Análisis

Confesiones de un exsodálite vinculado a la Universidad San Pablo de Arequipa y la sentencia del cardenal

El analista político Gonzalo Banda y el nuevo cardenal del Perú, Carlos Castillo, explican la naturaleza del Sodalicio y el origen del oprobioso silencio

Por Mabel Cáceres Calderón | 20 octubre, 2024
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Politólogo, actual columnista de El Comercio, el medio más poderoso en el Perú y el gigante diario El País de España, Gonzalo Banda Lazarte ha conseguido destacar entre los analistas políticos nacionales, a pesar de haber salido de «provincias», en este caso, de la Universidad San Pablo de Arequipa.

De tono mesurado y argumentación solvente, se ganó rápidamente merecida fama, pues no es un «caviar» y, por el contrario, expresa un discurso liberal. Lejos de la izquierda, empero, claramente no es un militante de la DBA. Toda una sorpresa para quienes lo conocieron en su etapa de Sodálite.

Tras los últimos acontecimientos relacionados con el Sodalicio y con la Universidad San Pablo, se ha pronunciado y lo ha hecho de manera contundente, en lo que ha llamado uno de su escrito «más retador». Lejos quedaron los tiempos en que la alta dirección de la Universidad, de propiedad del Sodalicio, lo eligió como uno de sus delfines para cultivar y defender el pensamiento conservador. El evento CARA, que realiza anualmente la UCSP con el fin de influir en la política local, tenía en Gonzalo Banda su rostro visible. Era el presentador, entrevistador y conductor permanente. En un foro que congrega lo más selecto del sector empresarial arequipeño, identificándose abiertamente con la derecha peruana más recalcitrante.

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Por ese papel, los medios arequipeños habían adoptado la costumbre de consultarle para cualquier análisis político que hiciera falta, casi en exclusiva. El desértico panorama intelectual que exhiben otras universidades arequipeñas lo consolidaron en su papel de analista político, pero entonces con un discurso más alineado a la ideología conservadora y elitista del Sodalicio, el verdadero rector de la Universidad, atendiendo a su estructura vertical y autoritaria.

Sobre el papel del Sodalicio, en el campo educativo y empresarial en Arequipa, El Búho publicó en solitario un artículo que pueden ver aquí:

PUEDES VER: https://elbuho.pe/archivo/2015/12/14/informe-la-influencia-del-sodalicio-en-arequipa/index.html

Reacción y resistencia

Lo que vino después de la bomba que significó para el SVC la publicación del libro de Pedro Salinas y Paola Ugaz «Mitad monjes, mitad soldados«, lo ha contado el propio Gonzalo Banda en su última columna de El País.

La negación, la cerrazón, la defensa irracional de sus superiores, incluso si eran abusadores sexuales de menores, en lo que describió como un «acto reflejo de autoconservación colectiva de muchos que, sin siquiera haber leído ningún argumento racional sobre las gravísimas denuncias, decidieron atrincherarse para combatir a los enemigos de sus hermanos sodálites«.

Gonzalo Banda Lazarte, abogado, politólogo, analista, cuando era parte de la maquinaria sodálite que tiene su centro de difusión de pensamiento en la Universidad San Pablo.

Entre las víctimas que denunciaron los abusos del Sodalicio había arequipeños, algunos muy jóvenes, casi niños. Pero no recibieron ninguna muestra de solidaridad de la comunidad sodálite local. Incluso perteneciendo a su mismo círculo social, la gran mayoría de familias de apellido rimbombante, la plana jerárquica de la universidad, las decenas de adherentes, píos y sumisos, solo callaron.

Otros vicios colectivos que sobrevinieron tras el estallido de la crisis fueron el maniqueísmo y la corrupción de la noción de la amistad. Para muchos les parecía una felonía inadmisible denunciar y repudiar enérgicamente los abusos y, al mismo tiempo, reconocer los bienes que encontramos en esta congregación. Se instaló un espíritu de cuerpo exasperante, donde –bajo tergiversaciones de la noción de lealtad– uno estaba obligado a hacerse el sordo para cuidar la reputación de los amigos

Gonzalo Banda en la columna «El Barril del Sodalicio» publicada el 6 de octubre de 2024 en «El País»

Obligados a hacerse los ciegos, sordos y mudos, desde la Universidad San Pablo, supuesta entidad destinada a cultivar el pensamiento crítico, el debate intelectual y ético, no dicen «ni chis, ni mus».

