La ley del niño: a propósito del monstruo que violó a un pequeño pese a tener VIH

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Sufrir cinco delitos graves de forma reiterada cuando apenas se entra en la adolescencia es suficiente para estar convencido que lo único que queda es matar. ¿Cuál es el tinte que toma la vida tras fallar? En esta crónica le contamos algunos aspectos del caso del menor J.A.L.T. quien tomó la decisión de matar tras sufrir las peores vejaciones por parte de un monstruo y múltiple criminal.

monstruo violador con VIH

En el recién constituido hogar de los Mamani Tunco se ha esfumado un cuchillo sin que nadie lo note. Es porque, si las cosas van bien -en el mal sentido de la palabra-, esta tarde habrá un muerto en el 232 de la Av. El Sol, en Miguel Grau. Se trata de una venganza para la cual J.A.L.T, apenas un menor de edad, ha reunido a otros dos adolescentes “maleados”. Hace unos meses J.A.L.T. llegó por primera vez a este lugar maniatado, golpeado y asustado, pero esta vez, lleva un utensilio de cocina. La desesperación del menor le ha hecho pensar que asesinar es la única salida. Sin embargo, minutos después y, contra todo lo previsto, el resultado será tan catastrófico como todas sus visitas allí.

Aquella persona que planeaba asesinar termina por reducir sin problemas a sus atacantes: dos de los cuales desconocían a quién realmente se enfrentaban, a diferencia de J.A.L.T. que estaba decidido a enterrarle el cuchillo en las entrañas a un taxista que alternaba las procesiones del Señor de los Milagros y las campañas infantiles de ayuda social, con la más salvaje maquinaria de violencia sexual contra niños. Su nombre: Carlos Mamani Huacoto.

Así, según el acta de entrevista única, realizada al menor, aquella tarde sus amigos huyeron y él quedó cautivo en la habitación del taxista, quien desconociendo la verdadera intención de J.A.L.T., volvió a ultrajarlo sexualmente sin notar el cuchillo oculto bajo la almohada.

El monstruo: cuatro delitos en un día

La decisión de asesinar de J.A.L.T. nació de un estado incontrolable de miedo. La primera vez que vio a la persona que transformaría su niñez en una tortura crónica, sucedió sin que apenas pueda procesarlo. Carlos Mamani se hizo pasar por una mujer en Facebook y, casi instantes después, lo secuestró, violó y le transmitió el VIH para finalmente amenazarlo con lastimar a su familia.

Cuatro delitos contemplados con penas severas: secuestro, violación, extorsión y contagio (propagación de enfermedad peligrosa, Art. 289), sin mencionar el Grooming que consiste en falsear la identidad para establecer lazos emocionales con un menor, incurrir en pornografía infantil y llegar al contacto físico condicionado. En nuestro país es penado con hasta 8 años de cárcel efectiva.

Tan fácil como robar celulares

El Grooming es un delito de cuya mecánica se valió también Mamani Huacoto. Cual si se tratara de una moda delictiva, posee una gran ventaja por su fácil captación, y para lo cual no existen fiscalías especializadas en la materia; y menos un merecido sacudón a través de campañas preventivas sostenidas, en atención de una realidad. Su práctica, inmune a suspicacias, ya es tan usual en nuestro país como cualquier delito común.

El día en que el «monstruo» fue detenido por la policía

El mundo secretista de las víctimas de Grooming hace que menores como J.A.L.T. lleguen a inventar historias para no ser descubiertos. En su caso, para cada puñete o patada que le atizaba Mamani Huacoto, había una versión: “le decía a mi mamá que me había peleado con un amigo en el colegio”. 

Según el psicólogo Luis Sotomayor, la niñez y la juventud están en una pugna por ser cada vez más reconocidas en redes sociales debido a la carencia de comunicación emocional entre padres e hijos, hecho que los empuja al ruedo de caza.

Por donde se vea, el caso del menor J.A.L.T. es una catástrofe que convierte en una caricatura la sacra urna donde pensamos descansa la vida privada de los niños y adolescentes con actividad en redes sociales. El menor en cuestión, antes de ser atacado con estremecedora brutalidad, fue captado en Facebook. Para entonces vivía bajo la floja y permisible custodia de su padre quien tiempo después sería recluido en el Penal de Socabaya.

