"Han llevado su cine hacia un camino distinto. Han razonado acerca de la soledad, el aislamiento y el sufrimiento de las comunidades campesinas (retratadas en la frágil Yana-Wara) y han encontrado reveladoras concomitancias con la tragedia griega y con el cine de horror japonés".
La película grabada en aimara muestra la mitología ancestral andina y denuncia la violencia, la discriminación y el abuso sexual a las niñas indígenas.