Las primeras luces en la oscuridad

Tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que algunos miembros de esta comunidad abrieran los ojos, o comprendieran su verdadera naturaleza. Pero hasta hoy, la narrativa imperante es que solo se trató de casos aislados, apenas algunas manzanas podridas. En palabras de Gonzalo:

Pero la desgracia de la historia del Sodalicio no acaba con estas manzanas podridas. Muchos de los que creíamos los consagrados o casados más ejemplares, callaron o fueron complacientes frente a los abusos

Gonzalo Banda

Entre los arequipeños que dejaron de ser estigmatizados como «enemigos» de la comunidad y sus valores, estuvo Héctor Guillén Tamayo. Solo el tiempo, y no sus antiguos amigos, le dio la razón sobre sus denuncias y su incansable lucha por recuperar a su hijo. Un joven que fue arrebatado a los 16 años de su hogar y se puso en contra de sus padres gracias a la manipulación psicológica.

Gonzalo Banda estuvo entre quienes comenzaron a entender: «Comprendí que muchos de los jerarcas del Sodalicio solo reaccionaban movidos por el escándalo, solo les importaba proteger la reputación y controlar la narrativa. Los reformistas bienintencionados seguirían perdiendo las batallas porque no tenían el poder político ni económico que sí tenía la vieja guardia pretoriana del fundador, Luis Fernando Figari«. 

Como él, muchos otros también lo entendieron, pero las obligaciones económicas, la presión social del círculo privilegiado de Arequipa eran más fuertes. Y al interior de la Universidad San Pablo, sigue siendo así.

Lo espantoso es que muchos de los que entramos en este sistema –con mayor o menor libertad– fuimos colonizados mentalmente en esas jaulas invisibles. Innumerables relaciones afectivas, donaciones, profesiones, puestos de trabajo y mudanzas fueron controladas por estos personajes que aprovechaban información confidencial que les entregamos en diálogos íntimos, para ejecutar intervenciones intrusivas y maquiavélicas en nuestra vida privada.

Gonzalo Banda Lazarte, en la columna «El barril del Sodalicio» publicada en El País.

Universidad San Pablo: «Comunidad destinada a hacer el bien»

Con esta frase, la Universidad -una vez más- hace de la vista y el oído gordos y se autocalifica. Sin asumir ninguna responsabilidad moral con las víctimas de esa maquinaria perversa que construyó Luis Fernando Figari aprovechando su debilidad. Como otras agrupaciones religiosas, el fanatismo y la autocomplacencia, siguen dominando por sobre la empatía o compasión que merecerían las víctimas. Aunque fueran por lo menos las más cercanas, las varias familias arequipeñas que fueron destruidas en este proceso. En cambio, otros dos arequipeños como los hermanos Ignacio y Sebastián Blanco Eguiluz han desafiado la autoridad del propio Sumo Pontifice y buscan esconder la realidad de los abusos.

Lejos de ese ideal, bajo la fuerte influencia y condicionamiento de las exitosas finanzas del Sodalicio, con sus múltiples propiedades en Arequipa, persiste su silencio. ¡No se oye padre!

Banda lo explica así:

El Sodalicio, entre muchas otras cosas, es un sistema sofisticado de abuso de poder y manipulación de voluntades, en el que muchos padecieron violencia sexual, física y psicológica. Como todo sistema corrompido, requiere de instrumentos que aseguren el mantenimiento de su poder: reclutamiento de adeptos segregacionista entre las clases sociales altas donde la congregación operaba, difusión de la propaganda sobre los grupos de interés, control de daños frente a las denuncias y voces disidentes, y una estructura económica sofisticada para constituir un imperio financiero próspero de cementerios, agroexportadoras, inmobiliarias, colegios y universidades. En ese sistema, Luis Fernando Figari como muchos otros sodálites, descubrieron la oportunidad de dar rienda suelta a sus delirios hegemónicos y más bajas pasiones.

