Científicos bamba e incentivos perversos

"Mientras tanto, se deja en segundo plano la producción local y regional, aquella que apunta a debatir nuestros problemas y las salidas que podemos darles. Como diría nuestro querido Aníbal Quijano, el saber colonial por encima de los saberes propios, nacionales y latinoamericanos"

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El día 29 de octubre se denunció en un programa de televisión la existencia de verdaderas fábricas de “artículos científicos” cuya autoría era vendida a personas inescrupulosas para que engrosaran sus currículums y así pudieran acceder a los incentivos que instituciones públicas y privadas dan a la investigación académica. 

La noticia me agarró fuera del país, asistiendo justamente a un evento “La Cumbre Global del acceso abierto diamante” en Toluca, México; que ha tratado otro ángulo del mismo tema. La necesidad de combatir el cobro por leer y publicar artículos científicos, así como la necesidad también de evaluar al investigador no sólo por la cantidad de artículos que publica y la cantidad de citas de su producción en fuentes de datos indizadas, sino sobre todo por la trayectoria de vida de este. Asimismo, la Cumbre concluyó también que la producción científica debidamente evaluada vale por los aportes de ella misma, más allá de la revista y/o la plataforma donde haya sido publicada. Es decir, pone lo cualitativo por encima de lo cuantitativo.

De igual manera, subrayó el nombre “acceso abierto diamante” para señalar a aquellos que usan el término “acceso abierto” como simple eslogan, pero sin implementar sus consecuencias abandonando la lógica comercial.  En conclusión, se señaló que la ciencia es un bien público de acceso universal, cuya circulación es contraria a un propósito comercial y cuya evaluación debe estar en manos de la academia.

¿Hay alguna relación entre ambos hechos, los episodios delictivos y la política científica? Por supuesto que sí. Señalando como lo han hecho ya varios analistas, que estas fábricas de artículos y la compra y venta de autorías son delitos que deben ser perseguidos y sancionados por la autoridad respectiva, aquí no termina el problema. Hay razones más de fondo que tienen que ver con la forma como se evalúa en nuestro país. 

En el Perú tenemos el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica SINACYT que es administrado por CONCYTEC, el cual a su vez tiene un reglamento que califica, clasifica y registra a los investigadores, denominado por sus siglas RENACYT. Este reglamento ha estado orientado en sus diversas versiones, pero sobre todo en la última, de septiembre de 2021, que es la que nos rige, a priorizar los criterios cuantitativos de evaluación, en plazos cortos de tiempo, imponiendo una falsa productividad que incentiva la trampa.

Es más, toma como indicador principal la cantidad de artículos publicados en plataformas de lógica comercial, principalmente Scopus y WOS, y el “índice h” que genera el número de citas de cada autor en las mismas. Estas plataformas de lógica comercial son grandes empresas transnacionales de la circulación del conocimiento, que como cualquier empresa quieren ganar dinero y lo hacen desde las necesidades de sus países de origen, priorizando por su naturaleza el conocimiento que les interesa y mejor si está escrito en inglés. Bueno, aunque no lo crean, a estas empresas les da la prioridad CONCYTEC en el actual reglamento del RENACYT. Publicar en sus plataformas de indización es lo que da más puntos por encima de cualquier otra consideración.

Pero no es que no haya plataformas de lógica no comercial en América Latina. Claro que existen. Está Scielo que se origina en el Brasil, Latindex en la UNAM y también Redalyc, en la Universidad Autónoma del Estado de México. Esta última, por sus avances conceptuales y tecnológicos, quizás la más avanzada de la región. Sin embargo, RENACYT sólo considera a Scielo. Y con un puntaje que varía entre un cuarto y un quinto del valor que les da a las plataformas comerciales.

¿A qué se debe esta actitud? Me atrevo a señalar dos sesgos. El primero es la competencia entre áreas académicas. Usan plataformas que se originan en las ciencias médicas y las ciencias naturales y exactas. Privilegian, aunque muchas veces lo ignoran o nieguen, el positivismo como su teoría del conocimiento, descartando que existan otras formas de conocer. Demás está decir que conciben a las humanidades y las ciencias sociales como disciplinas menores. Que deben adecuarse al “método científico” si desean tener alguna consideración. Como ejemplo está la manera como se han diezmado las comunidades de investigadores, las principales del Perú en sus materias, en las facultades de letras y de ciencias sociales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que con esta última versión del RENACYT, ha perdido entre el 80 y el 90% de sus integrantes. 

El segundo, es el sentido que se da a la producción del conocimiento. La lógica de las plataformas comerciales, como dice el Foro Latinoamericano de Evaluación Científica (FOLEC) es extractivista. Privilegian todo aquello que puedan llevarse para sus países. Allí entran desde los “dateros” que contratan en nuestro medio, hasta las investigaciones que articulan con las suyas previo financiamiento. Mientras tanto, se deja en segundo plano la producción local y regional, aquella que apunta a debatir nuestros problemas y las salidas que podemos darles. Como diría nuestro querido Aníbal Quijano, el saber colonial por encima de los saberes propios, nacionales y latinoamericanos.

Por eso creo que el actual reglamento del RENACYT es un incentivo perverso y seguramente inconsciente, para estas prácticas delictivas que comentábamos al principio. Y por ello, es hora de que se modifique el RENACYT poniendo a todas las plataformas indizadoras en igualdad de condiciones. Hay que priorizar lo cualitativo, trayectorias en especial, antes que lo cuantitativo. 

Por último, un detalle sobre la ética. Tanto el CONCYTEC como diversos comentaristas han señalado la necesidad de fortalecer la ética de los investigadores y los comités de ética respectivos. Nuevamente, las conductas personales a las que hay que prestar atención, se dan en un determinado contexto. En la investigación el compromiso ético fundamental es con el desarrollo de nuestro Perú y con nuestra región que es América Latina. Allí es que se juega la ética de lo que hacemos, en la vida buena que le damos a nuestras comunidades.

Ojalá que este capítulo bochornoso traiga reformas y no sólo pesares. La ciencia en el Perú, en todas las disciplinas sin distinción, se lo merece.

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