Un cuerpo yace en la calle

“Dejo este cuerpo aquí” se llama la última exposición de Natalia Iguiñiz, que consiste en imágenes de su propio cuerpo seccionado, grabadas en humildes e insignificantes cartones, con lo que inicia una nueva etapa en su carrera artística.

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dejo este cuerpo aquí

Como muchos, durante el encierro provocado por la pandemia, Natalia Iguiñiz debe haber pensado en la posibilidad de su propia muerte. Y como todos, debe haberla imaginado según sus circunstancias, ahogándose en la tos y en la cola de una clínica. Pero también debe haber imaginado las otras muertes: las de quienes no tienen un seguro privado para enfrentar un cáncer, las de quienes van sufriendo las amputaciones obligadas de la diabetes, las de los ancianos desamparados, en fin, las muertes prematuras e injustas de los pobres.

También, desde la impotencia del encierro, debe haber percibido los incesantes gritos, golpes, traiciones y feminicidios. Niñas violadas por padres, padrastros, tíos, abuelos. Mujeres masacradas por maridos, ex maridos o amantes. Mujeres a las que el Estado con toda la fuerza de sus policías, fiscales, soldados y jueces, es incapaz de proteger. Tal vez, debe haber sentido que tragarse la rabia, el aullido de protesta, el no poder hacer la marcha multitudinaria, la agotaba, la desquiciaba, la atrapaba la desesperanza.

Y sin embargo, la vida sigue y la artista quiso volver a empezar después de haber su retrospectiva de 25 años de trabajo. No en el sentido de autocriticar su trabajo y volver a un camino supuestamente correcto, sino en el sentido de cargar energías para empezar de nuevo. Empezar de nuevo, más que en su trabajo artístico, en su compromiso y su apuesta por la vida. Pero ¿cómo volver a empezar, imaginando su propia muerte como desvalida, como una más de las asesinadas en este año crudelísimo?

“Dejo este cuerpo aquí” se llama su última exposición y consiste en imágenes de su propio cuerpo seccionado, grabadas en humildes e insignificantes cartones. Iguiñiz quiere empezar una nueva etapa en su carrera artística, indistinguible de la de una ciudadana, alarmada por lo que nos viene ocurriendo. Y escoge como soporte el más precario de los materiales: un cartón desechado, que en los cerros es cobijo y en las calles lleva lo que tal vez sea la venta del día o la palabra de protesta de las que se niegan a la opresión. Cartones de migrantes o expulsadas. Cartones que tapan los cuerpos atropellados en las avenidas.

Más cartones con la imagen de su cuerpo dividido fueron amarrados a postes, rejas, kioskos o paraderos de buses de distintos barrios de la ciudad. Como llamados de auxilio que no se entienden, que son inaudibles, los gritos de un mudo. Imágenes, que representan los cuerpos reales encontrados a lo largo de estos meses en calles oscuras, en bolsas de plástico, junto a la basura. Y fueron fotografiados luego para captar las reacciones o indiferencias de los transeúntes ante su intervención callejera.

La instalación de esos cartones recuperados y desperdigados en una pared de la galería Vigil González, por la curadora Eliana Otta, puede tener sentidos opuestos: el recuerdo desesperanzado del final de María Elena Moyano o de los restos de los estudiantes de La Cantuta entregados en cajas de cartón, o el del optimista que vislumbra el cuerpo despedazado del Inkarrey que se reintegra lentamente. O tal vez se pregunte como Otta: “¿No se decide a incorporarse? ¿Espera que la despierten? ¿Se levantará mañana?”

Pero este grito callado tiene también una connotación política porque trae el recuerdo de otra proclama de un líder que dejó su cadáver más bien como gesto de desprecio para sus enemigos. El contraste gatilla un estallido de múltiples significados en momentos que, nuevamente, la ciudadanía del Perú se ve delante de una encrucijada política.

Los esfuerzos de la artista, acaso sean diminutos o ineficaces frente a lo que como ciudadana exige o espera. Es la pregunta que, desde siempre, se han hecho los artistas: si la intervención del arte puede cambiar una pizca la realidad. Pero, la vida sigue y da sorpresas, como ella misma reconoce: “si la muestra se nutrió de la desesperanza, creo que la realidad le ha dado la vuelta”, dijo Natalia refiriéndose a las multitudinarias marchas de noviembre. Es el arte el que va a ser renovado por la vida, el que, a su vez, dará sentido al triunfo de las ciudadanas. A condición de que siga siendo un incordio para nosotros, los machistas.

06-01-21 Quintanilla 2 *Foto de la sala: Muestra individual de Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí *

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  • Semanario El Búho

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