Gonzalo Banda, columna en El País del 6 de octubre de 2024

Y el exasperante silencio por los abusos cotidianos de este sistema de poder, sigue avalando la impunidad. Las familias endeudadas hasta el cuello por buscar que uno de los suyos descanse en uno de sus cementerios o las cremaciones urgentes en época de pandemia; la compraventa de terrenos y predios, algunos con abusos; los cambios de uso tramposos de los terrenos; la manipulación del sistema judicial y su influencia en el sector financiero; las arbitrariedades laborales y presiones indebidas. Todo eso se ha guardado bajo siete llaves. El silencio de la comunidad sodálite arequipeña y de la Universidad ha tenido esta explicación:

Lo espantoso es que muchos de los que entramos en este sistema –con mayor o menor libertad– fuimos colonizados mentalmente en esas jaulas invisibles. Innumerables relaciones afectivas, donaciones, profesiones, puestos de trabajo y mudanzas fueron controladas por estos personajes que aprovechaban información confidencial que les entregamos en diálogos íntimos, para ejecutar intervenciones intrusivas y maquiavélicas en nuestra vida privada.

Gonzalo Banda, en El País

Nadie ha gritado: ¡Basta!

TAMBIEN PUEDES VER: https://elbuho.pe/archivo/2019/05/06/campina-por-cementerios-gestion-de-alfredo-zegarra-dio-permiso-irregular-para-urbanizar-terrenos-del-sodalicio/index.html

La voz de Dios: «debería ser suprimido por la Iglesia»

Las voces que condenan ya no proceden solamente de «los impíos, los ambiciosos, los que tienen vocación de víctima o los resentidos». A la firme resolución del Papa Francisco, de acuerdo a sus enviados especiales los sacerdotes Jordi Bertomeu y Charles Scicluna, se ha sumado hoy la voz -siempre tan clara y directa- del flamante cardenal del Perú, monseñor Carlos Castillo.

Monseñor Carlos Castillo asumirá oficialmente el cargo de cardenal, en ceremonia religiosa, el próximo 7 de diciembre

En un artículo reciente que publicó también El País, el Arzobispo de Lima y sexto Cardenal de la historia del Perú es igualmente duro. Y a los factores económicos que explican la persistencia de la organización y del silencio que la rodea, ha sumado el factor político.

El Sodalicio ha destruido a las personas, sometiéndolas a sus intereses de conquista. Esto no tiene nada de cristiano… mi hipótesis es que el Sodalicio obedece a un proyecto político. Es la resurrección del fascismo en América Latina, usando arteramente la Iglesia, mediante métodos sectarios (…) el cambio político que pretenden, su lucha contra el marxismo, en este caso, pasa por someter a las personas.

Cardenal del Perú Carlos Castillo

El nuevo pastor de la iglesia católica hace aun un llamado a los silentes miembros que con su sometimiento mantienen en pie esta maquinaria. Y en un acto de perdón, desde su fe, manifiesta: «Este experimento lo compraron gente bienintencionada que creían que era un proyecto bueno para luchar por Perú. Pero no es este el camino. No el de la manipulación sectaria«.

Y por último, coincidiendo con Gonzalo Banda sobre que no se trata de algunas manzanas podridas sino del barril entero, sentencia: ha sido una máquina destructora de personas, inventando una fe que encubre sus delitos y su ambición de dominio político y económico. No hay nada espontaneo en sus miembros. No hay libertad y sin ella no hay fe. Como experimento fallido, debería ser suprimido por la Iglesia.

¿El otoño, aun reinará en el campus de la Universidad San Pablo?

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Mabel Cáceres Calderón

Fundadora y directora de El Búho. Es periodista con más de 20 años de experiencia dedicada a temas de corrupción, conflictos socioambientales y derechos humanos.