Una jauría cruza el puente que viene desde Umacollo con dirección a Vallecito. En Arequipa son las nueve de la mañana. Se alinean y muy cerca de ellos, los carros pasan rozando sus cuerpos que a menudo acaban bajo los veloces neumáticos. Llevan prisa. Al terminar de atravesar el estrecho puente, el grupo se convierte en un multicolor ovillo canino. Minutos después, en la esquina del óvalo de Vallecito, sus cuerpos jadeantes, se entremezclan al borde de la acera. Los hay de todo los portes y razas. Sus curtidas siluetas se abren y juntan al rugir de las combis.
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