El voto es para el partido

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La cifra repartidora es una compleja fórmula matemática que determina cuántas curules alcanzará cada partido en el Congreso. Para hacer el cálculo, se comienza eliminando los votos nulos y en blanco. Luego se realiza una serie de divisiones, según sea el número de escaños que corresponde a cada región. Después, prácticamente al final del proceso, se toman en cuenta el voto preferencial. Así es como, las matemáticas pueden alterar la voluntad del pueblo en las urnas, cuando este pueblo no está bien informado.

Aún el candidato más votado puede quedar sin curul, pues el indicador más determinante es la votación que obtuvo el partido, no solo en la región sino a nivel nacional. Así sucedió en las pasadas elecciones de 2016, con Jorge Rimarachín, de Democracia Directa, en Cajamarca. Obtuvo más respaldo que los tres candidatos electos de Fuerza Popular, con sus 19 542 votos; pero, como su partido no pasó la valla del 5 %, él no pudo ocupar un escaño en el Congreso. Lo mismo ocurrió con Rennán Espinoza, que llevaba el número 1 en la lista de Perú Posible. Como su partido no pasó la valla, él no llegó al Congreso, pese a que obtuvo 30 611 votos, más que algunos parlamentarios que sí fueron reelectos, como Leyla Chihuán (Fuerza Popular) o Julio Rosas (Alianza para el Progreso).

El voto preferencial existe porque la democracia dentro de los partidos aún es débil; pero, de poco sirve si los electores no están bien informados y votan sin tener en cuenta que, en primerísima instancia, el voto es para el partido.

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