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]]>Este año, alentado por la acogida que ha tenido cada edición, “El Búho” lanzará la Quinta Edición de este concurso, en las categorías de siempre: poesía, cuento y ensayo breve.
En este concurso pueden participar todos los ciudadanos peruanos nacidos o residentes en Arequipa, Puno, Moquegua y Tacna, que presenten obras originales, inéditas y escritas en castellano. Pueden participar con más de un trabajo para cada una de las categorías.
El premio para el primer lugar en cada categoría será de 1 500 (mil quinientos nuevos soles). En todas las categorías, los jurados pueden declarar desierto el premio.
«En las categorías de poesía y cuento el tema es libre; para los ensayos cortos, la temática deberá estar relacionada con el desarrollo político, económico, social o cultural de la región sur del Perú.”
En poesía, la extensión máxima es de 100 versos, distribuidos en uno o más poemas. Los cuentos, por su parte, no deben sobrepasar las dos carillas, en formato A4, caracter Times New Roman 12 y espaciado de interlineado de 1,5. Con similares características, la extensión del Ensayo no debe sobrepasar las tres carillas.
El cronograma de recepción de trabajos y premiación se conocerá este mes, durante la convocatoria oficial que se realizará como parte de las celebraciones del mes aniversario de “El Búho”.
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]]>Se derrochaba ingenio, se conversaba con donaire, se decía con elocuencia, se declamaba, se festejaba el triunfo de cada compañero con nobleza
Tiempo después, al poeta Percy Gibson parece que no le cuadró del todo el segundo nombre de su caro amigo César Augusto Rodríguez. Entonces del románico y noble Augusto pasó a ser el orgulloso e incásico Atahualpa, nombre, a partir de ese momento, profundamente mestizo como el poeta y estentóreo como un golpe de campana o como una sentencia ancestral de la historia.
Poco tiempo después del primer abrazo entre estos poetas, y junto con Renato Morales de Rivera, Belisario Calle y Luis Dunker Lavalle, entre otros nombres de igual importancia, formaron «El Aquelarre», la agrupación literaria arequipeña de más resonancia a nivel nacional.
El sur peruano, pero en especial Arequipa, por aquella época era un verdadero caldero en ebullición. El término de la primera guerra mundial trajo una avalancha de libros y traducciones que eran el plato fuerte de los jóvenes intelectuales arequipeños y del sur. Porque ha de saberse que antes de llegar por el puerto a la capital del país, hacían su ingreso por la ruta natural del Alto Perú directamente desde Buenos Aires hacia Puno y Arequipa. Para muestra un botón: Alberto Hidalgo, hacia 1916 —el mismo año del Aquelarre—, publicó Panoplia lírica al emperador de Alemania, el primer poemario vanguardista del país y bien se sabe de la vanguardia puneña que siguió a este primer impulso. Y si bien Hidalgo era la punta de lanza en nuestra ciudad, Rodríguez, Gibson y compañía fueron el firme precedente de una poética arequipeña llena de empuje y labor.
Del Aquelarre, comandado por la colosal frente de Rodríguez y el dínamo inagotable de Percy Gibson, Vladimiro Bermejo dirá que «se derrochaba ingenio, se barajaban culturas extraordinarias, se conversaba con donaire, se decía con elocuencia, se declamaba, se festejaba el triunfo de cada compañero con nobleza; no se hacía política ni se murmuraba del prójimo; se hacía en cambio música y poesía, y las almas verdaderamente ensoñadoras encontraron en él un alero en donde cobijarse.»
Pero a pesar del idilio con la cultura, la bohemia y la poesía, el arduo y sesudo trabajo de César Atahualpa Rodríguez se mantuvo oculto por distintos motivos durante largos años. A pesar de que sus textos salieron publicados tempranamente en diarios locales como La Bolsa y nacionales como El Mercurio, o que tuviera colaboraciones con revistas como Anunciación de Alberto Hidalgo o Colónida de Abraham Valdelomar, no será hasta el año 1926 en que la editorial Nuestra América de Buenos Aires publica su primer libro de poemas titulado «La Torre de las Paradojas». De este libro, que hoy es inhallable, sobresalen el ánimo modernista, la actitud filosófica, la preocupación metafísica. Los pocos ejemplares que llegaron desde la cuenca del Mar del Plata fueron ávidamente adquiridos y al parecer inmediatamente ocultados, como si de una reliquia se tratara.
