En los talleres que realizo sobre escritura creativa o en los de redacciĆ³n acadĆ©mica, y en las charlas, seminarios y cursos que dicto; siempre me he topado con falencias y taras en las personas con respecto al estudio. Al principio creĆ eran cuestiones aisladas, pero que me he dado cuenta que es algo persistente y generalizado.
A los talleres se inscriben todo tipo de personas: adolescentes de colegios pĆŗblicos y privados; estudiantes universitarios de todo tipo de carreras; profesionales del Derecho, IngenierĆas o servidores pĆŗblicos e incluso personas que se desenvuelven en diferentes tipos de trabajos. Pero en muchas de ellas he visto peores peligros que el no saber escribir.
Si bien hasta las pruebas internacionales nos han dicho que solo 1 de cada 5 chicos en el PerĆŗ entiende lo que lee, esa no es la mayor dificultad o problema que veo en las personas. Su mayor problema es la actitud que tienen frente al conocimiento y al estudio en general.
Esta actitud los lleva a pensar y calificar el conocimiento y su adquisiciĆ³n de diferentes maneras. EstĆ”n los que no ven un sentido real en lo que hacen, el tipo de personas que no le encuentran sentido al tener que aprender, por ejemplo, las operaciones bĆ”sicas del Ć”lgebra o lo que es una metĆ”fora. No pueden atisbar, tal vez, algo pragmĆ”tico en todo ello, por tanto no les interesa aprender. Estudian lo mĆnimo necesario, hacen el mĆnimo esfuerzo por cumplir. La mediocridad en pleno.
Por otro lado estĆ”n los que estĆ”n movidos por la simple y llana obligaciĆ³n. Son parecidos a los anteriores, pero tienen detrĆ”s algo que los empuja a estudiar: se inscriben en una charla porque necesitan la constancia o el certificado, hacen la maestrĆa porque les piden el tĆtulo para trabajar, o terminan el colegio y postulan a la universidad porque papĆ” los obliga. No les interesa en realidad aprender nada del contenido de esos cursos. Si pudieran comprarĆan el cartĆ³n o el certificado (de hecho hay muchos que lo hacen: profesionales que pululan hasta en el Congreso de la RepĆŗblica).
Por otro lado estĆ”n aquellos a los que la sociedad, la familia o el mercado les matĆ³ la pasiĆ³n: querĆan ser pintores y terminaron siendo oscuros abogados, o querĆan ser ingenieros y construir mĆ”quinas geniales y terminan de aburridos contadores o doctores misĆ”ntropos, solo por seguir alguna tradiciĆ³n familiar o alguna consigna externa a su pasiĆ³n. Para ellos aprender, lo que sea, no les importa, sino en el sentido de llegar a ser eso que les impusieron y no lo que realmente deseaban. La mayorĆa, los habrĆ”n visto, caminan grises por la ciudad, viviendo una vida que no querĆan y estĆ”n convencidos que ya es tarde para vivirla de cualquier otra manera.
Y por otro lado estĆ”n los que han sido contaminados con la idea de que el estudio no es para ellos, de que con conocer lo bĆ”sico basta, que cuanto hay que hacer es divertirse, no aburrirse, buscar el placer, la distracciĆ³n. El estudio es para otros, para los nerds, o para los antisociales o anormales. Y hacer tareas en casa es un castigo, el premio es ver televisiĆ³n o salir a jugar al parque. Leer es una obligaciĆ³n, y es tedioso, mejor ver una pelĆcula o irse a bailar o chatear con los amigos. Lo raro, obviamente, es que viendo una pelĆcula o chateando estĆ”n haciendo lo mismo que hacen al leer; es mĆ”s, las cantidades de textos que se envĆa y se lee por redes sociales o chats hoy en dĆa es igual o mayor incluso en cantidad al de leer varios libros a la semana. Pero en fin, es su entorno el que le ha dado estĆ” clasificaciĆ³n a su mundo, entre lo bueno y lo malo, lo divertido y lo aburrido. Como decĆa Spinoza: āpobre ser el humano, que sabe lo que quiere pero nunca sabe por quĆ© lo quiereā.
DeberĆa de ser prioridad de un sistema educativo, cultural y social, desterrar estos males de la sociedad, encabezados por un Estado consciente y con visiĆ³n de futuro.