Una brevísima narración sobre el origen del nombre de sus principales calles

Algunas calles le deben su nombre a algún personaje histórico, otras a los conventos que se ubicaban en su zona

Recorrer el Centro Histórico de Arequipa es mucho más que admirar la majestuosidad de su arquitectura colonial. Es también sumergirse en las historias y tradiciones que dieron origen a los nombres de sus calles. Cada esquina y cada vía tienen un trasfondo que refleja las costumbres, la economía, la religiosidad y hasta las aspiraciones de sus habitantes a lo largo del tiempo.

Uno de los ejemplos más emblemáticos es la calle Mercaderes, hoy una concurrida vía peatonal que conecta la Plaza de Armas con otras zonas importantes de la ciudad. Su nombre se remonta a la época colonial, cuando mercaderes ofrecían sus productos en este punto estratégico. Desde especias y textiles hasta objetos de lujo, esta calle era el epicentro del comercio local y un lugar de encuentro para viajeros y habitantes. Actualmente, sigue conservando ese dinamismo, pero hoy enfocado al turismo y el entretenimiento.

La fuerte influencia religiosa de Arequipa también dejó su marca en nombres como la calle Jerusalén, que remite a la espiritualidad y devoción de la época. De igual forma, la calle San Francisco toma su nombre del histórico convento fundado por la orden franciscana en el siglo XVI, un espacio que aún resguarda una invaluable colección de arte religioso y documentos históricos.

La calle San Francisco, actualmente reconocida por su actividad comercial y turística, tuvo en sus inicios una designación diferente. En su primera cuadra, fue conocida como “Seminario”, en alusión al Seminario de San Jerónimo, ubicado cerca de la histórica casona Tristán del Pozo. Este inmueble, cuya construcción data de 1738, es considerado Patrimonio Histórico desde 1958. En el presente, alberga las oficinas principales del Banco Continental y AFP BBVA Horizonte.

“Callejón del Cañón” o “La Pólvora”.

Pasaje con historia de Arequipa

En el número 106 A de la primera cuadra de la calle San Francisco comienza un pasaje que conecta con la calle Jerusalén. Este se ubica específicamente en el número 405. Este lugar, conocido como “Callejón del Cañón” o “La Pólvora”, tuvo un propósito relacionado con su denominación.

“Construido especialmente para dar servicio de entrada y salida a los habitantes de las pequeñas casa que tienen frentera a la calle Mercaderes. Habiendo sido en su momento, luego del incendio que sufrió la Catedral y dada la necesidad de material bélico, ella se convirtió en molino de pólvora y el callejón en cuestión se convirtió en el lugar de prueba de armas para ver el grado de pólvora que debían llevar las mismas. Es la razón del nombre”

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Por otro lado, la cuarta cuadra de la calle Jerusalén recibió antiguamente el nombre de “calle Alpacoto”. Sumando así otro fragmento al entramado de historias que compone el Centro Histórico de Arequipa.

La calle Moral destaca no solo por su belleza, sino por las especulaciones en torno a su nombre. Algunos historiadores sugieren que se debe a la abundancia de árboles de mora en la zona durante el periodo colonial. Otros, en cambio, lo relacionan con un simbolismo más abstracto, evocando un ideal de virtudes morales que los vecinos querían transmitir. Lo cierto es que allí se ubica otro monumento arquitectónico, la Casa del Moral, que. en efecto, resguarda un gran árbol de mora.

Otros santos y templos

Las calles San Agustín y La Merced también obedecen en sus nombres a la ubicación de los templos homónimos, el de San Agustín, patrono de la Universidad que también comenzó a funcionar en esa primera cuadra; y al templo y convento de los mercedarios. Las dos edificaciones coloniales permanecen intactas, restauradas varias veces.

Santa Catalina toma su nombre del famoso Monasterio, hoy convertido en uno de los puntos turísticos de mayor atracción y en un centro gastronómico donde se ubican los mejores restaurantes de la ciudad.

Por otro lado, la calle Santo Domingo debe su nombre a la icónica iglesia y convento del mismo nombre. Un lugar de gran relevancia histórica y arquitectónica que data del siglo XVI. Este templo es uno de los puntos más visitados por quienes buscan conocer el alma de la Arequipa virreinal.

Homenajes a héroes nacionales

Las calles y puentes también rinden homenaje a figuras históricas. Puente Bolognesi y puente Grau no son solo vías transitadas, sino que llevan los nombres de dos héroes peruanos, Francisco Bolognesi y Miguel Grau, respectivamente. Estos personajes no solo marcaron la historia nacional, sino que su legado se integra en la memoria colectiva de Arequipa, recordados en la rutina cotidiana de quienes transitan por estos lugares.

La antigua calle Ejercicios, donde acantonaban tropas del Ejército, se convirtió hace pocas décadas en la calle Álvarez Thomas, en homenaje al ilustre peruano que llegó a ser Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina). Ignacio Álvarez Thomas se nacionalizó argentino, pero vivió hasta su juventud en la primera cuadra de esa calle, en una vivienda que hoy es la sede del Club Arequipa.

Otros nombres como el del pasaje de los Cristales transportan al visitante a una época en la que los fragmentos de vidrio decoraban las ventanas de las casas coloniales. En aquellos tiempos, los cristales eran un símbolo de estatus y lujo. Esto hacía de este lugar, un espacio reservado para la élite de la ciudad.

Explorar las calles de Arequipa es como leer un libro de historia al aire libre. Nombres como Santa Catalina, Cruz Verde o Bolívar nos invitan a descubrir más sobre su pasado, desde los conventos y las leyendas que inspiraron su denominación, hasta los eventos que dejaron su huella en cada adoquín. Así, caminar por estas calles es revivir las historias que aún resuenan en sus esquinas, una experiencia que conecta el presente con el rico legado del pasado.

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Marco Zavalaga
Marco Zavalaga
Estudió las carreras de Economía y Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de San Agustín. En 2013 inicia su trabajo en El Búho, donde permanece actualmente.

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