Pero a pesar de esa coyuntura que nos aleja del primer libro del poeta, éste mantiene sus lazos vivos y en constante vibración con los lectores y poetas de Arequipa; pues de esa fuente inevitable, que es la tierra y sus ancestros, emanan los más cercanos y telúricos textos de su poesía. No se puede desligar a Rodríguez de Arequipa, ha dicho Manuel Polar Ugarteche en el prólogo a «Sonatas en tono de silencio» —segundo y último libro publicado en vida—, el joven que lo describía como un Beethoven calvo o un buda en trance de nirvana. Su ánimo de libertad sin duda es el mismo y también su actitud orgullosa y a la vez contrita. Su obra está teñida de esta comarca, ha cantado sus luchas, ha regado con sus versos el sillar de nuestra alma. «No es un poeta de cualquier parte», agrega Polar Ugarteche, «porque no hay poetas de cualquier parte. Es un poeta de Arequipa». Sino que lo digan sus tres cantos a Arequipa y su verso magnifico: «Aquí, respirando ancestro, se forjó mi loco empeño; yo no he nacido peruano, he nacido arequipeño.»
Por eso ahora concluyo que César Atahualpa Rodríguez es el sinónimo correcto de la palabra Arequipa. (Arthur Zeballos)
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]]>Uno de los personajes de El sueño eterno, de Raymond Chandler, comenta a propósito de las orquídeas: «Son asquerosas. Su tejido es demasiado parecido a la carne de los hombres, y su perfume tiene la podrida dulzura de una prostituta.» La orquídea, lejos de remitir a un jardín en primavera, remite a la muerte y a una decadente sensualidad. Así como un marlo de choclo puede hacer las veces de phallus (Faulkner publicó Santuario en 1931, novela de la que después renegó pues admitió haberla escrito exclusivamente por dinero; sin embargo, hoy es considerada uno de los pocos clásicos del género): Popeye resuelve su impotencia violando a Temple Drake con un marlo de choclo. Las mujeres que sufren o han sufrido algún tipo de violencia sexual son una constante en la Novela Negra. Los hombres, en cambio, no sufren más que en su «hombría» o en la billetera los desplantes de la femme fatale (personaje típico de estas novelas); aunque muchas veces, detrás del asesino, se descubre finalmente la manipulación de alguna astuta y bella mujer. El género, qué duda cabe, es bastante misógino; convención que Stieg Larssön intentó revertir permitiendo que su heroína cobre revancha de todos aquellos que, en algún momento de su vida, abusaron de ella; por ahí también anduvo Patricia Highsmith, autora de la saga de Ripley, en su libro titulado Siete cuentos misóginos. Muy contadas excepciones son siempre las mujeres que, disfrazadas de víctimas, se revelan finalmente como villanas.
LOS AVATARES DE LA NOVELA NEGRA
La Novela Negra surge hace unos cien años. No hay una fecha exacta pero se sabe que debe su nombre a «Black Mask», una revista publicada en Estados Unidos allá por los años veinte, donde fueron apareciendo este tipo de relatos. Entre sus escritores consagrados, considerados ahora como los padres del género, se cuentan Dashiell Hammett (El Halcón Maltés, 1930) y Raymond Chandler (El sueño eterno, 1939; El largo adiós, 1953). Tal vez a más de uno no le suene tanto el nombre de Chandler como el del detective Philip Marlowe, encarnado en el cine por el adusto Humphrey Bogart vestido siempre con un largo gabán y el sombrero ladeado (Bogart hizo también de Sam Spade, el detective que creó Hammett). Hace unas décadas, el argentino Osvaldo Soriano resucitó al viejo Marlowe, junto al Gordo y el Flaco, en su novela Triste, solitario y final. La influencia de la Novela Negra en la Literatura Latinoamericana ha sido, y es, trascendental. Novelas como Los detectives salvajes o 2666 de Roberto Bolaño, ¿Quién mató a Palomino Molero? de Vargas Llosa, Tinta roja de Alberto Fuguet, Tríptico de carnaval de Sergio Pitol, Respiración artificial de Ricardo Piglia, Caramelo verde de Fernando Ampuero o Abril Rojo de Santiago Roncagliolo, por una u otra razón, deben parte de su existencia a ese género tan mal visto, en general menospreciado, pero vital a la hora de hacer revisión de influencias y demás. Sin embargo, los grandes cultores del género se siguen contando entre novelistas nacidos en Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
LA VERSIÓN CINEMATOGRÁFICA
Otra historia es la del Cine Negro. Inspirada en la Novela Negra, ha logrado desprenderse de sus orígenes, y se han llegado a producir verdaderas obras maestras, más de las que se cuentan entre los anaqueles de una vieja biblioteca. El halcón maltés de John Huston; Alma en suplicio de Michael Curtiz; Labios ardientes de Dennis Hopper; Katia Ismailova de Todorovski; Sed de mal de Orson Welles; Taxi Driver de Martin Scorsese; Hunter de Michael Mann; El cartero siempre llama dos veces de Tay Garnett; Terciopelo azul de David Lynch; Chinatown de Polanski o El Tercer Hombre de Carol Reed (guión de Graham Greene). Dejando muchas afuera, la lista de películas notables de este género supera largamente a sus pares literarios.(Daniel Martínez)
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