José Carlos Agüero sobre el perdón de Dina Boluarte: en boca de cínicos es un problema de comunicación

El escritor e historiador habló en Arequipa sobre la memoria, el lenguaje y la experiencia como actos políticos, a propósito de la coyuntura

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El lunes último conversamos con José Carlos Agüero, autor de ‘Los rendidos’, ‘Enemigo’, ‘Cuentos heridos’, ‘Persona’ y ‘Sombriti’, libros en los que trata de verbalizar y entender su existencia, los vestigios de sus padres y la paternidad como nueva experiencia.

El poeta e historiador con experiencia académica e íntima en la contemplación de procesos de reconciliación histórica nos concedió una entrevista poco después del mensaje de Dina Boluarte por 28 de julio y previa a su presentación en el Festival del Libro de Arequipa.

¿Cómo hacer memoria ante la implantación de narrativas, de manipulación de la historia, de las palabras reconciliación y perdón a través de discursos desde el régimen de Dina Boluarte?

Coincido con la observación que la persona que detenta el cargo de presidenta actual, Dina Boluarte: mal usa justo estas palabras como perdón, reconciliación, paz.

Palabras así que portan una tradición y una intención moral dicha en boca de personajes cínicos generan un problema de comunicación importante, porque no les puedes creer. Sin embargo están estableciendo las normas de la comunicación y deja en una situación complicada a los ciudadanos.

¿Qué hacemos con esas palabras? Son discursos importantes: están dichos desde el poder. ¿Qué hacemos con eso? ¿Fingimos que nos las dijo? ¿Las rechazamos? ¿Las pasamos por alto?

Yo creo que no debemos pasarlas por alto. Creo que hay que conversarlas, hay que desmontarlas, hay que desenmascararlos. Cuando alguien pide perdón entre comillas, sin ánimo de enmienda, sin un ápice de reconsideración, sin sentimiento de congoja, sin dejar de hacer lo que generó daño: no puedo pedir perdón… si te sigo agrediendo, sin atender ese sufrimiento.

Mientras esta señora daba el discurso —de 28 de julio—, familiares de las víctimas a pocas cuadras estaban siendo gaseados. Esas incoherencias ¿cómo se responde?: No se resuelven.

Nuestro trabajo es mostrar esa incoherencia y mostrar que detrás de esas palabras no están las tradiciones que le dieron sentido a las palabras reconciliación o perdón… desde cualquier religión o filosofía. Lo que hay es cáscara vacía e intento de manipulación vil de sentimientos de gente que está sufriendo.

¿Cómo ejercer la memoria en casos como el de Rosalino Florez, cuando existe aun una gran deuda con víctimas del conflicto armado interno?

Respecto de la memoria de cualquiera de estas víctimas, recientes o pasadas —por que el Perú está sembrado de víctimas por doquier—, creo que hay algunas cosas importantes para mí por hacer —de las miles posibles—.

Una de ellas es que no le debemos pedir a la memoria más de lo que nos puede ofrecer. La memoria es una de las herramientas culturales que tienen que ver con el acto de reconstrucción trabajoso del recuerdo difícil. [Otra podría ser] hacerle preguntas sobre situaciones que pudieron haber sido violentas y deben ser develadas. Vale la pena que no permanezcan en el silencio u ocultas, y deban ser transmitidas.

O sea, es una lucha con la transmisión de esta información: Este es un acto político también. Ese es el tipo de memoria al que creo debemos apostar si se puede. No deberíamos esperar a que la memoria por sí sola resuelva problemas que tengan que ver con la distribución de poder en el Perú.

Entonces, la memoria contribuirá —como otras cosas que hará la gente común y corriente como tú y yo— a que ciudadanas y ciudadanos podamos afrontar situaciones tan complejas.

Rosalino Flórez, como tantos otros, tuvo una existencia. Vivió y murió. En su cuerpo alojó 30 perdigones por lo menos. Como decía su hermano en su velorio, lo que más le dolía a él, aparte de toda la situación, era escucharlo decir que no podía comer, que quería comer pero que le dolía no poder comer.

No necesitamos la memoria para que esa experiencia nos acerque porque todos comemos y sabemos lo que eso significa en términos de apetencia, deseo, gozo, sobrevivencia. No poder comer no es solo no poder alimentarnos: es no poder vincularnos a todo eso culturalmente.

Esa indignación no solo está proveída por la memoria, sino también por la experiencia de compartir y que nos duele. Puedo no ver esas situaciones, pero decido verlas, no por un morbo, sino por un acto político y moral de acompañarnos, de escucharnos.

Hay cosas que la memoria puede hacer y otras que debemos intentar con otras herramientas.

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Puedes leer también: José Carlos Aguero presentó Sombriti en el Festival del Libro Arequipa

Autor

  • Milagros Gonzáles Sánchez

    Bachiller en Ciencias de la Comunicación en la especialidad de Periodismo por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Especializada en fact checkin, crónica, cobertura de Derechos Humanos, conflictos sociales, investigación y fiscalización legislativa.

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