Hubo una época en que Stax Records era casi tan importante como Motown y delineó el camino de ascenso de la música soul del sur de Estados Unidos, ese soul crudo y desgarrado que en voz de Otis Redding era una plegaria de dolor, un ruego inútil a un dios implacable que todavía iba a permitir que las leyes Jim Crow tuvieran vigencia hasta bien entrados los años sesenta.
A diferencia del sonido Motown, el sonido que provenía de Stax era más “auténtico” y emotivo, un sonido fácilmente identificable con los problemas raciales y políticos que se vivían en Memphis y en el deep south. Además, a diferencia de Motown, Stax era una familia más que una empresa. En las salas de grabación reinaba el jolgorio y la algarabía quizá porque los dueños, Jim Stewart y Estelle Axton (de ambos apellidos surge el nombre “Stax”) eran dos hermanos blancos que de música no sabían mucho. La política de ambos fue abrir las puertas de su estudio a todo aquel que demostrase un mínimo de talento. A todas luces, fue una política acertada porque si algo sobraba en las calles y esquinas de Memphis era talento musical.
Cierta tarde de verano de 1960, cuatro sonrientes muchachos, debidamente apertrechados con sus instrumentos, probaron fortuna en el nuevo y pujante sello. A primera vista era un grupo anómalo porque era interracial. Se trataba de Booker T. Jones en los teclados, Steve Cropper en la guitarra, Lewie Steinberg en el bajo y Al Jackson Jr. en la batería. Fueron inmediatamente contratados y además se les asignó la tarea de ser el grupo soporte para solistas y compositores sin banda. Cropper recuerda las bulliciosas y distendidas grabaciones en las que, entre el humo del cigarro y las risas, las improvisaciones imponían su sello distintivo. Pero también recuerda rostros airados que se volvían a mirar a aquellos alegres muchachos que no respetaban la segregación y se atrevían a comportarse como hermanos.
Como fuere, los inicios de los sesenta fue una época mágica para Booker T. & the M.G.’s. Grabaron con verdaderas personalidades del soul y, sobre todo, salieron de gira, en interminables noches de locura con gente como Wilson Pickett, Otis Redding, Rufus Thomas o Albert King. En la atmósfera de aquellos viajes se sentía la ebullición de algo nuevo que iba naciendo, se sentía la vieja piel de la segregación arrojada a un lado y los nuevos y promisorios tiempos de los derechos civiles que no podían esperar más. Booker T. & the M.G.’s. era el símbolo representativo de que nuevos aires corrían por las viejas y pauperizadas calles de Memphis.
El álbum debut de la banda cayó por propio peso en 1962. Nació a partir del famoso sencillo que da título también al álbum, “Green Onion”, un tema con la progresión típica de un blues, cuyo riff principal se le ocurrió a Booker T. durante los constantes jams, aparentemente improductivos, de la banda en el estudio. Crooper se luce con su Fender Telecaster, arrancándole melodías de prístina claridad que hacen que sea un placer escuchar el álbum. Me imagino que la edición Deluxe que lanzó Rhino hace dos años sonará todavía mejor.
Tan sutil y envolvente es la música que por aquellos años producía la banda que el propietario de Stax, Jim Stewart, grababa sus ensayos sin avisarles, para capturar así, el mágico momento que se vivía en la sala. En 1962, Booker T. tenía sólo 18 años y “Green Onions” fue el primer álbum que lanzó con Stax. El carácter fortuito de la grabación sigue siendo motivo de sorpresa y estupor: un día entras a una sala de ensayo con tus amigos, te diviertes, no sabes que te han grabado, y sales de allí habiendo definido el rumbo de un género musical. “Green Onions” nos habla de un período mágico en el que era posible que sucedan cosas así.

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