Egoísta Navidad

Columnas>Trocha urbana

Existe la idea, casi generalizada, que las tradiciones deben mantenerse inalterables, intocables, para no perder su valor. Nada más equivocado. El principal valor de las tradiciones es su función de generar identidad colectiva y no puede generarse una, alrededor del egoísmo y la falta de empatía. Eso sucede con los juegos pirotécnicos en Navidad que, lejos de mantener su carácter tradicional, se están convirtiendo en un factor de división en fechas que deberían ser especiales.

Mucho defienden la quema de bombardas y estridentes cohetones en las noches de Navidad, Año Nuevo y otras festividades, principalmente religiosas, por considerarlo una tradición y un entretenimiento; pasan por alto, por completo, el hecho de que el escándalo que se arma a media noche afecta no solo la tranquilidad, sino también la salud de ancianos, niños y personas con autismo, tanto como de las mascotas. Si bien el festejo es tradicional y muchas familias se reúnen en torno a él, es necesario reacomodar su práctica para que deje de ser tan insensible y agresiva para con los demás; para que genere armonía y no discordia, entre todos, y no solo con el entorno más cercano. Eso es lo que se llama una convivencia civilizada.

Existen alternativas: moderar la cantidad, por ejemplo; usar juegos pirotécnicos luminosos que no producen mayor ruido o artefactos ecológicos que no dañan el medioambiente. O, simplemente, en lugar de quemar miles de soles en pirotecnia, se puede utilizar ese dinero de manera solidaria para contribuir en hacer más feliz la Navidad de alguien, en lugar de hacer triste la fiesta para otros.

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