El guía se dirige al primer grupo que visita el cementerio de La Apacheta a las 7 de la noche y dice: «y por este lado observamos la tumba del poeta y narrador arequipeño, Alberto Hidalgo, nacido el 31 de mayo de 1879 y muerto en Buenos Aires 70 años después».
De inmediato, los flashes se reflejan en la prominente cabeza del autor de «Carta al Perú», apostada en un pilar del mausoleo. Los turistas y estudiantes hacen algunas preguntas sobre el escritor, mientras otros leen el epitafio que dice «aquí yace yo mismo, murió de poesía».
El siguiente destino es el nicho de Víctor Apaza. La cantidad de arreglos florales sorprende a los visitantes, el guía se adelanta y dice que, según muchos arequipeños, el hombre ha hecho milagros. Una mujer revisa su libro de biografías y se entera de que Apaza fue un asesino que hoy es considerado un santo.
Estas impresiones son las más comunes en el camposanto más memorable de la ciudad blanca que conserva los restos de los personajes que dieron identidad y configuraron el valor cultural de Arequipa. Las hileras de nichos y ostentosos mausoleos son visitadas como si de un museo se tratara.
De Mónica a Mostajo
En su momento, Edgardo Calderón Paredes, expresidente de la Sociedad de Beneficencia, explicó que el proyecto busca rescatar la memoria de los personajes que hicieron historia en nuestra ciudad, afianzar la identidad de las nuevas generaciones, pero, sobre todo, ofrecer un espectáculo que nos acerque a la historia de Arequipa. Gracias a este proyecto, la gente podrá cambiar la visión que tienen sobre el camposanto que, asegura, es un «espacio vivo».
Y razón no le falta, ya que los silentes protagonistas del proyecto fueron históricas figuras en diversos aspectos de la tradición local. A saber, en los pabellones del camposanto La Apacheta no solo resaltan figuras misteriosas como «Mónica, la condenada», que según los vigías del cementerio sale todos los días a desarrollar su propio recorrido.
También descansan musas como «Silvia», ilustres combatientes como Neptalí Valderrama y pensadores de avanzada como Francisco Mostajo. La lista se extiende hasta líderes sindicales y educadores como Horacio Zeballos Gámez. Y otras figuras base de la literatura arequipeña como María Nieves y Bustamante, autora de «Jorge o el hijo del pueblo». Según Calderón, se trata de personajes de gran valor que, por la indiferencia de la gente, han perdido importancia.
Para sorpresa de los visitantes nacionales y extranjeros, el cementerio también cuenta con un pequeño cementerio de judíos frente al que se erige un misterioso pabellón de suicidas que, según Calderón, despertarán la inquietud de los futuros visitantes, así como el estudio de profesionales.
Mausoleos y epitafios
Pero los personajes no serán el único atractivo dentro del recorrido, también los mausoleos y las piezas en mármol traídas desde Europa. Los cuidantes del cementerio nos cuentan que a diario «La Apacheta», aun sin ser destino turístico, recibe una importante cantidad de fotógrafos que pasan horas disparando sobre estatuas, efigies e incluso arreglos florales.
Casi todos los nichos conservan variada iconografía en sus lápidas, hechas con mármol de Italia, mármol nacional e incluso en bronce y hierro forjado. La ornamentación resulta un punto difícil de pasar por alto debido a su gran variedad. Sin embargo, fuera de las lápidas de los grandes personajes, se estima que detalles como pasajes del evangelio o de la vida de los muertos inscritos en las placas o versos llamarán la atención de más de uno.
Estudiantes de arquitectura confirman esta teoría. Aseguran que la variedad de adornos como imágenes de la crucifixión y vírgenes, Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, atraerán las miradas y curiosidad. Sobre todo la de turistas extranjeros.
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