Itinerario de una ruta fundacional: Huambo, Canco, Ayo

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Huambo es un pueblo de Caylloma a veinte kilómetros de Chivay. Se dice que allí se encuentra la parte más profunda del Cañón del Colca. A diferencia de la parte turísticamente más explotada, allí hay una trocha para descender que conduce al Valle de Canco, esa mítica zona más profunda, justo en los confines de Caylloma. Este mes Huambo estuvo de aniversario y entre sus actividades se programó un recorrido cicloturístico: Huambo – Canco – Ayo. Este último es un pueblo ya de la provincia de Castilla.

Huambo

Esta fue una travesía histórica, pues Huambo y Ayo no tenían una carretera que los uniera a pesar de ser pueblos contiguos. De hecho, según un poblador, era más fácil llegar a Puno para cualquiera de los dos que visitarse entre ellos. Pues la separación natural que los dividía era nada menos que el segundo cañón más grande del mundo. Ahora, las provincias de Caylloma y Castilla estás unidas. En una de las partes más estrechas y bajas del cañón, se ha inaugurado, hace poco, un puente. Ambos pueblos tienen un potencial turístico muy alto y seguramente se convertirán en referentes de la zona. Sin embargo, su historia como ruta turística recién empezó el pasado 02 de noviembre, con la iniciativa de la Municipalidad de Huambo y Autocolca de inaugurar este camino con un inédito recorrido cicloturístico al que denominaron “El desafío del cóndor”.

Así invitaron al grupo de ciclismo más representativo de Arequipa: el Team Inter, para fundar esta ruta de aventura en dos días. Curiosamente fuimos trece. Para ser precisos partimos catorce, doce varones, dos mujeres (Almendra y Edita). Luego, se aunó un ciclista local.

Día 1

Partimos de Arequipa a las 2 a.m., en las respectivas movilidades provistas por la municipalidad. Llegamos a Huambo a las 7 am. Después de un generoso desayuno en la sala consistorial y las palabras del caso, los ciclistas nos preparamos. Así asegurábamos nuestro equipaje, que iba en una camioneta aparte, y nos trajeábamos. Delante de nosotros iría una camioneta de la policía de carreteras; detrás, una ambulancia. Huambo está a 3 300 m.s.n.m. y Canco a 1 200 m.s.n.m. Eso significa aproximadamente 2 000 metros de descenso en 30 km. Los ciclistas nos ajustábamos los cascos y guantes y, en silencio, nos encomendábamos.

La trocha era firme, pero con gravilla, lo cual hacía que en algunas curvas inevitablemente la bici derrapara. Sin duda uno de los descensos más largos que nos haya tocado hacer. Nuestro coordinador, Walter Ponce, comentaba que, aunque la trocha es lo suficientemente ancha, se debe bajar con cuidado por la gravilla y no olvidar que del otro lado hay un abismo. Almendra dijo que fue una bajada muy divertida. Ambos comentarios eran ciertos. Partimos de la sierra y, en aproximadamente una hora, llegamos a la costa. El Valle de Canco, por supuesto, tiene otro clima, otra flora, como la mayoría de los valles de la costa, solo que este está ubicado en lo profundo de un cañón por lo que buena parte del día corren vientos fuertes.

Nuestros anfitriones nos condujeron a un campamento. Allí, después de un breve descanso, nos cambiamos de ropa. Lo que tocaba era hacer trekking. Cruzamos el río por andarivel y avanzamos por la orilla hasta llegar a la “Garganta del diablo”, una especie de catarata con paredes rocosas las cuales forman, al fondo, un permanente remolino. Un espectáculo de la naturaleza.

Regresamos agotados, pero maravillados. Almorzamos un chupe de camarones en casa de una familia del valle. Después, bregando contra el viento, armamos nuestras tiendas en el campamento. A las 6 p.m. el viento amainaba y la tarde caía. Unos hacían la siesta, otros conversaban. A las 7 p.m. Nuestros anfitriones nos visitaron con una parrillada. Luego comimos alrededor de una fogata y, para cerrar, bebimos chinbango.  Nos acostamos a las 10 p.m. aprox.   

Día 2

A las 6 a.m. todos ya estábamos de pie limpiando las bicis y recogiendo las carpas. Es el día que toca subir. Todo lo que se baja se sube. Así avanzamos tres km. de terreno semiplano hasta llegar al famoso puente que une Caylloma con Castilla, donde se unen el río Colca con el río Huambo. Un puente moderno: 60 metros de largo, fierro y concreto incrustados en las eternas rocas. Hicimos una parada para las fotos. Cruzando el puente todo es subida. La trocha es una serpiente que enrosca a la montaña. Varios integrantes del grupo se distancian.

El último tramo es el más empinado. Tres ciclistas llevan la delantera: David, Héctor y este servidor. Es el tramo en el que mejor hay que administrar el agua. Al llegar a la cumbre nos pareció que lo difícil había terminado, sin embargo, en adelante nos aguardaba todavía tres km. de un terreno que parecía plano, pero seguíamos subiendo. Además, era zona magnetizada, esa donde la gravedad es mayor (rarezas de la naturaleza). Desde allí, cansados, podíamos ver Ayo: un pequeño pueblo oasis. Era una visión que ayudaba a seguir adelante. Entre 10: 30 y 11:00 a.m. llegó el grupo completo.

Entonces, nuevamente a cambiarse. Ahora caminaríamos hacia la Laguna de Mamacocha. En buena cuenta era un duatlón: ciclismo y caminata. A cuarenta minutos de Ayo, en el fondo de un cañón, está una de las lagunas más hermosas del Perú. De aguas cristalinas y rodeada de árboles y cañaverales. También nadamos, algo, por cierto.

De regreso a Huambo, las autoridades y los pobladores nos recibieron con aplausos y vivas. Casi seguidamente, después de nosotros hubo una entrada de cappo y había un escenario armado. Así se preparaban para su verbena. Luego nos entregaron presentes y en el escenario hablaron el alcalde de Huambo y Walter Ponce. Los pobladores, celular en mano, se tomaban selfies con nosotros, especialmente con las chicas.

Daba ganas de quedarse, pero era tarde de domingo, y la imperiosa vida laboral y familiar nos reclamaba en Arequipa.

El apelativo de Huambo es “La perla escondida del Colca”; seguramente porque para los circuitos turísticos comerciales aún es una perla escondida, pero toda esta zona es una pequeña mina turística en nacimiento.

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