POLíTICAMENTE INCORRECTO
Bajo el manto de la cultura de la libertad no hay seguramente dos libertarios que piensen exactamente igual, lo cual está perfectamente bien, ya que es eso precisamente lo que distingue en específico el pensamiento libertario de otras maneras de pensar en el pasado y en el presente. Siendo seres únicos, singulares e irrepetibles ¿cómo vamos a pensar exactamente igual en todo? Los liberales coinciden, no se adoctrinan; coinciden en ciertos principios fundamentales (libertad, dignidad, propiedad, igualdad de derechos, seguridad) que son lo fundamental, todo lo demás es cosa de cada uno. Es inevitable. Y está muy bien.
Porque si hay algo opuesto al pensamiento libertario, que es crítico y creativo, es el dogmatismo, el pensamiento único, la verdad única y definitiva, como veremos más adelante. El liberal es pluralista también porque considera el paquete completo, el aspecto jurídico político, económico, o subjetivo personal, o filosófico metafísico, o artístico literario, o ético religioso, etc, que puede resumirse con el término “cultura”, como algo esencial en la lucha política por la libertad, desde las certeras advertencias de Friedrich von Hayek en la post guerra, en relación al triunfo ideológico del socialismo. Pero volvamos al milagroso presidente argentino.
De todo lo que se ha dicho de él en todo el mundo, de lo bien que le ha ido en su fulgurante carrera política y a pesar de haber hecho las cosas tan mal, como él reconoce con irónica autocrítica, no se han mencionado algunos rasgos suyos que conforman lo que desde ya podemos llamar a boca llena “el estilo Milei”, que el candidato Milei se lo ha ganado a pulso.
Me ocupo de algunas de esas cosas que ha hecho “mal”, justamente porque le han salido tan bien, de explicarme un poco este providencial resultado, así como el carácter de algunos malévolos adjetivos aplicados al bizarro presidente argentino. Y su relación con el tango, ya que tengo la convicción que se parecen. También es algo muy argentino y universal. También “el más primitivo y el más refinado”, como describe el tango Guido Ceronetti en La Linterna del filósofo). ¿ No es algo así Milei?
Ya desde antes de las elecciones argentinas trataba de pensar, cautamente, en un antecedente político análogo a este monstruo porteño, dentro del ámbito político latinoamericano, desde la época de la Independencia. Y no lo encuentro. Para empezar, jamás un político ha dicho con tan brutal crudeza y desparpajo todo lo que sentía, todo lo que pensaba y todo lo que iba a hacer en caso de ganar las elecciones y llegar a la presidencia.
Jamás se ha visto a un político que exprese sin asomo de fingimiento y con genuina autenticidad sus ideas y sentimientos: sus odios, sus amores, sus lágrimas y sus alegrías, como negado de nacimiento para representar lo “políticamente correcto”. Al contrario, Milei ha sido el arquetipo de lo “políticamente incorrecto”. Y a la vez, “un fenómeno comunicacional”, como señala una perspicaz comentarista colombiana. Aquí, especialmente, lo hace muy mal y le sale muy bien.
No sé si su hermana Karina (“el jefe” la llama Milei) es su “asesora de imagen” o no (sus otros amores, como se sabe, son sus 5 hijos de cuatro patas, Conan a la cabeza). En este aspecto “el jefe” lo debería tener fácil para ser asesora de imagen de un político como él. En todo caso, jamás a un político le ha sido tan prescindible un “asesor de imagen”, labor que suele ser algo estupidizante entre políticos normales, la de un adiestrador de ”monos de su propio ideal” (así habló Zaratustra).
Dejamos de lado el caso de Mario Vargas Llosa -dicho sea en su honor- cuando, en los años 90 del siglo pasado, candidateando a la presidencia de su país, “amenazó” con hacer el ajuste económico de llegar a la presidencia, exactamente el mismo programa de ajuste de Milei con diferencias circunstanciales; poniendo en evidencia, además, lo que jamás reconocerán los enemigos del capitalismo y de la economía de libre mercado sin intervencionismos ni mercantilismos: la ética de la libertad. Al respetable no se le miente, nada justifica la mentira, ni siquiera en política, hay que ser franco, como Milei y Vargas LLosa. Es “La cultura de la libertad”, que no se reduce a la defensa de la libertad de mercado.
