TC: la impunidad de los corruptos vs nuestra dignidad

Columnas>La trenza suelta

El fujimorismo fue derrotado en el 2000 con la caída formal de la dictadura de Alberto Fujimori; y por voluntad del pueblo peruano que se movilizó ante la evidencia de la megacorrupción mostrada en el oprobioso vladivideo de Kouri y Montesinos. Luego vinieron las sucesivas condenas judiciales por graves violaciones a los derechos humanos, arrancadas en mucho por las familiares de las víctimas a nuestra justicia. Y años más tarde, cada acto de memoria en las calles llevado adelante por grupos de jóvenes, estudiantes, artistas, organizaciones sociales de base y activistas, fue el preludio de la derrota de Keiko Fujimori más de una vez en las urnas, impulsada a la hora nona por diversos actores.

TC

Si bien el país ha sido saqueado muchas veces por empresarios nacionales y transnacionales, o por líderes de partidos como el APRA; el fujimorismo resume varias de las peores (por efectivas) formas de cooptación del sistema; promoviendo siempre la tergiversación de sus crímenes, usando el derecho y su mayoría parlamentaria para evadir la justicia. Elecciones de cargos como el Defensor del Pueblo, la interferencia en el ex CNM y la Corte Suprema, el manejo que hacen del Congreso, son prácticas conocidas de copamiento; siendo un parteaguas, la elección de los integrantes del Tribunal Constitucional (TC).

Este órgano ha demostrado su importancia que es directamente proporcional al nivel de ataque y manoseo del que ha sido víctima. El fujimorismo destituyó en los 90 a sus magistrados por venganza;, y en este siglo fue usado para lograr -contra la Constitución- el nombramiento de fiscales supremos -casos de Hinostroza y de Castañeda- truchos. El Congreso fujiaprista quiso destituir otra vez a algunos magistrados al fallar contra la impunidad en el caso de El Frontón. Y ahora en el 2019 quiere imponer a sus candidatos, como sea, para lograr la libertad a Keiko Fujimori.

Van con todo y contra todo, incluso contra el propio pueblo al que deben lealtad. Y no es para menos: además de querer mantener la impunidad de los asuntos del “pasado”, busca acallar la megacorrupción. La corrupción de todos los presidentes de la República, de congresistas, de empresarios, y de las altas instancias del sistema de justicia que tuvo su cénit de evidencia el año pasado, es lo que quieren ocultar. La desvergüenza se ha esfumado otra vez y sin tapujos están dispuestos a arremeter. Van por el TC, van por Vizcarra (que perdió apoyo ciudadano por otras razones), van por quienes marcharon en las calles para evitar cooptaran todo. Y van, qué duda cabe, por aquellas organizaciones de base y movimientos sociales de activistas y de derechos humanos que se opusieron durante estos años a que avanzaran rápidamente en sus planes.

Una larga noche se le viene al país, y para frenarla necesitamos lo que ya hemos aprendido en otros momentos álgidos: unidad, y estar conscientes de que estamos escribiendo nuestra propia historia.

Cada CNMaudio, cada vladivideo, cada denuncia impune por el Congreso, cada infamia en los medios de comunicación de quienes ahora pretenden cambiar la memoria de la corrupción en el país, son razones para no rendirnos. El año pasado logramos lo impensable desde el año pasado: descubrirlos. Sigamos haciendo lo impensable: sacarlos y parar esos planes. No en vano hay varios héroes anónimos y no anónimos que se la jugaron y aun se la juegan. No permitamos un TC cooptado, ni que Keiko Fujimori quede libre de manera ilegal e injusta, no permitamos que se mantengan estos congresistas ni que avancen más estos sectores autoritarios.

El Perú comenzó un proceso que es una esperanza de Latinoamérica. ¿Cómo hicieron los peruanos y las peruanas para tener a sus presidentes en la cárcel? Las cosas (aunque de a pocos) pueden hacerse, es el mensaje. Sostener el proceso peruano, es también sostener una puerta en una  región donde hay miles de desaparecidos, donde hay feminicidios, donde cala hondo la injusticia social; donde el discurso criminal quiere imponer siempre su verdad. Los peruanos y peruanas sabemos lo que ha costado esta lucha y lo mucho que hay que hacer para que se sostenga. Nuestro éxito, pues, tiene un doble espíritu.

No en vano la CIDH ha lanzado la señal de urgencia por el TC, no en vano se acaba de reconocer el trabajo de IDL-Reporteros por el destape de Lava Jato y CNMaudios a nivel mundial. Y no en vano es una preocupación real de la comunidad internacional el estado actual en que estamos.

No hay más tiempo que perder. El llamado a la Comisión de Venecia, así como los acercamientos de Salvador del Solar a congresistas que en nada han ayudado, los plazos para debatir proyectos que el fujiaprismo ni siquiera analiza con urgencia, han sido estrategias para ganar tiempo que desgaste al adversario y poder dar el zarpazo final. El Congreso, que ha desnaturalizado su función, jugando de manera leguleya con plazos y competencias, no debe ir más.   

Hoy es la ciudadanía en las calles la que es y seguirá siendo la defensa de lo logrado en la lucha contra la corrupción y la impunidad, para continuar con lo que falta, no por apoyar a Vizcarra, sino para que los peruanos o peruanas tomemos las riendas de nuestro destino. Y para que los congresistas, los cuellos blancos, los conservadores impunes y los supremos que están beneficiándose de esta crisis, sepan que ¡no pasarán!

(Publicado en Noticias Ser)

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