Este es el título en español de una película de los hermanos Cohen, notables cineastas, muy críticos al sistema imperante en occidente, particularmente en los Estados Unidos. Este film ganó cuatro Premios Óscar, incluyendo mejor película, mejor dirección y mejor actor de reparto a Javier Bardem, entre otros premios. No Country for Old Men, título original (2007), narra la secuencia de una persecución, de un asesino en serie, un sicario, a un simple cazador, que casualmente descubre una frustrada compra de droga, y se hace con el dinero.
El asesino llamado Chigurh, (Bardem), un psicópata, va tras el portador del maletín con el dinero, y mata a sangre fría, sin emociones, a quienes se le cruzan en el camino, obligando a sus víctimas a jugarse la vida al azar con una moneda, y utilizando un instrumento para matar ganado, consistente en un compresor de aire comprimido que dispara un proyectil con una fuerza arrasadora. En la persecución al infausto cazador, participa también un veterano sheriff, quien reflexiona sobre la violencia sin poder comprender las causas.
Al final el cazador muere fuera de cámara, el asesino sobrevive herido y el policía se retira sin entender el drama. Este trío son personajes representativos de una sociedad de conflictos, cada uno con sus mundos y valores limitados, sin nexos entre ellos, en el contexto de un sistema sin cohesión social, donde predomina el individualismo y la banalidad de la muerte.
Es este sistema, muy marcado en Estados Unidos, donde se define la meta en la obtención de poder y dinero. Y donde a los ciudadanos de a pie se les trasmite la idea de ser triunfadores o perdedores encuadrados en esta meta. Y en esta contienda permanente, se establece la política de que, si no estás conmigo, estás contra mí. Lo grave es que esta visión de mundo, de rupturas, de ponderación de la violencia y de tecnología de guerra, está hoy presente en occidente; en un escenario geopolítico
internacional.
Si no, veamos: atrás quedaron miles, sino millones de muertos, todos débiles, como los campesinos en Vietnam o los pobladores de Irak; los otrora emergentes ciudadanos, hoy sin rumbo, de Libia; los atrasados islámicos de Afganistán; e incluso los pacíficos confederados de Yugoeslavia; y en el presente, somos testigos de un genocidio brutal de palestinos, más de 70 mil asesinados directamente, y más de 200 mil indirectamente en Gaza, incluyendo el 40% de niños y niñas, por parte del Sionismo israelí, con apoyo de Estados Unidos, bajo los afanes imperiales de Netanyahu y Trump; cual encarnación del asesino Chigurh. Esto sí es un crimen masivo antisemita, pues los árabes son más semitas que los israelíes. Son todos pueblos débiles.
El sistema de exclusión y de exterminio, también está en Europa, con su nostalgia colonial y racista, contra los inmigrantes, subsaharianos o africanos de diverso origen. Y no solo de los migrantes actuales, también con los ciudadanos europeos de ascendencia migratoria. Es lamentable que países que se tenían como paradigmas de la democracia, de la civilización, de la justicia social, hoy son furibundos estados en el límite o abiertamente fascistas; se rasgan las vestiduras por la deplorable guerra en el sudeste de Ucrania, pero sin rubor, se abstienen de condenar el genocidio en Gaza. Siempre se margina a los débiles. Europa considera a Israel como un estado europeo, pues hasta participa en la Conmebol, y en Eurovisión. No hay duda del racismo de Von der Leyen y su entorno de presidentes y reyes decadentes.
Lo de Ucrania es una guerra perdida para occidente. Pero pese a ello, Volodimir Zelenski tiene más destaque y poder que cualquier jefe de Estado europeo. Si hubiese paz, Zelenski perdería protagonismo; por lo tanto, le conviene que esta guerra continúe. Lo que hace tres años surgió como un conflicto focalizado en la región de población ruso ucraniana, oprimida por el golpe de Estado de Maidán en 2014, se ha convertido en una guerra continental, casi mundial, por la pretensión de la OTAN de balcanizar Rusia. Toda esta maraña bélica es lamentable.
La guerra en Ucrania está perdida, y Trump lo sabe. Ucrania ya no le interesa, ya sacó el cuerpo, pero alimenta la ilusión en los europeos de que Rusia saldrá derrotada; y estando Europa cada vez más embarcada en esto, le conviene a Trump que se siga mandando misiles y armas estadounidenses a Zelenski. Y, por supuesto, que los europeos lo paguen, con el 5% del PBI, en desmedro de sus programas sociales y de su soporte industrial, tecnológico y cultural.
En ese camino, no solo pierde Ucrania, sino pierde toda Europa. Ya casi diezmada la población de Gaza, para el imperialismo, eso no representa ninguna ventaja. De tal modo que los nazisionistas podrán ahora concentrarse en atacar a Irán. Israel y Estados Unidos se zurran en los derechos humanos, en la soberanía de los estados, en el derecho internacional y en las Naciones Unidas. El sionismo, desde su fundación, jamás respetó fronteras y, como USA, tiene sueños imperiales.
Trump lleva su propia guerra contra los inmigrantes en Estados Unidos. Solo de origen mexicano hay 30 millones, y otro tanto de otros países. Los migrantes en USA son el sector social más desvalido, no tienen derecho a nada. Si consiguen un empleo, y si al dueño del negocio le da la gana, puede no pagarle y despedirlo de inmediato. Esa es la población más débil en Norteamérica y en Europa. En cuanto deporta y maltrata a migrantes, Trump se prepara para invadir y ocupar Venezuela, otro país débil, en crisis política y económica que, sin embargo, posee enormes recursos, principalmente energéticos.
Ya comenzó el asedio en el Caribe. A lo bestia ya liquidaron 5 embarcaciones, sin siquiera comprobar si eran traficantes de drogas o simples pescadores. La poderosa armada gringa contra frágiles embarcaciones de 4 o 6 personas; es patético. Para colmo, Noruega le dio el Nobel de Paz a Corina Machado, la misma que apelaba al criminal gobierno de Israel para intervenir en Venezuela. La que aplaude la ocupación de Venezuela por los marines del norte. Es verdad que en Venezuela no hay democracia.
Es cierto que Maduro es un grotesco dictador con pose de izquierdista, pero eso no le da derecho a ningún país de intervenir militarmente. Ni políticamente. Son los propios ciudadanos de este país quienes tienen que conquistar su democracia y desarrollo. Por lo que sucede en el mundo y por los antecedentes desde el siglo XIX, sospechamos que Trump pretende invadir Venezuela, sojuzgar a su población y luego continuar su expansión hacia Colombia. Luego, fácilmente ocupar Ecuador, y quién sabe dónde parará este psicópata, si ya tiene de su lado a Milei y desearía recuperar a Bolsonaro. Preparémonos para lo que se viene.

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