Cuando algo es considerado un derecho, la ley lo protege sin importar los deberes que le subyacen y, en ciertos casos, eso tiene efectos negativos. Por ejemplo: el derecho a tener hijos se puede ejercer sin cumplir con los deberes y responsabilidades que ello implica. Si la ley pretendiera establecer algĂşn tipo de prerrequisito para ser padres, serĂa catalogada como abusiva y, seguramente, con buenos argumentos. Esa intangibilidad de derechos no se discute; no obstante, no podemos dejar de observar las contradicciones a las que lleva. Siguiendo con el ejemplo de tener hijos, el ejercicio libre de este derecho sin cumplir con los deberes, termina por afectar el derecho de los propios niños a una vida plena.
Con el derecho a elegir y ser elegidos sucede algo similar. SegĂşn nuestras leyes, todo ciudadano peruano tiene derecho a postular a un cargo de representaciĂłn popular. Si no está preparado para asumir la funciĂłn, no importa; si no tiene idoneidad moral, tampoco. Es ciudadano y postular es su derecho. Este principio demandarĂa una ciudadanĂa informada y reflexiva que no vote por quien no lo merece; pero, como no es el caso, cualquiera que tenga los recursos suficientes para manejar una buena campaña electoral, será el ganador. Literalmente: cualquiera.
Y aunque suene mal, con la elecciĂłn de cualquiera se está consagrando un principio democrático: todos tenemos el mismo derecho a elegir y ser elegidos. Comprobamos entonces la contradicciĂłn, pues ese derecho a ser elegido termina perjudicando el derecho de todos a tener un buen gobierno. En este caso, vemos que hay una salida: la ciudadanĂa informada y reflexiva. ÂżSerá eso posible?
La teorĂa polĂtica nos dice que el electorado es pasional, que no vota usando la razĂłn sino las emociones; entonces, no parece posible un voto responsable. En los Ăşltimos años, tambiĂ©n se viene diciendo que el problema radica en la oferta polĂtica porque los partidos designan candidatos de poca valĂa. Pero, si bien hay mucho de cierto en eso, no es toda la verdad. En la larga lista de candidatos, siempre hay al menos uno con credenciales por encima del promedio: preparado, sin “anticuchos”, rodeado de personas medianamente correctas; pero, siempre acaba en los Ăşltimos lugares. ÂżPor quĂ©? Generalmente, se debe a que termina apabullado por las maniobras sucias de la polĂtica tradicional, refundido en un mar de propaganda, invisibilizado por los grupos que pagan pseudo encuestas. Siempre hay uno que merecerĂa, por lo menos, el privilegio de la duda; pero, nunca llega muy lejos.
En resumen, el derecho a ser elegido, la mala oferta polĂtica y la miopĂa electoral al momento de buscar una buena opciĂłn nos conduce insondablemente a repetir la historia cada vez que vamos a las urnas: elegir a representantes cada vez peores. Entre todos los obstáculos mencionados, una lupa parece ser la herramienta más cercana.