Con enemigos así, quién necesita amigos

", el gran problema es que quienes podrían tomar esa decisión -el Congreso- exhiben las mismas credenciales y hasta peores. Ni uno ni los otros quieren dejar el poder y sus suculentas ganancias ilícitas"

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La mejor arma política que ha utilizado Pedro Castillo, hasta hoy, ha sido la victimización. La imagen del humilde profesor rural, campesino y rondero lo catapultó hasta el sillón de Pizarro y, en buena parte, lo mantiene allí. Para sus defensores no es difícil blandir la imagen de Castillo como representante del “pueblo oprimido”, cada vez que sus detractores quieren lapidarlo por hacer lo mismo que todos los gobernantes han hecho antes, con la diferencia de que lo hacían desde el privilegio de las clases dominantes y con la complicidad de los grandes medios de comunicación. Es así como, cada vez que quieren atacarlo terminan haciéndole un favor. 

La torpeza más grande de la derecha de nuestros días es contribuir al papel de víctima que ha adoptado el huésped de Palacio. La última muestra de ello ha sido un titular de prensa que pretendía hacer escándalo con una fotografía clandestina de Pedro Castillo y su esposa sentados en los jardines de la casa de gobierno. “En horas de trabajo”, añade la nota, como para justificar la absurda “denuncia”.

El ridículo titular ha sido rápidamente interpretado como un: “¡cholos, en Palacio, qué horror!”; así, con un tufo de rancio abolengo y nariz estirada. Por eso, muchos analistas coinciden en señalar que el mejor aliando del gobierno es la oposición y su clasista ceguera. Ahora, los opositores en el Congreso han iniciado un tercer intento de vacancia. Parece que tienen la esperanza de que el proceso fiscal emprendido en contra de los llamados “Niños”, doblegue la voluntad de algunos congresistas y consigan, al fin, los votos que necesitan para terminar con el gobierno de Perú Posible.

Pero los errores de la oposición no cambian el hecho de que Pedro Castillo es una lamentable suma de corrupción, ineficiencia e ignorancia. Algo que sumió al país en la crisis. Ergo, no debería ser difícil lograr un consenso ciudadano para terminar con su desgobierno (por mucho menos, otros presidentes renunciaron o los vacaron). Pero, el gran problema es que quienes podrían tomar esa decisión -el Congreso- exhiben las mismas credenciales y hasta peores. Ni uno ni los otros quieren dejar el poder y sus suculentas ganancias ilícitas. ¿Sucederá ahora algo distinto a los anteriores intentos de vacancia? Desafortunadamente, aunque esta vez la oposición lograra su objetivo -su único objetivo, a decir verdad-, eso no nos asegura salir de la corrupción, la ineficiencia ni la ignorancia.

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