¿Podríamos elegir peor?

"Se dice a menudo que los pueblos tienen los gobernantes que merecen y se culpa al electorado de elegir cada vez peor a nuestras autoridades. De hecho, alguien por allí acuñó el término ´electarado´”

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¿Cuántas veces se ha quejado Usted de su alcalde, del presidente o de los congresistas? No se ha preguntado Usted, ¿no hay peruanos decentes? Se dice a menudo que los pueblos tienen los gobernantes que merecen y se culpa al electorado de elegir cada vez peor a nuestras autoridades. De hecho, alguien por allí acuñó el término “electarado”, palabreja que terminó siendo utilizada por algunos para descalificar a los que votaban diferente a ellos. Pero, como también se ha apuntado en diversos debates, el problema de tener una clase política vergonzosa es más un problema de oferta que de demanda.

Si analizamos las hojas de vida de los candidatos en cualquier contienda electoral, podemos apreciar con claridad que el problema está en la oferta política. Son muy pocos los que tienen una trayectoria meritoria e intachable. Entonces, el elector no tiene de dónde escoger y termina escogiendo un supuesto mal menor. Esta pésima calidad de postulantes no es responsabilidad del ciudadano, sino de los partidos; pues, son estos quienes colocan a personas cuestionables en sus listas. Los criterios de selección en los partidos, por lo general, no son otros que los intereses particulares y monetarios. De lo contrario, no se explica que siempre tengamos que elegir entre candidatos cuestionables. En otras palabras, el ciudadano podría estar muy ávido de elegir mejores autoridades, pero no tiene de dónde escoger o las opciones decentes son mucho menores que las nefastas.

¿Y cómo cambiar esa situación tan adversa para las necesidades del país? Pues, con una buena reforma política, que obligue a los partidos a funcionar con mayor democracia, transparencia y decencia. El gran hoyo negro es que los actores que deberían dirigir esa reforma son, precisamente, esos partidos/negocios que se benefician del sistema como está. Es por eso que, cualquier propuesta de reforma no llega lejos, como ha sucedido con la ley que obligaba a los partidos a realizar elecciones primarias y que el actual Congreso está por desechar.

En conclusión, cuando se habla de reforma política estamos hablando de mejorar la forma en la que nos gobernamos, pero muy pocos le otorgan la importancia debida. Mientras tanto, los mercaderes de la política se siguen frotando las manos.

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