Setiembre Negro fue el nombre de un comando fedayín que realizó un atentado terrorista contra deportistas israelíes en las olimpiadas de Múnich el 5 de setiembre de 1972, en el que fueron asesinados 11 integrantes de la delegación israelí, luego que fueron secuestrados por ese comando pidiendo la liberación de más de 200 prisioneros palestinos en cárceles de Israel; la policía alemana intentó liberar a los rehenes sin éxito y murieron 5 integrantes de los 8 de este comando.
En respuesta a ese atentado Israel, mediante su servicio secreto del Mossad, organizó un operativo llamado “La cólera de Dios”. Y con los mismos métodos terroristas de Setiembre Negro asesinó con armas y explosivos a otros integrantes de este grupo. Incluso a dirigentes de la Organización de Liberación de Palestina que encabezaba Yasser Arafat en Italia, en Francia, Líbano y Grecia. Sin importar límites territoriales, ni autoridades de esos estados, como lo vienen haciendo hasta hoy. El atentado terrorista de las olimpiadas, que Israel la llamó “la masacre de Múnich”, sirvió también al sionismo para una campaña maniquea a nivel mundial donde los israelitas son los “buenos” y los árabes, particularmente los palestinos, son los “malos y terroristas”.
Actualmente, después de más 70 años de ocupación colonial de Palestina, e incontables abusos, y muertes de palestinos, y a casi un año de la verdadera masacre de Gaza, Israel se ha caracterizado como un estado terrorista y genocida contra una población indefensa. Los métodos terroristas de Israel y su desprecio total a las leyes internacionales, a las resoluciones de la ONU, a la soberanía territorial de los estados y a los derechos humanos, califican al sionismo israelí, como la mayor amenaza a la paz mundial. Lo comprueba el último atentado terrorista en el Líbano mediante explosivos en los beepers con decenas de muertos y miles de heridos. La mayoría, población civil, incluyendo mujeres y niños.
Lamentablemente el mundo occidental, con Estados Unidos y Europa al frente, no sólo son complacientes, sino también cómplices de estos crímenes de lesa humanidad. Nos preguntamos qué diferencia hay del terrorismo sionista del terrorismo fundamentalista de Al Qaeda que, por señal, ejecutó su mayor atentado un 11 de setiembre contra las torres gemelas en Nueva York el 2001. Netanyahu es como Osaba Bin Laden, con sangre judía; y lo ha superado en crueldad. En las Torres Gemelas murieron 3.000; el sionismo israelí ha masacrado más de 40.000 palestinos en Gaza. Y ahora se propone seguir masacrando a la población árabe en Líbano. Las mal llamadas Fuerzas de Defensa de Israel, son en realidad fuerzas de agresión con un objetivo concertado con Estados Unidos para provocar una guerra abierta y total contra Irán. Esto es gravísimo, se podría cruzar una débil línea roja hacia una nueva guerra mundial.
Israel con sus acciones terroristas está protagonizando una de las páginas más oscuras y bárbaras de la historia. El país que alguna vez atrajo la simpatía de occidente, ha revelado su verdadera naturaleza sanguinaria. Pobres palestinos, pobres islamitas y pobres judíos no representados por el sionismo terrorista, que tienen que cargar por generaciones este oprobio. Pobre humanidad que una vez más resulta humillada, pisoteada, herida por el fascismo del sionismo. En este setiembre más negro que la triste memoria que dejaron los fedayines de Múnich en 1972.
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