 86%, lo que equivalía a un voto de confianza para él y una apabullante censura para los aventureros del Congreso. Ese ingeniero simple, sin norte político y provisto sólo de un pequeño grupo de parlamentarios residuales, pareció elevarse a las alturas de un estadista de fuste. Sólo en apariencia, porque unas semanas después salió emitiendo un decreto supremo, elaborado probablemente por el estado mayor de los empresarios, para superexplotar a los trabajadores. Y perdió mucho del apoyo popular que había ganado.

Olfateando la ocasión, unos meses después, los congresistas de su enemiga volvieron a las andadas y comenzaron sus movidas para vacarlo.

La replica del Presidente llegó en su mensaje del 28 de julio. Al terminarlo, propuso adelantar las elecciones políticas para el próximo año, tanto de parlamentarios como del Presidente y los vicepresidentes de la República. Sus oyentes en el Congreso se quedaron mudos. La espada de Damocles que pende sobre sus cuellos  sigue siendo la posibilidad de una disolución del Congreso, aunque desgastada por el paso del tiempo. De otro modo, el Presidente no hubiera hecho ese pedido. Tras la próxima jugada del Congreso, le tocará mover a él, y podría ser jaque mate, si tuvieran la osadía de oponerse. Pero, ¿lo haría?

Y, a todo esto, al poder empresarial parece no turbarlo lo que suceda, puesto que ya tiene sus piezas de recambio en su lista de espera.

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