Percy Gibson

Columnas>Sobre el volcán

Se puede homenajear a Arequipa, ciudad-individuo, ciudad-república, recordando a un arequipeño, a uno de carne y hueso, que es también un ciudadano del mundo. Uno que en las primeras décadas del siglo XX encarnó de la manera más íntegra las virtudes esenciales de los arequipeños. Es verdad que en las personas menos dotadas esas virtudes son menos pronunciadas y hasta inexistentes o mezcladas con defectos que superan a aquellas; y entre ambos una enorme gama de matices, de maneras de ser arequipeñas. Eso no impide que se pueda hablar de una Arequipa esencial. Y Percy Gibson Parra es parte de esa Arequipa esencial que se encarna en Bustamante y Rivero, en Francisco Mostajo, en Alejandro Olmedo, en Mario Vargas Llosa, en Alberto Hidalgo, en Humberto Núñez Borja, en Héctor y Alfredo Cornejo Chávez, en Jorge Polar, en Luis Duncker, en Benigno Ballón y otros tantos arequipeños esenciales.  

No es asunto de cantidad, en todo caso. Y aún en los pueblos que tienen una tradición de la cual enorgullecerse, como Arequipa, sólo muy de vez en cuando se unen en una sola persona la alta sensibilidad artística, la pasión por la libertad y la más sincera preocupación por los problemas y dificultades de la vida social (sus estrechos vínculos con José Carlos Mariátegui y su veneración por don Manuel Gonzales Prada, maestro de maestros, lo prueban, aunque el adjetivo se haya desgastado por el mal uso o la aplicación indiscriminada). Y aunque Gibson era más bien un demócrata libertario, antes que un socialista democrático, como Mariátegui, no parece que para ellos hubiera incompatibilidad ideológica o política alguna, (eso también ocurría en la relación Mariátegui-Hidalgo, o en la relación Mariátegui-Gobetti, es decir, entre liberalismo, socialismo y democracia).  

Percy Gibson se adelantó por décadas a ese espíritu a la vez liberal y solidario que hoy ha dado buenos resultados en España o Alemania, que así pueden mantener el derecho a llamarse civilizaciones, a pesar de todas las críticas que puedan hacerse. Para ellos no hay antagonismo entre ambos idearios sino posibilidades de fructífera conciliación. El principio de libertad no es inconciliable con el de solidaridad. La ética socialista no es antagónica con una política liberal auténtica, que es más o menos inversa a lo que hoy se conoce como neoliberalismo: un eufemismo para lo que debería llamarse dictadura y corrupción directa y francamente.

Los Fujimori, los Menem, los Chávez, los Pinochet, los Maduro, los Ortega etc, no son ni viejo ni neo liberales. Simplemente son dictaduras populistas o democracias bamba. No tienen nada que ver con el liberalismo. El liberalismo, en sus mejores representantes, jamás ha sostenido que el gobierno tenía que someterse a los poderes financieros y a sus directivas o a las del mercado. Eso es la antítesis de una actitud libertaria.  

Pero volvamos al poeta libertario que fue también precursor de la lucha contra el populismo, que ahora ha revelado toda su malignidad entre nosotros. Pienso que su delicadeza y circunspección no eran incompatibles con la fuerza crítica que le hacía decir su verdad, caiga quien caiga; por ejemplo, sobre la picantería o el huayno o el periodismo en su discurso por el aniversario de Arequipa en 1920.  Debe ser una de las causas por las cuales Percy Gibson resulta un absoluto desconocido para las nuevas generaciones de arequipeños. Y tal vez también porque se fue al extranjero para siempre y en silencio como Alex Olmedo, y al mismo país extranjero, para no volver jamás.

Un espíritu profundo y delicado pasa completamente desapercibido en un ambiente de masificación y estupidez. Quienes no se reconocen en quienes forjaron el prestigio y la buena tradición de la ciudad, es porque no les importa la ciudad sino sólo hasta donde lo requieren sus egoístas y mediocres intereses. Y esto debilita la ciudad, la empobrece y la afea. Tal vez se ignore que el maestro de maestros, don Manuel Gonzales Prada, “el primer instante lúcido de la conciencia peruana” (Mariátegui) haya elogiado con tanto merecimiento al que era entonces, joven poeta, dramaturgo y periodista arequipeño de fuste, lo que aparece en una entrevista que don Manuel concedió a Víctor Raúl Haya de la Torre.

 Y tal vez se sepa menos que Percy Gibson fue padre de Doris Gibson, la directora y fundadora de la revista “Caretas”, la más prestigiada y longeva de las revistas peruanas en el siglo veinte y junto a “Amauta”. Y seguro no saben que este imperceptible poeta es el autor de la letra del vals “Melgar”, cuya música corresponde a Benigno Ballón Farfán. Gibson escribía simple, verdadero y bello, como “el mar, la espuma y el viento” que según él “tienen el color del mundo”. Y eso se siente en su poesía y en sus dramas, pero también en sus discursos suicidamente sinceros….  En ellos el crítico Aurelio Miro Quesada creía sentir “una atmósfera leve, un murmullo templado de marea, fluencia de la vida que no alcanza nunca a resolverse, ni aún con la misma muerte, porque continúa discurriendo interminablemente”.   

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