Si el amable lector, haciendo un tremendo ejercicio de imaginaciĂłn, se pusiera en los zapatos de los polĂticos honrados y capaces, no extremistas, que están pensando en la naciĂłn y en su futuro, – son pocos, pero son – inmediatamente le vendrĂa a la mente el tĂtulo de la cĂ©lebre pelĂcula protagonizada por Jack Nicholson. Porque grafica la situaciĂłn enredada, laberĂntica, pantanosa de la crisis polĂtica. Esa ficciĂłn, que sucedĂa en un hospital psiquiátrico, cada vez se acerca a la realidad del escenario donde se toman las decisiones. Porque para la mayorĂa de esos actores, preocupada por su sueldo, los audios, las encuestas y la posibilidad de una entrevista, no hay crisis ni hay responsabilidades y culpas en el palacio de la plaza BolĂvar, sino sĂłlo en el de la plaza de Armas. Y otros traman desenlaces no deseados.
Tanto los que proponen la vacancia (o su versión más radical de la doble vacancia, que incluye la de la vicepresidencia), como la de quienes proponen el adelanto de elecciones para que se vayan todos (o la versión radical de forzar un cierre del Congreso y elecciones para una Constituyente) están dando patadas en el área chica, ocupados en sus pequeños intereses, sin ver el arco y menos el bosque, atrapados por pasiones y presiones que casi no controlan.
La pregunta del millĂłn ya fue planteada hace rato: ÂżcĂłmo adelantar las elecciones generales si vamos a tener los mismos resultados? La respuesta correcta fue, claro, elecciones adelantadas, pero con reforma polĂtica. Pero esa reforma polĂtica es el mamut que nadie osa decir cĂłmo se lo va a cazar y luego trozar para comerlo. ÂżPor quĂ©? Porque, aunque vinieran los más sabios constitucionalistas del mundo a proponer las reformas más sensatas y eficaces, serĂan improbables e inaplicables, porque quienes forman parte del problema, es decir, los parlamentarios, tendrĂan que aprobarlas.
Hasta donde se sabe, la Ăşnica reforma que quieren aprobar es la de retornar al sistema bicameral, para poder reelegirse, en contra de la abrumadora mayorĂa de peruanos que dio su opiniĂłn negativa en el referĂ©ndum de hace sĂłlo cuatro años.
Una reforma polĂtica partirĂa por decretar la ilegalidad de los partidos que sean vientres de alquiler; de esos partidos cuyos comitĂ©s no funcionen y de los que no hayan presentado candidatos en, al menos en dos tercios de sus circunscripciones; la sanciĂłn severa al transfuguismo de los polĂticos; la renovaciĂłn del Congreso por tercios o por mitades cada dos o tres años; el impedimento de postular a los partidos que no rinden cuentas o deben multas; la desapariciĂłn del voto preferencial; el impedimento a partidos y postulantes para hacer regalos a los electores durante la campaña; o la creaciĂłn de distritos parlamentarios binominales en Lima Metropolitana. Pero, tambiĂ©n, la reducciĂłn a la mitad del nĂşmero de distritos en el paĂs, asĂ como el recorte de los poderes de los gobernadores regionales y alcaldes provinciales de cuya decisiĂłn individual depende el uso de millones.
SerĂa un conjunto de reformas para sanear y fortalecer nuestro dĂ©bil sistema polĂtico. Pero, casi imposible de lograr, vistos los intereses pequeños que mueven a polĂticos que parecen enfrentarse para las cámaras, pero que pactan secretamente intercambiar favores.
ÂżQuiĂ©n podrĂa ayudar desde afuera de los cĂrculos de los polĂticos? Antes era el pronunciamiento de los cuarteles, las presiones internacionales, ahora es más eficaz la gran prensa y sĂłlo en Ăşltima instancia “la calle”. Pero, ya se sabe que la gran movilizaciĂłn callejera, la de millones, no sucede cada mes, ni siquiera en Francia, naciĂłn que siempre ha dado ejemplo de ciudadanĂa y republicanismo. En el PerĂş sĂłlo aparece en circunstancias muy especiales, justamente porque el ejercicio de la ciudadanĂa es diminuto.
La gran prensa ha jugado un papel nefasto desde que se conocieron los resultados de la primera vuelta electoral de abril del 2021. Porque se plegĂł al tremendismo de derecha y alimentĂł el clima de polarizaciĂłn que hizo desaparecer el centro polĂtico y ha hecho imposible hasta hoy el diálogo entre las partes. La gran prensa está ganada por el espectáculo, por la sangre y alimenta el temor de mujeres que se ven amenazadas por una delincuencia real pero tambiĂ©n inflada por sus propios miedos que, como en el pasado, terminará redundando en mayores gastos estatales y buenos negocios para los vendedores de armas, patrulleros, cámaras de seguridad y toda la parafernalia que visten los policĂas.
Un Estado policiaco, al acecho de sospechosos, con discursos de derecha o de izquierda, terminarĂa por acabar con la dĂ©bil institucionalidad democrática que aĂşn se mantiene en pie. Pero hay polĂticos de ambos extremos que buscan precisamente eso.
Y en lo que se refiere a la pelĂcula basada en la novela de Ken Kesey, que ganĂł el Oscar en 1975; nos puede servir de metáfora para entender nuestra realidad polĂtica. AsĂ, el protagonista, que tampoco era un hĂ©roe sino un tipo corriente que trata de pasarla bien y rápido, puede representar a esos pocos capaces y honrados que se han visto por arte del azar y de los votos en el centro del escenario. ÂżY quiĂ©n es la enfermera abusiva que reparte las pĂldoras que termina por atontar más a los pacientes?
En nuestro drama, creo que es la gran prensa que con sus pĂldoras-entrevistas o pĂldoras-menciones tiene atrapados a todos los polĂticos; fijando la agenda, lo que debe aparecer y lo que deben ignorar las grandes masas; derramando bendiciones y señalando lo polĂticamente correcto o condenando al silencio a los subversivos. Porque, en tiempos de videocracia, como decĂa Sartori, lo que no aparece en la tele no existe; entonces los polĂticos que tratan de durar, intentan desesperadamente de aparecer, aunque sea con un escándalo.
Esto quiere decir que reformar el sistema polĂtico peruano va más allá de poner reglas para controlar la buena conducta de los polĂticos.
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