Su voz salía de los altoparlantes y se expandía por todo el hipódromo. La afición, en lleno total, con gritos y aplausos, celebraba el triunfo de Sir Robin. El último ganador de la tarde, el último ganador de un hipódromo que cierra sus puertas para siempre. De esta forma, después de 84 años de reñidas tardes de competencia, el viejo escenario lucía completamente colmado de espectadores que se confundían con los vendedores de churros y golosinas. Más arriba, en el segundo nivel de la tribuna, los socios cómodamente sentados gozaban del espectáculo.
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