Serpiente
La accidentada historia de este espacio que habitamos y que llamamos Perú, tierra de infortunios legendarios, desastres permanentes, y soluciones huérfanas, tiene también −o quizás debido a eso mismo− no pocas expresiones que han trascendido todo intento de aplacarlas o de extinguirlas, y que siguen moldeando nuestra historia y nuestra forma de entender el mundo. Algunas son producto de una tradición que se transmite y resuena, otras son un rescate de los signos que nos dejaron los antiguos coterráneos y que, en nuestra admiración y perplejidad (también en nuestro atrevimiento) tragamos, digerimos y vomitamos, expulsando reinterpretaciones, apropiaciones y nuevas posibilidades de dar sentido a nuestra realidad, siempre accidentada, siempre huérfana.
Esa confrontación entre tiempos diferentes, que crea contextos nuevos para símbolos añejos, es el hilo conductor de la obra plástica de Juan Carlos Rodríguez Farfán en su serie “Sueño Precolombino”. El contrapunto de formas, signos y significados, explícitamente yuxtapuestos de manera que no quepa duda de la voluntad del artista, se ve representado por el animal sin patas y cuerpo elongado que aparece evidente en alguna de las obras, en una espiral que remite a esa atemporalidad, a la sensación de vértigo de no saber dónde (cuándo) nos ubicamos, así como a nuestro terco destino cíclico, en una especie de uróboro que no se muerde la cola.
Felino
Si la serpiente es el siempre, el felino es el ahora. El felino es la deidad misteriosa y omnipresente que lo contiene todo y lo observa todo. Y como deidad, no necesita ser explicada. Su presencia repetida en varias de las obras de Juan Carlos Rodríguez nunca pasa desapercibida, y la interpretación definida que pueda tener en algunos casos, no se desdice de su carácter de ícono que sirva de excusa para la creación visual, en otros.
En esa lógica de cosas, el felino puede asumir la forma de una figura que consuela y da alivio, que conduce a través del viaje que se nos plantea, o que impone su presencia desenfadada, reclamando atención con la misma intensidad de su silencio. Y lo mismo es válido para la propia serie de cuadros (felinos, ellos mismos), en los que se ensamblan elementos a veces de interpretación furtiva, pero a veces también con explícita lectura personal, social e incluso de coyuntura política.
Hidra (sin lo monstruoso)
Varios otros animales sirven de personajes en la obra: a cangrejos, aves, y seres fantásticos paridos de la imaginación del autor se les transmuta también con influencia Paracas, Moche o Sechín, al tiempo que se les asignan sus papeles en el montaje de cada escena. Y es que Juan Carlos Rodríguez, con largo y conocido recorrido en las artes teatrales y la literatura, ha decidido con esta primera exposición de artes visuales mostrar, cual ser policéfalo, su habilidad e interés en temas amplios y artes múltiples, obedeciendo con determinación a un impulso creativo perfectamente capaz de derribar fronteras disciplinares si así lo estima necesario.
Revisitar la herencia que hemos recibido de los ancestros es un camino que han transitado ya algunos grandes maestros (Fernando de Szyszlo o Jorge Eduardo Eielson por mencionar un par), así como la pincelada amplia, la economía de medios y la distorsión expresiva, por algunos otros (pienso en Modigliani o los expresionistas). Pero ninguno de esos caminos parece trillado mientras existan artistas como Juan Carlos Rodríguez que se aproximan al pasado para proyectarnos al futuro; que nos permitan viajar por tiempos sin nombre para reencontrarnos en el presente, haciéndonos intuir que nuestro breve paso por este mundo puede, al menos por un instante, parecer infinito.
Escrito por: Andrés Morales Mercado, Artista Visual
La muestra se exhibe en el Centro Cultural de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa
