Mientras Arequipa se encamina a celebrar sus quinientos años de fundación, recorremos el pasado para descubrir que varios de sus hijos, nacidos en la tierra del sillar, quizá no sabían el tesoro que legaron, no solo a los arequipeños, sino a todo el mundo, a través de su trabajo. Verdaderos visionarios que se convirtieron en inspiración de innumerables artistas y científicos que hasta el día de hoy reconocen esta herencia.
En esta ocasión recordaremos a tres arequipeños que lograron marcar un punto de quiebre en la historia. Tres arequipeños que se adelantaron a la época en la que vivían y que, gracias a ellos, la Ciudad Blanca es recnocida como la cuna de personajes ilustres.
Pedro Paulet (Arequipa 1874 – 1945)
Genio arequipeño de visiones distópicas y herencia invaluable
Imposible no hablar de visionarios sin mencionar a Paulet, un hombre de ciencia cuyos aportes dejaron una invaluable herencia para las generaciones siguientes. Sus diseños e ideas fueron extremadamente avanzados para su época. De niño, Paulet fue un ávido lector de los libros de Julio Verne. El joven y brillante estudiante de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) completó su formación en Europa, llegando a ser alumno del Nobel de Física Pierre Curie. Su paso por el continente europeo lo llevó a ser galardonado por el gobierno francés y recibir reconocimientos por sus aportes a la astronáutica. Estaba profundamente comprometido con la idea de que sus inventos pudieran contribuir significativamente al progreso humano. Este hombre de ciencia vivió en carne propia la transición a un nuevo milenio, consolidando su visión distópica en la ferviente creencia de un futuro que, después de más de un siglo, estamos viviendo.
Bajo esa premisa, nos queda la interrogante: ¿qué hubiera hecho Paulet con la inteligencia artificial si viviera en esta época?.
De regreso en el Perú, Paulet pudo ejercer su vena política a través de la diplomacia. Gracias a él, se lograron solucionar problemas limítrofes en el país. Lamentablemente, su país le dio la espalda, tanto a él como a la importancia de la educación. Fue jubilado sin la posibilidad de seguir aportando en instituciones. Sus inventos lograron trascender fronteras, pero no se quedaron ni se aplicaron en su tierra natal. No fue comprendido.
Hoy, casi un siglo después, no hay homenaje que haga justicia a la brillante mente de un hijo nacido al pie de un volcán.
Max T Vargas. (1873 – 1973)
El legado intemporal de un visionario de la luz
Una de las pruebas tangibles de su visión es la escuela que este arequipeño logró formar, gracias a su talento, educando a dos de los mejores fotógrafos que el Perú y el mundo han conocido: los hermanos Vargas y Martín Chambi. Maximiliano Telésforo Vargas fue uno de los fotógrafos más solicitados de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX en Arequipa. Fue un buen amigo de Pedro Paulet. Maximiliano decidió quedarse junto a Emilio Díaz en Arequipa, mientras su buen amigo Paulet partía a Francia, ellos querían abrir un estudio fotográfico. Según el comunicador Álvaro Mejía, a pesar de conocer su talento, la autopercepción que tenía de la fotografía Max T. Vargas era la de saber lo que hacía: un negocio.
Pese a popularizarse en la fotografía de retratos, su trabajo artístico destacaba de manera impresionante en las tomas paisajísticas, como capturar el cráter del imponente volcán Misti cuando acompañó a la expedición de 1900 para colocar una cruz de hierro. La fotografía la tomó con su equipo, que no era un smartphone. Toda una hazaña. Sus viajes por el sur lograron pulir el estilo de Vargas, recorriendo el Cusco, Puno y Bolivia.
A pesar de ello, su popularidad destacó en sus fotos para la sociedad más acomodada de Arequipa. Sus retratos llegaron a vestir renombradas revistas de moda en esos años; sin embargo, el fotógrafo no era fiel a las técnicas que primaban en la fotografía de manera casi dictatorial. En el libro “Un Arte Arequipeño. Maestros del Retrato Fotográfico” se menciona que Max T. Vargas no quiso o no supo adaptarse a las modas fotográficas del momento, las de ese pictorialismo internacional que triunfaba, no solo en el retrato en galería, sino también en los retratos de las estrellas del cine y en las revistas de alta costura a partir de la segunda década del siglo XX. Sus retratos, después, tuvieron el reconocimiento merecido, convirtiéndolo en uno de los mejores fotógrafos de estudio del siglo XIX.
Este es quizás el mayor don que Max T. Vargas ha dejado en herencia a su discípulo más famoso, Martín Chambi Jiménez, quien acabaría influyendo en fotógrafos de la talla de Irving Penn. Y aunque Vargas no empleara procedimientos nobles, sabía utilizar los recursos de fantasía y fotogenia, propios de los grandes maestros del siglo XIX, y supo dejar como herencia a sus discípulos un modo de hacer empresa que no permitía demasiada competencia, por su exclusividad.
Hortensia Málaga González (1902-1996)
Pluma de libertad y justicia femenina
En la lista de visionarios no podíamos dejar de mencionar a los destacados poetas y poetisas que conformaron la Lira Arequipeña. Gracias a ellos, hasta el día de hoy, los poetas más jóvenes encuentran gran inspiración para continuar con una de las corrientes literarias más complejas y difíciles de rentabilizar en tiempos actuales. Entre las mujeres que dejaron su huella en las letras arequipeñas destaca la poetisa Hortensia Málaga, una mujer visionaria cuya pluma expresó una profunda y sensible condición humana, marcada por su compromiso social y moral. Se atrevió a hablar de empoderamiento femenino en una época en la que la opinión de la mujer era ignorada y ella era limitada a realizar solo labores domésticas.
Escribió para el diario “El Pueblo” y otros medios de comunicación, abordando los derechos de las mujeres y asuntos sociales y políticos. Fue la presidenta fundadora de la Unión Femenina de Arequipa de Letras y Artes, una institución que promovía la culturización y elevación espiritual de la mujer. También fue reconocida internacionalmente y formó parte de diversas organizaciones literarias y culturales en América Latina y más allá. Fue miembro de honor del Comité Cultural Argentino, delegada de la Fraternidad Espiritual Latinoamericana en Buenos Aires, y miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos en La Habana, entre otros.
El escritor e historiador Helard Fuentes rescata de Málaga una importante declaración que dio en el Día de la Madre en 1954: “Las principales necesidades que afronta la madre proletaria son: las de vivienda, alimentación y anonimato. Viviendas insalubres dan por resultado niños enfermos. Alimentación deficiente, raquitismo y pobreza mental. Anonimato, resentidos sociales, seres aislados, parias de la sociedad, vergüenza”.
“Y en el cielo otra danza macabra
de espectros se vé
que corren y vuelan
que vienen y van;
dragones con alas
montañas sin pie
Hay cabezas gigantes, hay monstruos,
hay gunetes que en rudo tropel,
se disputan ganar las distancias
para hundirse en el caos después”
Crepúsculo
[Arequipa, set. 1928, publicado en la revista Mundial de Lima, número extraordinario dedicado a Arequipa]
Así, estando próximos a cumplir medio milenio desde la fundación de Arequipa, recordamos con respeto nombres que estas breves líneas no hacen justicia al gran aporte que lograron implantar en la historia. Y después de otros 500 años, seguirán siendo recordados mientras sus legados continúan educando e inspirando a nuevas generaciones que saben que no se nace en vano al pie de un volcán.
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