La presidenta Dina Boluarte regresó a Arequipa. Días antes, su anunciada visita había provocado un rechazo masivo. Aquel día, la indignación terminó con piedras y frutas lanzadas al vehículo del ministro de Vivienda.
Esta vez, el plan fue distinto. Boluarte se aseguró de llegar únicamente a lugares de difícil acceso para el público.
En la inauguración de la planta de energía solar «San Martín», en La Joya, un helicóptero la trasladó directamente al recinto. Un sitio al que, por obvias razones, ningún manifestante podía acercarse.
Durante la ceremonia, la presidenta estrechó vínculos con el gobernador regional, Rohel Sánchez, quien expresó públicamente su respaldo.
Horas más tarde, la escena se repitió. Centenares de policías acordonaron el perímetro del Centro de Convenciones de Cerro Juli. La consigna era clara: evitar cualquier tipo de manifestación incómoda.
La prensa regional tampoco tuvo acceso, solo TV Perú y los medios del gobierno regional pudieron ingresar al evento.
Así, Dina Boluarte se dio un baño de popularidad entre funcionarios y autoridades. Un acto rodeado de seguridad, lejos de las calles y aún más lejos de los reclamos de la ciudadanía.
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