El año comenzó políticamente prometedor con la elección congresal extraordinaria, que le daría al país un nuevo Legislativo, tras el cierre del Congreso anterior, a finales del año 2019. Se hablaba de renovación y consolidación de las reformas políticas pendientes. Pero todo fue una falsa ilusión.
En marzo, cuando los flamantes “padres de la patria” se aprestaban a lucirse en el hemiciclo, llegó la pandemia de la covid-19 al Perú. La gravedad de los acontecimientos hizo callar incluso a los más locuaces y pasaron a segundo plano, pero no sería por mucho tiempo.
Pasado el susto, el Congreso comenzó a hacerse notar, según su tradición, de mala manera. Mientras la pandemia desbordó el precario sistema de salud peruano y las medidas del Ejecutivo no llegaban a concretarse gracias al inepto aparato estatal que nos caracteriza históricamente; los sectores políticos que habían permanecido al acecho de la notoriedad, abandonaron su discreción y –todo indica- comenzaron a urdir estrategias para hacerse del poder.
Así, en medio de las críticas por la tardía e ineficiente distribución de bonos, la parálisis económica que algunos estimaron innecesaria y mal manejada, el colapso del sistema hospitalario y la desesperación general; ciertos congresistas, apoyados por partidos políticos de …
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