La aceleración del mundo moderno es fascinante, la industrialización masiva de objetos es impresionante. Pero no deja de ser cruel. La transición que estamos viviendo es nostálgica para todos los nacidos antes del 2000. Hoy, actividades que solían ser comunes, se están desvaneciendo.
Quien camina por las calles más transitadas de Arequipa, puede apreciar vestigios históricos que se han mantenido gracias a la continua restauración; pero mientras más nos alejamos del centro, nos encontramos con ese mundo acelerado, en el que la gente camina directamente hacia un objetivo, casi mecanizado.
En el mercado de el Palomar, por ejemplo, la actividad es constante: ambulantes, amas de casa, comerciantes, se desplazan con rapidez y, sin embargo, si uno observa un poco más, se da cuenta que en la esquina del primer semáforo, de 9 a.m. a 4 p.m. se…
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