Se ha criticado a Milei por su lenguaje populachero, violento, “primitivo” y soez, que fue observado incluso por intelectuales bien pensantes, sin ironía. Solo daré dos ejemplos, o pruebas que seguro serán suficientes para convencer al perspicaz lector, respecto de la objetividad de sus críticos, dicho sea sin ironía otra vez. Solo que el moralmente inadmisible lenguaje de Milei no es solo eso (y no es anti jurídico). Primero, porque casi siempre tiene razón y porque usa un lenguaje popular, que es el suyo, bien combinado con uno más sofisticado o más técnico. Y es sincero hasta el cinismo (en sentido griego, no cristiano).
Al referirse a sus colegas congresistas aclara con un tono muy “solemne” al periodista que lo interpela: “Partimos de premisas distintas. Ellos parten del supuesto que la gente los ama, yo parto del supuesto que son una mierda y que la gente los desprecia”. Y segundo, al distinguir entre altruismo voluntario o solidaridad y “altruismo” forzado o “impuesto” por el Estado, para “sacar plata a los ricos y dársela a los pobres”, el didáctico Milei, que a eso llama robo y que ha hecho de la política una actividad pedagógica (como tantos propugnaron y nadie hizo) afirmó ante el público, muy campante: “Es fácil ser puto con culo ajeno”. Y un largo etcétera
Esa es una de las cosas que Milei hizo mal, y una de las razones por las que le fue tan bien. Y no parece haber adoptado esta actitud deliberadamente; todo indica que él es y siempre fue así. ¿No se trata de eso en política? ¿Cómo? ¿No hemos elogiado a Mario Vargas Llosa por su actitud ejemplarmente ética líneas arriba? ¿No hay en esto una flagrante contradicción de mi parte? ¿”Mal” en qué sentido? ¿moral? Aquí nos topamos con un enredoso malentendido que trataremos de desenredar más adelante cuando abordemos la “batalla cultural” sensu stricto (cuando digamos algo de las diferencias entre “ética moderna” y “moral tradicional”).
ERROR TIPO DOS
Seguimos con el político que hizo todo mal y le salió todo bien: “error tipo dos”, le llama Milei. Porque el “error tipo uno” es el de los que “hacen todo bien y todo les sale mal”. Con esta nomenclatura mileiana dejaríamos de lado a la mayoría de nuestros políticos peruanos, aquellos que haciendo todo mal les sale…todo mal: error tipo tres, se diría. Es el que tenemos hoy en demasiados países nuestros. Son como una maldición.
Es que hay algo que a los empresarios, a los políticos y a los cocineros no les puede faltar: gran olfato, instinto, intuición. O como cada uno prefiera llamar a esa generosa capacidad para ver en grande (en Davos Milei lo ha confirmado con creces) y precisión milimétrica para los detalles: ¿no ha sido la inédita campaña de Milei paradigmática en esos dos sentidos? Tanto que si hubiera perdido, lo mismo hubiera triunfado por haber planteado la agenda política para todo lo que queda del siglo. Y por haber ofrecido una alternativa económica de la que los argentinos carecían desde el gobierno de Hipólito Yrigoyen aproximadamente. En los treintas, un poco antes de la época de Perón.
Y, de paso, un curso intensivo de economía y educación política del más alto nivel al pueblo argentino con el ejemplo en vivo y en directo (y a todo el que lo ha seguido en la campaña desde fuera). Lo cual ha provocado una virtuosa desbandada de una parte de la juventud argentina: de las obsoletas filas estatistas, keynesianas, al pensamiento libertario. No para abolir el Estado, por ahora, sino para regenerarlo y producir eso que llamamos institucionalidad: un bien muy escaso en el continente. Pero primero hay que arreglar radicalmente el Estado. Milei es un anarco capitalista pisando fuertemente la tierra. Cuando una persona no está dogmatizada por alguna ideología, piensa. No sigue ideologías. ¿Y si contradice su propia ideología? Peor para la ideología.