La extorsión y el silencio

Con el doloroso secreto a cuestas, el menor llegó a casa de su madre donde lo esperaban sus hermanos pequeños, pero también su padrastro, de quien pensaba era la razón de la separación de sus padres. El cambio de poderes de por sí afectaría a cualquier niño, pero ese sería el mal menor para J.A.L.T.

La sistemática extorsión de Mamani Huacoto no había detenido su marcha. Al menor no le quedó más que equilibrar sobre su propio miedo, antes que haya represalias por lo que su comportamiento no podría ser otro. Su madre declaró que sufría episodios violentos que nadie podía entender. Una vez la agredió y otras la abrazaba tragando en silencio un bolo de confusión, humillación, indignación, frustración y miedo, a la sombra de la ignorancia de sus familiares y amigos.

Las primeras evidencias

El episodio del cuchillo no fue el límite de J.A.L.T. a las constantes violaciones tras las cuales Mamani Huacoto lo golpeaba, luego le ofrecía dinero y comida, para finalmente llevarlo en su auto mientras le acariciaba las piernas y miraba a los ojos disfrazando sus perversiones con una inaudita estela de cariño y compasión. El verdadero límite a todo fueron las manifestaciones de algunas enfermedades que Mamani Huacoto le había contagiado, siendo consciente de todo lo que portaba. Una de las secuelas “visibles” en J.A.L.T.  era el pus y la sangre que manaban de su recto, además de una severa inflamación que le impedía caminar y hasta recostarse. La sífilis y el herpes habían empezado a actuar, pero es la transmisión del VIH el acto que cierra esta indescriptible tragedia, que será una herida abierta en la vida del menor.

La comedia fiscal

Por si fuera poco, hubo lugar para una comedia infelizmente sostenida por casi un año después de efectuada la denuncia formal: una laxa e incompetente diligencia del fiscal Wilber Murillo Quispe, cuyo único “aporte” fue declarar con tufo de preocupante revelación, que Mamani Huacoto estaba involucrado en otros nueve casos de violación. ¿Por qué ralentizó el proceso a pesar de su envergadura? Según la denuncia presentada por Elsa Tunco (madre del menor): “no hubo a tiempo diligencias, solicitudes de historias clínicas, constataciones fiscales, pericias, solo ampliación de la investigación preliminar donde tampoco se tomó la declaración del agresor”.

Lo único que se logró fue la separación de Murillo Quispe del caso y la escandalosamente tardía prisión preventiva de Mamani Huacoto, todo decorado por el acojudado colofón del presidente de la Junta de Fiscales de Arequipa, Franklin Tommy López: “en esto hay que hacer un mea culpa”, es decir, manifestar esa forma de autocompasión diplomática que nadie cree. Mientras Murillo Quispe barría bajo la alfombra las múltiples flagrancias de Mamani Huacoto, éste encendía su última hoguera, como quien se sienta a oír las campanillas de un bufón de corte. Violó a un menor, a quien confesó con desparpajo que tenía Sida.

Auxilio para J.A.L.T.

Si el daño psicológico para un menor que es expuesto a altos contenidos sexuales es irreparable, imaginemos entonces cómo será con J.A.L.T. que, según Jorge Burgos, abogado del caso, en la actualidad solo goza de una asistencia psicológica en una posta y se ha visto obligado a dejar sus estudios. Otro aspecto preocupante es que el menor debe combatir una enfermedad de la que aún “no tiene conciencia” y considera como “pasajera”, según indica las conclusiones de su estudio psicológico y resalta en el adolescente una “reacción mixta de ansiedad y depresión”. Impotencia e incertidumbre. Perspectiva sombría del futuro, irascibilidad y una autoestima disminuida.

Para el psicólogo Luis Sotomayor, J.A.L.T. no podrá evitar los flashbacks y trastornos del sueño por lo que apremia su auxilio psicológico a través de especialistas para, en función a su gravedad, aprovisionarle de una terapia dual: psiquiátrica-psicológica, para el largo camino que le espera.

A principios de noviembre nos comunicamos con Elsa Tunco, sin embargo, no pudo atendernos cabalmente pues se dirigía a la posta debido a que solo minutos antes uno de sus menores hijos había sido atropellado por otro taxista que se dio a la fuga. La tragedia no sólo continúa, sino que parece replicarse entre los suyos. Como si todo se tratara de una maldición.

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