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Cultural

Once años sin Kevin Ayers

«Para su siguiente álbum, “Shooting at the moon” (1970), Ayers reúne a una pléyade variopinta de músicos, entre ellos, el maestro David Bedford y un jovencito desconocido llamado Mike Oldfield».

Por Manuel Rosas Quispe | 20 febrero, 2024
Kevin Ayers

Kevin Ayers fue siempre un espíritu inquieto y transgresor, una antítesis del “rock star” que pudo perfectamente haber sido. Amante de la juerga, del “dolce far niente” y de largos descansos al sol, su carrera musical fue siempre inestable y con altibajos. Uno podría pensar que por sus inicios en Soft Machine, Ayers tuvo un pasado como músico serio y solemne, pero no es así: Soft Machine fue un proyecto que mantuvo el interés de Ayers cuando la anarquía psicodélica predominó en el grupo, una vez que la cosa se fue enseriando, Ayers y su buen amigo Robert Wyatt se fueron con la música a otra parte.

La carrera solista de Kevin Ayers empieza con “Joy Of A Toy” (1969), un sólido lanzamiento del -entonces- reciente sello Harvest, que muestra un alegre eclecticismo y una más que interesante proyección vanguardista en la instrumentación. Para su siguiente álbum, “Shooting at the moon” (1970), Ayers reúne a una pléyade variopinta de músicos, entre ellos, el maestro David Bedford y un jovencito desconocido llamado Mike Oldfield. “Shooting At The Moon” sin embargo, no termina de cuajar en el público, quizá precisamente por lo errático de la banda que Ayers había armado y que nunca terminó de conectar.

Su tercer álbum, “Whatevershebringswesing” (1971) es una propuesta auditiva que contiene, de manera armónica y brillante, todas las ideas musicales de Ayers, desde sus intuiciones orquestales, hasta sus vibrantes piezas de rock básico, pasando por sus rememoraciones del estilo Canterbury. Desde el saque, con esa obra que respira sinfonismo y ambivalencia progresiva, “There is Loving/Amongst Us/There is Loving”, uno entiende que el viaje va a estar lleno de sorpresas. Y nunca estuvo Ayers más afinado y más preciso. Se siente que está en su elemento, se le oye respirar a sus anchas y a moverse con la soltura del que no está hipotecado a los plazos de una discográfica.

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Las ocho pistas del álbum (la edición en CD del propio sello Harvest, de 2003, incluye cuatro pistas adicionales, pero no son de las sesiones de grabación de “Whatevershebringswesing”) recorren una amalgama sonora variada y rica en matices. Hay piezas country, hay momentos de apaciguada ensoñación minimalista, hay precisas entradas vocales con efectos sonoros que se acoplan a un melancólico piano. La voz de Robert Wyatt y las cuerdas de Mike Oldfield suenan exactas… todo, en realidad, suena exacto en este gran álbum que merece oírse y disfrutarse sin dilaciones. 

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