Todo el mundo, amigos y enemigos, le repetían en la campaña, en tono de reproche o con sincera empatía, que tenía que hacer alianzas porque sino no tendría apoyo en el Congreso para sacar adelante sus leyes que, además, se fundan en una nueva visión que las hacía ver más utópicas o improbables aún. Una revolución liberal. Pero “revolución” no en sentido jacobino, comunista o nazi (son lo mismo: poder y violencia) sino en el de “vuelta completa” de la física. Es decir, como cambio de paradigmas. Volver a la raíz y regresar al presente, una vuelta. El derecho, las leyes y la política económica inseparables de la época de Alberdi, por ejemplo, que Milei reivindica con sus actos porque es la misma política. Y la misma visión. Esas leyes que ahora son la pesadilla de los gobernadores y políticos “chorros”.
El respondió siempre lo mismo a esos comentarios, guiado invariablemente por su instinto y por sus principios libertarios. Sin tener en cuenta las conveniencias y cálculos políticos y los lugares comunes de los políticos normales. ¿Cómo hacer alianzas con políticos chorros, con sindicatos mafiosos, con periodistas “ensobrados”, con economistas “chantas”, con “empresaurios” prebendarios , sin traicionarse a sí mismo? Una vez más lo políticamente incorrecto (no a los acuerdos políticos por infructuosos ). Una vez más la infalible guía de los principios ético libertarios; una vez más haciendo “todo mal” (ir solo en las elecciones y ser un liberal libertario en la izquierdosa Argentina de ese momento, por ejemplo).
Lo que me asombraba en campaña y me asombra ahora del Milei presidente, es su velocidad mental, su abrumadora memoria, deslumbrante dominio de la economía. Sus lealtades ético políticas, su consistencia … y la expresión de su rostro. Como preparado para tratar con gente muy dura desde la infancia, gracias a un padre muy “especial”. Al responder las preguntas y objeciones de sus innumerables entrevistadores muestra que, en asuntos económicos por lo menos, su capacidad es verdaderamente asombrosa. Sobre todo viniendo de un presidente latinoamericano.
La expresión de inocencia y la segura seriedad de un niño en pleno juego. Una mente fina y felinamente alerta para las cuestiones de exaltados periodistas que no saben por donde atacarlo, porque al “loco” no le entran balas. Solo que en este caso -y aquí peso mis palabras- no se trata de un niño. Ni de un loco, sino de un político argentino atípico, que nos coloca ante la presencia del genio.
Creo además que los carismas de Milei señalados anteriormente y su portentoso dominio de la economía tal como es y no como debiera ser según los sueños colectivistas, -inseparable de lo ético (que ocupa el primer lugar en él) llegó a desanimar y desmoralizar notoriamente a sus opositores en la campaña electoral, cosa nunca vista en la política de nuestros países, por lo menos. La actitud de los Kichner, los Massa, los Fernandez, los Larreta, los Lopez Murphy, los Kicillof, los Guzmán, etc. Y todos los “econochantas” o “burros”, como él los llama sin mucha sofisticación que digamos, era inocultable. ¿Cómo polemizar sobre temas económicos con el Leo Messi de la economía latinoamericana y no salir vergonzosa y brutalmente humillado en el intento?
Cabe citar a Jorge Luis Borges, para terminar este capítulo, en su opinión sobre Oscar Wilde, otro outsider de la literatura y de la moral. Como Milei lo es de la política y de la economía argentina: “Leyendo y releyendo a lo largo de los años, noto un hecho que sus panegiristas no parecen haber sospechado siquiera: el hecho comprobable y elemental que Wilde casi siempre tiene razón” (“Nueva Antología Personal”. CLUB Bruguera, 1980, Barcelona, pag. 243). Continuará.
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