Libros

Decadencia y desencanto en una novela de Gonzalo Garcés

«Sin embargo, el futuro es también esperanzador. Joaquín va a tener un hijo y adopta al perro que Miguel recuperó de un espacio lóbrego e incierto. Las cosas quedarán para que la siguiente generación las enfrente e intente cambiarlas»

Por Alfredo Herrera Flores | 16 febrero, 2025
Gonzalo Garcés novela

Hacia los años noventa del siglo pasado, en medio de un congreso de estudiantes en Santiago de Chile, escuché la conferencia de un profesor en la que hablaba de la generación del desencanto. Se refería, justamente, a quienes en ese momento nos reuníamos y éramos su público: jóvenes latinoamericanos de entre 20 y 30 años que tomaban conciencia de su entorno y definían sus vocaciones o rumbos profesionales en pleno cambio de siglo. Por entonces, no entendí del todo el alcance de sus afirmaciones. ¿De qué nos desencantábamos si recién empezábamos a configurar nuestro futuro?

Al leer la novela El futuro (Seix Barral, 2008), de Gonzalo Garcés (Buenos Aires, 1974), no solo he recordado aquellas reflexiones, sino que he podido repasar la idea del desencanto y entender, un poco mejor, que aquel profesor ahora anónimo, no hablaba de ese presente, ni del pasado, sino del porvenir. El futuro es un concepto idealista, está en permanente construcción, no se concreta, es infinito y, como el destino, es individual. Lo que para un individuo el futuro puede ser una meta, para la sociedad es una consecuencia.

El tiempo se mide de muchas formas, una de ellas es fragmentar largos períodos en generaciones. Una generación se define por un lapso que separa a un padre de su hijo, que en promedio es de veinte años. Generalmente, una persona está en condiciones de tener un hijo y aportar a su sociedad de forma responsable entre los veinte y treinta años, a esa edad puede darse cuenta de las condiciones de su entorno, analizar el pasado y proponer un futuro. La novela de Garcés grafica esta idea al relatar el rencuentro entre un padre y su hijo en un escenario y época que, al mismo tiempo, está en pleno proceso de cambio.

Suscríbete

Recibe información especializada todas las semanas.

Podemos afirmar, también, que toda generación es parricida. Trata de anular al padre, a la generación inmediatamente anterior, para imponer una nueva manera de ver el mundo, proyectarse y desenvolverse en él. El narrador peruano Julio Ramón Ribeyro (1929 – 1994) reflexiona en Prosas apátridas (1975) al ver a su hijo destrozar los artefactos del hogar. Y dice que lo hace de manera inconsciente porque los va a remplazar en el futuro. Es el ciclo natural de la vida y los cambios de la sociedad, y a pesar de ser un asunto tan cotidiano, no logramos aún asumir ese desface generacional y, al enfrentarlo, entramos en crisis.

En la novela de Gonzalo Garcés, Miguel, un chileno cincuentón, va al encuentro de su hijo Joaquín, veinteañero, recién casado, a París. Justo cuando estalla una de las huelgas que paraliza la ciudad. Este encuentro va a generar un enfrentamiento sentimental, de mutuos reclamos, donde Joaquín demanda el papel de padre a Miguel y éste se excusa en el trato que recibió de su padre; donde Miguel le reclama a Joaquín su actitud de hijo distante y hosco, mientras que recuerda cómo fue él frente a su padre autoritario e irracional. Joaquín acaba de casarse, no piensa en tener hijos aún, y no tiene idea de cómo actuará entonces.

Alrededor de esta experiencia, hay varias situaciones y otros rencuentros de Miguel, con amigos y exparejas, que lo empujan a recordar su época juvenil, en Chile, al iniciarse la dictadura de Pinochet. Toma conciencia, entonces, del desencanto. A dos décadas del inicio de la férrea dictadura militar, cuando la tecnología de las comunicaciones está tomando forma al finalizar el siglo, Miguel se da cuenta que nada de lo que ha soñado en su juventud se ha hecho realidad. O por lo menos él mismo haya podido cumplir y realizarse como persona. Ahora está envejeciendo. Sus amigos y camaradas están en la miseria o agonizando. Y el mundo está volviendo a cambiar con jóvenes en las calles, enfrentándose a la policía, hablando de filosofía y revoluciones en bares y discotecas.

Su crisis llega al clímax del drama cuando está a punto de intimar con la esposa de su hijo que, a su vez, le reclama a Joaquín mayor atención. Y él aún no encuentra la manera de hacerla sentir bien como mujer, esposa y persona, pero no puede porque ha contraído una infección venérea que lo humilla. Joaquín cuestiona todo influenciado por el pensamiento de un filósofo en decadencia, pero la pelea con su padre y el develamiento de un secreto del filósofo y su posterior muerte, hacen que ponga pies en tierra y piense en el futuro. Su primer paso será recuperar a su esposa.

Miguel siente que ha perdido todas sus batallas. “¿Y fuimos lastimados? Sí. ¿Y perdimos todas nuestras apuestas? Sí, claro que sí.” Siente que su derrota no es individual, sino colectiva, social, generacional. El mundo que le toca vivir a los cincuenta, sesenta años, sin aún ser anciano, pero sabiendo que ya no es joven, es decadente. No ha triunfado ninguna revolución, el mundo no es mejor que antes, los imperios se desmoronan, las guerras se rehacen, el hombre se aísla.

La metáfora del futuro se va a resumir en una escena dramática construida por Gonzalo Garcés. Miguel se desvanece en un baño y sentirá que ya ni la muerte podrá ser peor a la vergüenza y deshonra de la edad y la enfermedad: “Entonces la muerte ya no nos tocará. Uno puede seguir diciéndose aquello, por supuesto, mientras a su alrededor el sueño se deshace.” Cuando trata de incorporarse, su mayor miedo es alcanzar a mirarse al espejo. El futuro puede ser el momento en que nos veamos como realmente somos, que el tiempo nos refleje nuestra condición decadente y desencantada.

Sin embargo, el futuro es también esperanzador. Joaquín va a tener un hijo y adopta al perro que Miguel recuperó de un espacio lóbrego e incierto. Las cosas quedarán para que la siguiente generación las enfrente e intente cambiarlas. El mundo seguirá siendo un buen lugar. Los jóvenes siempre saldrán a las calles a intentar mover el mundo y ajustar tuercas y engranajes. Gonzalo Garcés, premio Biblioteca Breve del año 2000, ha construido un relato de la intimidad. Y desde ahí ha hecho aflorar una visión de la sociedad de hoy. Tal vez el futuro no sea lo que esperamos ni lo que construimos, sino lo que heredamos.

Síguenos también en nuestras redes sociales: 

Búscanos en FacebookTwitterInstagram y YouTube.

   

Alfredo Herrera Flores

Alfredo Herrera Flores (Puno, 1965) es poeta, escritor y periodista. Obtuvo el Premio Copé de Oro de la VII Bienal de Poesía (1995) y fue finalista del premio internacional de poesía “Pilar Fernández Labrador”, de Sevilla, España (2016). En 2020 ganó el Concurso de Novela Corta "Julio Ramón Ribeyro" del BCRP y actualmente es director de la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa de Arequipa