Política

“Bebito fiu fiu en campaña”, la gira de Martín Vizcarra en Arequipa, entre selfies y memoria popular

«Arequipa te repudia», gritaban de un lado. «¡Ahí está el Bebito fiu, fiu!», celebraban del otro. Y en medio de esa Plaza España agitada, entre banderas, shots de ron, celulares alzados y recuerdos, apareció él: Martín Vizcarra, expresidente del Perú

Por Cielo Gallegos | 18 mayo, 2025
Arequipa

Eran las cuatro de la tarde y el sol de Arequipa golpeaba directo sobre los toldos improvisados del mitin. En la pantalla gigante, Rosa María Palacios se repetía como loop: “Esto es persecución política”. Pero nadie parecía escucharla. Los más jóvenes se acercaban por curiosidad, atraídos por el escenario, la música y la promesa de ver al expresidente convertido en fenómeno pop. Otros, más convencidos, desempolvaban los polos de campaña, ondeaban banderas y hablaban con nostalgia de aquel momento en el que Martín Vizcarra “cerró el Congreso”.

—“Si tuvo el coraje de enfrentarse a esos corruptos una vez, lo puede volver a hacer”, me dijo una señora con gorra blanca y labios apretados. Pero apenas terminó de decirlo, una pareja a su lado soltó una carcajada al ver un cartel que decía: “Mi presi, tu presi, nuestro presi”. Era evidente: muchos no estaban ahí por política, sino por la postal.

Arequipa
Carteles levantados durante el Mitin del Ex presidente Martín Vizcarra.

La orquesta terminó de afinar sus instrumentos y el maestro de ceremonias, con voz de animador de feria, anunció el inicio del evento. La gente se agrupó alrededor, como si esperaran un concierto más que un discurso político. Algunos preguntaban, con tono de broma y celular en mano: “¿Ya llegó? ¿Dónde está el Bebito fiu fiu?”. Se reían, se mandaban mensajes, se tomaban selfies con su gigantografía. Y en ese instante, ya no era el expresidente, sino el personaje.

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Cuando finalmente apareció, las cámaras de los celulares se alzaron como una ola. «¡Mira, es él! ¡Vizcarra está en la plaza!», gritó una chica mientras llamaba a sus amigos por WhatsApp. Vizcarra, serio, comenzó a hablar de su encuentro con los jóvenes, de su compromiso con la democracia, de cómo había enfrentado al Congreso. Pero pocos lo escuchaban. Algunos bebían ron en el fondo, compartiendo la botella como en un concierto de universitarios. Otros bailaban al ritmo de la banda. Era un viernes cualquiera, con un invitado especial que antes firmaba decretos y ahora firmaba gorras.

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—“Es como si viniera uno de Esto es Guerra”, murmuró un joven, riéndose. “Pero más viejo”.

No todos celebraban. Desde un lado de la plaza, un hombre con megáfono lanzó su queja: “¡A los ricos les dio millones y a nosotros miseria!”. Luego la mujer que lo acompañaba gritó: “¡Traidor! ¡Quiere volver para favorecer a sus amigotes!”. Algunos se unieron. La policía se acercó, discreta, y los retiró. Pero horas después, cuando ya anochecía, el orden se difuminó como el maquillaje bajo el calor. Jóvenes tambaleaban, otros servían tragos sin vergüenza y la policía, a un paso, observaba en silencio.

En la calle de enfrente, otro grupo se había organizado. No eran muchos, pero hacían bulla. “¡Vizcarra, rata, Arequipa te repudia!”, cantaban al unísono. Una mujer tomó la palabra: “Cuando a él le dieron el dinero para que comprara las vacunas, se gastó el dinero y hubo muchos muertos”. Otro integrante de «La Resistencia» characata intervino: “El pueblo tiene memoria. Nosotros queremos un cambio de verdad. La ciudadanía tiene que pensar qué tipo de democracia queremos tener”.

Arequipa

A pesar de las críticas, Martín Vizcarra encontró un momento de respiro cuando preguntó: “¿Estamos hartos del gobierno actual?”. Fue lo único que unió a todos. El coro fue unánime: “¡Sí!”. Un alivio para él, una muestra de que el descontento a veces puede más que la memoria. Porque la política, como el fútbol, encuentra consenso en el enemigo común.

La noche cayó en Arequipa. Vizcarra se retiró rodeado de gente que no le pedía propuestas, sino fotos. Los carteles con frases virales seguían alzados, pero no había ni una línea que recordara su plan de gobierno, sus logros, o siquiera su promesa. Parecía que nadie quería recordarlo como presidente, sino como personaje de internet. Como si esa fuera su estrategia: conectar desde la tendencia fugaz, no desde la política.

La banda siguió tocando. Quienes habían llegado por Vizcarra se quedaron bailando. La plaza, por momentos, se convirtió en una fiesta improvisada. Algunos jóvenes bailaron el carnaval arequipeño con entusiasmo y por un momento, muy breve, todo pareció tener sentido. Luego se apagaron los parlantes, la policía pidió que despejen la vía y los opositores de Tía María, con sus banderines verdes en alto, se retiraron gritando: “Agro sí, mina no”.

Protestantes se retiran del evento.

La calle volvió a su ritmo. Vizcarra ya no estaba. Solo quedaban los memes, el ron, los carteles y las conversaciones de WhatsApp llenas de fotos borrosas. En Arequipa, ese viernes, no se vivió un mitin político. Se vivió un evento pop, un show con nombre de campaña y forma de videoclip. Y el mensaje quedó claro: en tiempos donde la política se viraliza, hasta los expresidentes deben elegir entre ser líderes… o solo celebridades.

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Cielo Gallegos

Comunicadora en formación con certificado en Community Management. Interesada en periodismo cultural, derechos humanos y conflictos sociales.