A lo largo de su historia, Arequipa ha tenido varios cantos para ensalzar el orgullo de sus moradores, y reconocer las virtudes de haber nacido, o haber elegido vivir en esta tierra. Así, en la vida de la Ciudad Blanca, se cuenta oficialmente con tres himnos que marcaron los corazones de distintas generaciones.
Quien realizó el seguimiento histórico para el estudio de estos tres himnos fue el reconocido maestro Augusto Vera Béjar, exdirector de la Orquesta Sinfónica de Arequipa y actualmente director de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Católica San Pablo, quien recibió sus primeros conocimientos musicales de su padre, el compositor Cástor Vera Solano. Posteriormente, lo hizo en la Escuela Regional de Música Luis Duncker Lavalle, y perfeccionó su talento estudiando dirección coral y orquestal en Argentina y Alemania.
Según el estudio del maestro Vera Béjar, el primer himno conocido para Arequipa data de 1926, el cual se ignoró por aproximadamente 100 años.
Este primigenio canto lírico nace por iniciativa del compositor y escritor natural de Puno, radicado en Arequipa, Mariano Béjar Pacheco, quien busca a su amigo, el intelectual y político Francisco Mostajo y le propone musicalizar el poema ‘Himno a Arequipa’, que este había escrito en 1917. El primero de agosto de 1926, fue su gran estreno.
La unión de estos dos talentos produjo en su momento una partitura, siendo la original celosamente conservada en el Instituto de Musicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Salve, oh tierra hermosa del Misti, sagrada,
¡Oh! blanca Arequipa, radiante ciudad
Que por mirajes pareces soñada
Y que por tu historia pareces volcán
Estrofas
Desiertos grises guardan tu encanto
Y es la campiña tu ceñidor,
Tu pelo, armiño de agreste lava
Y de una novia tu aparición.
Violáceos montes de nieve eterna
Cómo se arroban con tu frescor
Sueña tu cielo con tu hermosura
Y te acaricia tu padre el Sol.
Gesto de Marte fue tu heroísmo
La democracia se hizo con él
La roja sangre de tu progenie
Creó ideales de Patria y de Ley.
En las trincheras orlas de fuego
Tu egregio busto ninbose ayer
Y que tus días las tempestades
Han sombreado con el laurel.
También Minerva moldeó en tu frente
Su grave ceño de reflexiones;
El poderío de tus ideales
¿Dónde, Arequipa, no descolló?
Artes, industrias, ciencias y leyes
En toda su alma puso su ardor
Y, sublimando su sentimiento
De poesía te consteló.
¡Oh! tierra hermosa como ninguna,
Tierra que brama con el temblor,
Sueñan tus hijos con tu grandeza
Y ¡ay! del que intente tu humillación.
Si tus destinos truncados fueron,
Pasó al futuro del limpio sol:
Serás Atenas, serás Esparta,
Y un pueblo siempre en el corazón.
El segundo himno
Los registros del segundo himno señalan como autor de la musicalización a Benigno Ballón Farfán. Este canto lírico era costumbre en Arequipa hasta aproximadamente 1940, año en que el tercer himno, el que cantamos actualmente, tomó la posta hasta nuestros días. Su ritmo tiene influencias que proceden de la tarantela italiana, muy en boga en aquellas décadas.
La letra, una exaltación del orgullo de nacer y vivir en esta tierra, tiene la autoría del Grupo Juvenil de Arte, y era muy popular a mediados del siglo pasado, reproducida constantemente y con bastante fervor por las agrupaciones musicales de aquel momento.
Canto a tu gloria
Arequipa lírica y audaz
Tu noble historia
Bien grabada en mi alma quedará.
Arequipa, Arequipa… Sultana
Sueñas al arrullo del amor,
Bajo un vaporoso cielo azul,
Y al pie de tu magno volcán
Canto a tu gloria
Arequipa lírica y audaz.
Oh, bella Arequipa
Cuna de mil tradiciones;
Tú siempre serás el baluarte
Cuna hermosa de la libertad
Oh, bella Arequipa
Madre de las grandes rebeldías
Tú siempre serás símbolo eterno
De la historia de nuestro Perú.
Oh, bella Arequipa
Perla eterna de los andes.
Canto a tu gloria
Arequipa lírica y audaz
Tu noble historia
Bien grabada en mi alma quedará
Arequipa, Arequipa… Sultana
Sueñas al arrullo del amor
Bajo un vaporoso cielo azul
Al pie de tu magno volcán
Canto a tu gloria
Arequipa lírica y audaz.
Tercer himno
En nuestros días, tenemos en la memoria muy marcado el tercer y último himno de Arequipa, con la inconfundible estrofa de inicio: “Entonemos un himno de gloria”. La ciudad fue fundada el 15 de agosto de 1540, y para 1940 se habían hecho una serie de preparativos, con motivo de los cuatro centenarios de su fundación.
Entre las actividades, se consideró lanzar un concurso a cargo de la Municipalidad Provincial de Arequipa. En aquel momento era alcalde, el médico y político Julio Ernesto Portugal Escobedo, quien propuso esta iniciativa durante la sesión de Concejo del 23 de noviembre de 1939.
La letra del canto lírico dedicado a esta tierra volcánica fue escrita por Emilio Pardo del Valle, quien fue premiado el 14 de mayo de 1940. Pero aún faltaba la musicalización, el 25 de junio de 1940 un jurado decidió por unanimidad que la composición presentada por Aurelio Díaz Espinoza era la idónea para esta exaltación de los atributos de Arequipa y sus pobladores.
Emilio Pardo del Valle perteneció al Grupo Arequepay, donde también estaban M. Martínez Málaga, Domingo Pantigoso, Manuel Gallegos Sanz, Víctor Mendivil, Guillermo Mercado, Benigno Ballón Farfán.
El virtuoso compositor arequipeño Aurelio Díaz Espinoza perteneció a la época dorada de músicos de esta ciudad. Sus composiciones trascienden al himno de Arequipa, teniendo una amplia obra, que fue rescatada en el libro publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Católica San Pablo: “Aurelio Díaz Espinoza. Legado musical”. El maestro Carlos Rivera, alumno de Aurelio Díaz, participó de esta difícil empresa, para poder conservar para las futuras generaciones la inconmensurable obra de Don Aurelio.
Entonemos un himno de gloria
A la blanca y heroica ciudad.
Cuatro siglos forjaron la historia
Del baluarte de la Libertad.
I
Tierra hermosa de excelsas virtudes
Nunca pierdas tu cálida fe;
Que por siempre tendrás juventudes
Que renueven laureles de ayer.
II
Prosigamos altivos la huella
De las manes bizarros sin par
Cuya gloria nos sirve de estrella
Para hacer de la patria el altar.
III
Hoy los hijos del Misti juremos
Lealtad a la tierra natal;
Nuestra vida valiente daremos
Defendiendo la luz de su ideal.
IV
Arequipa, mi tierra ferviente
Sigue siempre tus rumbos de luz;
La bandera peruana a tu frente
Y en la cima del Misti la Cruz.
V
Se levanta Melgar de su tumba
Celebrando tu día mejor
Y en la puna bravía retumba
De una heroica batalla el fragor.
- Este artículo se publicó originalmente en la edición N° 82 de la revista El Búho, por el 481 aniversario de Arequipa.
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