Han pasado 10 meses desde que comenzó la pandemia en nuestro país y estamos tan vulnerables como al inicio, o peor. Las posibilidades de paralizar actividades económicas son ahora menores que hace 10 meses y las personas están menos dispuestas a seguir las normas sanitarias, que al inicio del confinamiento.
Pese a que la primera ola descendió solo hace tres meses, parece que hemos perdido de vista de que estamos frente a un virus mortal y que las medidas dictadas por el gobierno tienen como objetivo reducir el impacto y evitar que los centros de salud colapsen. Pero, está pasando nuevamente: comenzamos a quedarnos sin camas UCI, mientras en las calles la gente reclama su “derecho” a reunirse con amigos o pasear un auto los domingos, criticando las medidas restrictivas y hasta pidiendo sustento científico sobre su eficacia, como si no fuera evidente que el objetivo es evitar que salgamos de nuestras casas; porque, hasta ahora, eso es lo único que garantiza menos contagios.
No olvidemos que, en pandemia, somos como granos de arena de una playa: cada esfuerzo es necesario; aunque de manera individual parezca muy pequeño y sin sentido. Es por eso que, en el caso de vacunas, por ejemplo, es importante que 80% de la población se vacune para que cumpla su propósito; pues quienes se quedan sin vacunar permiten la mutación del virus, lo que resta efectividad a la inmunización. Otro factor que reduce la predisposición de las personas a obedecer las normas sanitarias, parece ser la proliferación de noticias falsas; hoy convertidas en otra plaga difícil de combatir.
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