El cuento de dos niños imaginarios: Lol Tolhurst y The Cure

«Lol nos cuenta sus “apagones”, esos estados calamitosos en los que sólo sabes que has hecho algo muy degradante, pero ni siquiera recuerdas exactamente qué. Felizmente para él, la cura de sus males le vendría por el Desierto de Mojave, en California».

Por Manuel Rosas Quispe | 9 junio, 2025
The Cure

He terminado de leer ayer “Cured: The Tale of Two Imaginary Boys” de Lol Tolhurst, quien fue, como se sabe, baterista y miembro fundador de The Cure. Lol se propuso escribir sus memorias hacia 2011, cuando ya se había reconciliado con Robert Smith y atrás había quedado el largo litigio que estableció un frío paréntesis en la amistad de ambos. La edición en castellano es de Malpaso y fue publicada en 2019.

El arranque del libro es fascinante: Lol recuerda la gris atmósfera de su infancia en Crawley, la frialdad y el egocentrismo de su padre (de quien, sin embargo, encontró un día una narración de sus aventuras juveniles en ajados cuadernos que el viejo guardaba bajo el colchón) y la monótona condescendencia de su madre. A los cinco años conoció a Robert. Fueron juntos al parvulario. “Para mí, The Cure empezó mucho antes, un día sombrío y lluvioso de 1964, mientras la neblina se arremolinaba a nuestro alrededor. Empezó en el momento en que el autobús llegó a la parada de Hevers Avenue y las puertas se abrieron siseando. Ni Robert ni yo queríamos subir a ese autobús. No queríamos dejar a nuestras madres e ir a una escuela en una ciudad lejana donde no conocíamos a nadie. Seguramente me habría puesto a llorar si no fuera porque Robert estaba ahí. Todavía hoy puedo oír la voz de mi madre animándome para que subiera. ‘Toma la mano de Robert y cuidaros el uno al otro’. Robert me tomó de la mano y me condujo al interior del autobús. Fue el primero de muchos viajes que hemos hecho juntos. Aunque solo sea en mi imaginación, aún somos esos niños”.

Hay que advertir, sin embargo, que la inspiración del libro no es totalmente original. Jim Ruland fue el mentor que ayudó a Lol a escribir estas memorias. De cualquier modo, sentimos que los recuerdos son viscerales y convincentes. La primera parte se enfoca en los dos chicos en Crawley, abrazando el ideario punk y dispuestos a comerse el mundo. El libro incluye interesantes imágenes como los flyers de los primeros conciertos, cuando The Cure no era The Cure sino Malice y después Easy Cure. Pero Robert y Lol nunca descansaron, para ellos unas perfectas vacaciones era pasarse ensayando todos los días a pesar de las quejas de los vecinos. Lo disfrutaban. El resultado fue el éxito, indudablemente. Lol cuenta sus negociaciones con Fiction y la proverbial prudencia de Robert para acordar contratos siempre beneficiosos para todos. Robert fue como un padre para la banda. Siempre cuidó de que todos se sintieran bien y ganaran lo justo. Nunca adoptó una pose de supremacía frente a ellos. Esa “democracia” llegó a su punto máximo durante la grabación de “Kiss me, Kiss me, Kiss me” que Lol recuerda a través de la bruma de su alcoholismo.

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El vicio que aquejó a Lol está contado con crudeza. Uno se imagina las duras escenas de “The Lost Weekend” esa genial película de Billy Wilder en la que Ray Milland es presa de una dipsomanía irresistible. Lol nos cuenta sus “apagones”, esos estados calamitosos en los que sólo sabes que has hecho algo muy degradante, pero ni siquiera recuerdas exactamente qué. Felizmente para él, la cura de sus males le vendría por el Desierto de Mojave, en California. En esas soledades, Lol logra una anagnórisis de su propia existencia y descubre que lo que ansía no es la fama ni el dinero ni el amor. Descubre que él no es tan importante, que lo que vivió con The Cure fue bello, pero quedó en el pasado. Y entonces conoce a su alma gemela, a Cindy. Y tras casi, treinta años de vivir alcoholizado, Lol despierta un día a una mañana nueva y radiante. Se reconcilia con Robert, vuelve a tocar con The Cure. Nos muestra fotos de aquellos momentos. Sí, nos convence. El cuento de los dos chicos imaginarios es una historia honesta y directa, con sus baches, sus caídas y sus incómodos silencios, pero es la historia de Lol Tolhurst. No se puede contar de otra manera.

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