Cuando Mario Vargas Llosa obtiene el Premio Nobel de Literatura el año 2010, la celebración, especialmente de sus conciudadanos arequipeños, fue muy emotiva. Desbordó los espacios cerrados para alcanzar calles y la plaza principal de su ciudad natal, Arequipa. Enterado de ello, el propio escritor se sorprendió y contaba que sus paisanos habían celebrado el premio como si hubieran obtenido un campeonato de fútbol.
Luego, él y su familia, alentados por amigos, decidieron donar su biblioteca personal, aquella que logró reunir en su carrera como escritor, a la ciudad. Y fue el gobernador regional de entonces, Juan Manuel Guillén, filósofo y maestro universitario, quien asumió la responsabilidad. Acondicionó dos locales en el centro histórico de Arequipa, declarado como patrimonio cultural de la humanidad por Unesco, para albergar el legado bibliográfico del escritor.
Hoy, casi quince años después, la biblioteca regional Mario Vargas Llosa es uno de los espacios culturales más visitados por los arequipeños. Y también por quienes llegan a conocer la Ciudad Blanca, la segunda más poblada e importante del Perú, después de Lima. Siguiendo el ejemplo de Vargas Llosa, otras familias e intelectuales arequipeños han donado sus bibliotecas personales a este centro cultural. Se ha enriquecido así este patrimonio bibliográfico a aproximadamente 55 mil volúmenes.
En la estantería que contiene la biblioteca personal del autor de La ciudad y los perros, se guardan libros que, con el tiempo, se van convirtiendo en verdaderas joyas testimoniales de su vida y obra. Sus anotaciones, las dedicatorias recibidas, los apuntes sobre la calidad de la obra y sus impresiones de la lectura, nos reflejan lo acucioso de su labor como lector y crítico. Pero además, le dan un valor añadido a muchos volúmenes que han estado solo al alcance de su atención personal.
La biblioteca personal de Vargas Llosa es uno de los legados culturales más importantes y trascendentes que conserva su ciudad natal. Además de poder observar y conocer su ruta de lectura, es un reflejo de la constancia y perseverancia con que se asumió como escrito. Algo que varias veces lo recalcó y se ha convertido, desde su partida, en un ejemplo de persistencia para alcanzar sus metas. Y firmeza para consolidarse como el escritor que se propuso ser.
Ahí está la poesía de autores clásicos, el pensamiento de los filósofos que fueron marcando su concepción del mundo, el análisis de los políticos que le permitieron entender el funcionamiento de las sociedades, la narrativa que le dio lecciones y que se empeñó en renovar, sus libros sobre cine, historia y arte, el teatro universal y la música, que tanto admiró.
Se conserva también objetos personales, como su colección de hipopótamos comprados en sus viajes alrededor del mundo o recibidos como regalos por los amigos que lo visitaban. Sus medallas otorgadas por universidades o por gobiernos e instituciones, pinturas y dibujos hechos en su honor, las togas que vistió en ceremonias y actos académicos, fotografías con la familia y los amigos, todo aquello que refleja un tránsito de vida intenso y gratificante.
A poco de anunciado su fallecimiento, aquellos libros que pasaron por sus manos, que sus ojos indagaron y que su mente conservó para aportar con su literatura lo que pueda ayudarnos a ser mejores, cobra nuevo valor y se convierte en uno de los espacios más importantes de la cultura universal. Para quienes vengan a pasear por Arequipa, al sur del Perú, la foto en la biblioteca de Mario Vargas Llosa será un recuerdo imprescindible.
El autor es Director de la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa
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