Arequipa creyó que podía romper el yugo español. Y durante dos años lo intentó con versos, tertulias y fusiles. Entre 1813 y 1815 la ciudad fue un hervidero: jóvenes criollos conspiraban en chicherías, mulatos gritaban “¡Viva la patria!”, en Guañamarca y Mariano Melgar cambiaba los yaravíes por la pólvora. Hubo elecciones tensas, complots descubiertos, y un grito de libertad que terminó ahogado en Umachiri. Pero algo quedó: una idea peligrosa que no volvió a callarse. Esta es la historia del patriotismo romántico que convirtió a Arequipa en laboratorio de rebeldía antes de la independencia.
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