En 1848, cuando Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott convocaron a la primera convención nacional por los derechos de las mujeres, en Estados Unidos, y manifestaron que “todos los hombres y las mujeres son creados iguales”; las personas se burlaban de ellas. Hoy, 170 años después, la igualdad que reclamaban estas mujeres ha llegado a firmarse en leyes y tratados internacionales, pero no es aún una realidad. Pese a esto, reclamar por la igualdad sigue siendo motivo de ataques de parte de quienes viven en la ilusión de que las condiciones de desarrollo de hombres y mujeres son las mismas; y minimizan la situación de vulnerabilidad que viven miles de mujeres y niñas dentro de sus propias casas.
Se acerca el Día Internacional de la Mujer y es muy probable que más de una institución o persona caiga en la tentación de convertirlo en un Día de la Madre anticipado, reforzando estereotipos que encasillan a la mujer y limitan su desarrollo integral; obsequiándoles licuadoras o sesiones para el arreglo de uñas y lisado del cabello. Que no hay nada de malo en ese tipo de expresiones, dirán los más conservadores. Y no lo habría si no se dejara de lado lo más importante: la necesidad de hacer efectiva la igualdad en el ejercicio de los derechos. Además, la urgencia de generar mecanismos para que las mujeres no sean asesinadas por varones que creen que ellas son objetos para su satisfacción. Y que pueden tomar su vida si no los complacen.
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