No Congreso

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El inefable Congreso disuelto en setiembre pasado, es entera responsabilidad de los ciudadanos del Perú, aunque no se hable mucho de ese tema.

Y aunque las normas electorales, incluida la de la cifra repartidora y la de la valla, favorecen desproporcionadamente a la primera mayoría, hubo 4 millones 431 mil peruanos que votaron por Fuerza Popular.

Pese a que esta cantidad de votos solo representa el 19% del universo de electores hábiles, el partido naranja se hizo del 56% de escaños. La responsabilidad fue de los ausentes, los votos blancos y los nulos. Así, contando a todos los votantes, alcanzó el 23% y descontando los votos blancos y nulos, alcanzó el 36%. Luego, restando a los partidos que no alcanzaron el mínimo de 5% de votación, 6 partidos se repartieron el 100% de los escaños.

Por tanto, la lección es que, si no queremos que ocurra de nuevo lo mismo, hay que elegir y votar, venciendo el desánimo.

La estrategia de Fuerza Popular para recuperar mayoría en el Congreso y promover la vacancia del presidente Martín Vizcarra, ha sido anunciada sin secretos. Y aunque el presidente y el Ejecutivo, en general, deben ser exhaustivamente fiscalizados, los innegables avances en la lucha contra la corrupción registrados en 2019, requieren de una mínima estabilidad.

El explícito blindaje del anterior Congreso a personajes como Chávarry, Hinostroza, Alan García y, obviamente, la propia Keiko Fujimori – hoy descubierta por el trabajo fiscal- ; hacen indispensable para la democracia no repetir el escenario congresal que se hizo falazmente de una mayoría inmerecida. Por tanto, si el nuevo Congreso resulta igualmente impresentable, la responsabilidad será únicamente de los votantes, lo que incluye a quienes no acuden a las urnas por negligencia, o a los que votan en blanco por indiferencia. Porque entre más de 3 mil candidatos registrados para estos comicios, no es verdad que no haya alguien presentable.

En Arequipa, los partidos políticos con inscripción vigente, no se esmeraron por presentar nuevas alternativas o, por lo menos, no se han dado a conocer. Conocidos rostros que se han presentado más de tres veces en contiendas electorales, sin éxito, aparecen como primeras opciones en encuestas cuya fiabilidad es más que dudosa. Pero están en carrera un total de 106 candidatos entre quienes podemos elegir personas con principios y, de preferencia, con ningún historial político vinculado a la corrupción.

Es importante notar que la elección del símbolo es decisiva para la cifra repartidora que asignará la representación de cada partido en el Congreso, más allá de los individuos. La lección es que hay que votar primero por el partido que queremos acceda al Congreso; y luego, si esa preferencia coincide con una persona, marcar el voto preferencial. Pensar en una persona antes que el partido, no garantiza que el individuo salga elegido; en cambio le da más opciones al partido.

Luego, a los ciudadanos con un mínimo de responsabilidad nos queda la opción de escarbar en el listado y buscar una opción aceptable. Pensemos que cada No voto, favorece a los ladinos candidatos que se han vestido de ropajes con color diferente para volver al Parlamento a hacer de las suyas. Si dejamos que esto ocurra ausentándonos negligentemente o votando llevados por la propaganda o la pereza, estaremos causando un daño al país; como ocurrió en 2016, cuando por No elegir tuvimos un No Congreso.

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